miércoles, 31 de diciembre de 2014

Cromañón, 10 años después.

El 30 de diciembre de 2004 a las 22.50 comenzó una de las tragedias más grandes de la vida joven en la ciudad. Parece que fue ayer lo que pasó. 10 años después parece que todo está igual.

Ayer por la tarde en la Catedral, acompañando la misa, me volví a cruzar con rostros y pancartas. Las pancartas con las caras siempre joven de los que no están; los rostros de los que las llevan demacrados por el paso del tiempo, surcados por la tristeza lacerante de descubrir que nada cambió en 10 años.

Las ausencias son palpables. Nos están los chicos, que muchos aseguran son más de 194.

No están algunos papás que el dolor y la enfermedad se lo llevaron en estos años.

Hay miles de sobrevivientes, muchos registrados y otros tanto no.

Las heridas están, y al charlar veo que la vida se abrió paso. Parejas se gestaron en la amistad de caminar juntos. Hermanitos que aparecieron en la vida. Los hijos de algunos de ellos ya tienen 10 años más. Sobrinos que tomaron la posta de la lucha por la justicia.

No puedo olvidar la frase de una mamá cuando comenzaban las marchas y muchos decían es un problema de ellos: “No entienden que marchamos para que sus hijos vaya a lugares seguros, yo ya no recupero a mi hijo”.

Los lugares siguen siendo inseguros. La indiferencia es atroz. El individualismo cada año se hace más patente.

10 años de lucha para que no vuelva a pasar, intentando dar vida desde la muerte de su ser querido.

10 años de ver los rostros que se van envejeciendo pero que no bajan los brazos.

10 años de renovar la amistad con tantos que se cruzaron en el camino.

10 años de esperanza.

10 años de amor compañero y fiel.

10 años que me enriquecen y dan fuerzas para seguir luchando.


Predicación de Mons. Jorge Lozano en la Misa por los 10 años de Cromañón

Predicación en la Catedral de Buenos Aires
Misa por los 10 años de Cromañón

30-12-14

En este tiempo de Navidad celebramos la presencia de Dios entre nosotros. Él Elige una ciudad de las periferias del Imperio, Belén, y en ella uno de los lugares también de periferia, un establo. Una presencia muy particular, tan única como irrepetible, y también tan maravillosa como irrevocable. No hay vuelta atrás, Dios vino para quedarse. Se hace carne, asume nuestra condición humana en todo, menos en el pecado. Anda con nosotros por todos los caminos en los cuales nos encontramos y los diversos modos en los cuales estamos, en la esperanza y la decepción, en la luz y las tinieblas.

Con la encarnación Dios de alguna manera está presente en todo ser humano. Toca nuestro corazón, y todo lo vital: el dolor, la alegría, la libertad, los fracasos, las derrotas, los anhelos, los afectos, el amor... No hay nada de lo humano que le sea indiferente.

Experimentamos que su gracia nos sostiene, y el Espíritu Santo nos alienta en la esperanza. También  percibimos que está en los hermanos que nos ayudan a caminar, y en aquellos fatigados y abatidos que esperan les tendamos una mano.

Hoy se cumplen ya 10 años de aquella noche fatal que se robó mucha vida joven. 10 años de sufrimientos y desamparos, pero también de gestos de cariño que reconfortan y reaniman.

El sufrimiento compartido fue como una escuela en la cual aprendimos muchas cosas. Vimos que no siempre la sociedad trató con cuidado las heridas. Hemos conocido del dolor que sana y del dolor que enferma o agravia.

El dolor que sana es el que compartimos en el abrazo sincero, el relato escuchado con respeto, la oración que se hace ofrenda y pedido (como la vela que acercamos al altar), la presencia de los amigos hasta el fin. Como dice el Evangelio de San Juan acerca de Jesús como amigo: “Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin” (Jn 13,1). En el mejor de los sentidos la vida ha continuado. Muchos han formado familia, hubo nacimientos, logros alcanzados que devolvieron sonrisas y fiesta.

Pero también nos ha visitado el dolor que enferma. Lo hemos experimentado en la incomprensión, la superficialidad, el maltrato, la descalificación, la injusticia, la indiferencia. En cuántos momentos hemos sentido que este no es un problema de todos. Como si dijeran: “Cromañón es un problema de ustedes”.

En fin, hemos sabido del amigo sincero y del falluto. Del que no entiende pero acompaña el misterio, y del que entiende y se hace el distraído.

El Cardenal Jorge Bergoglio varias veces desde este mismo lugar se lamentaba porque “Buenos Aires no ha llorado por la muerte de sus hijos”. Una ciudad y un País que sigue su camino sin importarle de sus hermanos que sufren.

Pero, por encima de todo, hemos experimentado el consuelo y la fortaleza que nos da la fe. Referentes y ministros de diversas confesiones religiosas nos hemos unido en el acompañamiento durante estos 10 años. El Cardenal Jorge Bergoglio nos ha alentado e insistido en un compromiso estable. No algo de ocasión, fugaz y efímero como el flash de la foto, sino con la tibieza de la vela que ilumina aún en las penumbras más cerradas de la noche.

Durante estos días se realizan diversos actos conmemorativos para guardar memoria y hacer presente en la sociedad lo que ha acontecido. En esta Iglesia Catedral le pedimos a Dios y a la Virgen que no nos suelte de la mano, que necesitamos de su cariño de Padre que abraza y consuela. Necesitamos de la familia y los amigos.

La oración también es compromiso para construir la sociedad fraterna en justicia y solidaridad. Renovemos el compromiso por cuidar la vida en todas sus etapas, y cuidarnos unos a otros. Para que seamos hermanos nació Jesús.

+Jorge Eduardo Lozano

Obispo de Gualeguaychú

Mensaje del Papa Francisco para los familias y amigos de Cromañon

Señor Cardenal Mario Aurelio Poli, Buenos Aires
Querido hermano:
Sé que hoy presidirás la eucaristía al cumplirse el décimo aniversario de Cromañón.
A vos y a todos los que participan les hago llegar la seguridad de mi cercanía y oración.
Que el Señor sane heridas, ayude a una verdadera justicia y dé su paz eterna a quienes murieron allí.
No puedo olvidar aquella noche y los días subsiguientes recorriendo los hospitales.
Hoy, 10 años después, rezo con ustedes y sigo caminando con ustedes.
Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide.
Y por favor, no se olviden de rezar por mí.
Fraternalmente,
Francisco

martes, 23 de diciembre de 2014

Papa Francisco Alerta y las 15 “Enfermedades Curiales”

El Papa Francisco el pasado 23 de diciembre tuvo su mensaje de Navidad a quienes trabajan en la Curia... Muchos medios de comunicación mencionaban parte y no todo lo que dijo, y cuando se saca de contexto no se entiende todo...
Acá les comparto el texto completo para que cada uno pueda hacerse una idea de lo que dijo el Papa y ver que puede ser para cualquiera de nosotros: en nuestro trabajo, familia o comunidad...

Queridos hermanos, 
Al término del Adviento nos encontramos para los tradicionales saludos. En pocos días tendremos la alegría de celebrar la Navidad del Señor; el evento de Dios que se hace hombre para salvar a los hombres; la manifestación del amor de Dios que no se limita a darnos alguna cosa o a enviarnos algún mensaje o ciertos mensajeros, sino que se nos da a sí mismo; el misterio de Dios que lleva sobre sí mismo nuestra condición humana y nuestros pecados para revelarnos su Vida divina, su gracia inmensa y su perdón gratuito. Es la cita con Dios que nace en la pobreza de la gruta de Belén para enseñarnos el poder de la humildad. De hecho, la Navidad es también la fiesta de la luz que no viene acogida de la gente ‘elegida’ sino de la gente pobre y simple que esperaba la salvación del Señor.
Ante todo, quisiera desear a todos ustedes –colaboradores, hermanos y mujeres, representantes pontificios esparcidos por el mundo- y a todos sus queridos, una santa Navidad y un feliz Año Nuevo. Deseo agradecerles cordialmente por su compromiso cotidiano al servicio de la Santa Sede, de la Iglesia Católica, de las Iglesias particulares y del Sucesor de Pedro.
Puesto que somos personas y no números o denominaciones, recuerdo de manera especial aquellos que, durante este año, han terminado su servicio por razones de edad o por haber asumido otros roles, o porque han sido llamados a la Casa del Padre. También a todos ellos y sus familias van mis pensamientos y gratitud.
Deseo elevar con ustedes al Señor un profundo y sincero agradecimiento por el año que termina, por los acontecimientos vividos y por todo el bien que Él ha querido realizar generosamente a través del servicio de la Santa Sede, pidiéndole humildemente perdón por las faltas cometidas "en pensamientos, palabras, obras y omisiones".

Y partiendo de este pedido de perdón, desearía que nuestro encuentro y las reflexiones que voy a compartir con ustedes se conviertan, para todos nosotros, en un apoyo y un estímulo para un verdadero examen de conciencia para preparar nuestro corazón para la Navidad.
Pensando en este encuentro he recordado la imagen de la Iglesia como Cuerpo Místico de Jesucristo. Es una expresión que, como explicó el Papa Pío XII, "fluye y casi brota de lo que exponen con frecuencia las Sagradas Escrituras y los Santos Padres." En este sentido, San Pablo escribió: "Porque así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo" (1 Cor 12,12).
En este sentido, el Concilio Vaticano II nos recuerda que "en la estructura del cuerpo místico de Cristo existe una diversidad de miembros y oficios. Uno es el Espíritu, que para la utilidad de la Iglesia distribuye sus diversos dones con generosidad proporcionada a su riqueza y a las necesidades de los ministerios (1 Cor 12,1-11)." Por lo tanto, "Cristo y la Iglesia forman el "Cristo total" - Christus Totus -. La Iglesia es una con Cristo."
Es hermoso pensar en la Curia Romana como un pequeño modelo de la Iglesia, es decir, como un "cuerpo" que intenta  seriamente y cotidianamente ser más vivo, más sano, más armonioso y más unido en sí mismo y con Cristo.
En realidad, la Curia Romana es un cuerpo complejo, compuesto de muchos Dicasterios, Consejos, Oficinas, Tribunales, Comisiones y numerosos elementos que no tienen todos la misma tarea, pero que se coordinan para poder funcionar en modo eficaz, edificante, disciplinado y ejemplar, a pesar de las diferencias culturales, lingüísticas y nacionales de sus miembros.
De todos modos, siendo la Curia un cuerpo dinámico, no puede vivir sin alimentarse y cuidarse. De hecho, la Curia - como la Iglesia - no puede vivir sin tener una relación vital, personal, auténtica y equilibrada con Cristo. Un miembro de la Curia que no se alimenta todos los días con aquel Alimento se convertirá en un burócrata (un formalista, un funcionalista, un simple empleado): una rama que se seca y muere lentamente y se tira lejos. La oración diaria, la participación regular en los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la reconciliación, el contacto diario con la Palabra de Dios y la espiritualidad traducida en caridad vivida son el alimento vital para cada uno de nosotros. Que sea claro a todos nosotros que sin Él no podemos hacer nada (cf. Jn 15, 8).
Como resultado, la relación viva con Dios nutre y refuerza también la comunión con los demás, o sea, cuanto más estrechamente adherimos a Dios, más estamos unidos entre nosotros, porque el Espíritu de Dios nos une y el espíritu maligno divide.
La Curia está llamada a mejorar, siempre mejorar y crecer en comunión, santidad y sabiduría para realizar plenamente su misión. Sin embargo, como cada cuerpo, como todo cuerpo humano, está expuesto a la enfermedad, al mal funcionamiento. Y aquí me gustaría mencionar algunas de estas enfermedades probables, enfermedades de la curia. Las enfermedades más frecuentes en nuestra vida de la Curia son las enfermedades y tentaciones que debilitan nuestro servicio al Señor. Creo que nos va a ayudar el "catálogo" de las enfermedades - como los Padres del Desierto, que hacían catálogos – de las que hablamos hoy: nos ayudará a prepararnos para el Sacramento de la Reconciliación, que será un bello paso para todos nosotros para prepararnos para la Navidad.
1. La enfermedad de sentirse “inmortal”, “inmune” o incluso “indispensable” descuidando los necesarios y habituales controles. Una Curia que no se autocrítica, que no se actualiza, que no trata de mejorarse es un cuerpo enfermo. Una ordinaria visita a los cementerios podría ayudarnos a ver los nombres de tantas personas, de las que cuales algunas tal vez creíamos que eran inmortales, inmunes e indispensables. Es la enfermedad del rico insensato del Evangelio que pensaba vivir eternamente (cfr. Lc 12, 13-21) y también de aquellos que se transforman en patrones y se sienten superiores a todos y no al servicio de todos. Esta deriva frecuentemente de la patología del poder, del ‘complejo de los Elegidos’, del narcisismo que mira apasionadamente la propia imagen y no ve la imagen de Dios impresa en el rostro de los otros, especialmente de los más débiles  y necesitados. El antídoto a esta epidemia es la gracia de sentirnos pecadores y de decir con todo el corazón: ‘Somos siervos inútiles. Hemos hecho lo que teníamos que hacer’ (Lc 17,10).
2. Otra: es la enfermedad del ‘martalismo’ (que viene de Marta), de la excesiva laboriosidad: es decir de aquellos que se sumergen en el trabajo descuidando, inevitablemente, ‘la parte mejor’: sentarse al pie de Jesús (cfr Lc 10, 38-42). Por esto Jesús ha llamado a sus discípulos a ‘descansar un poco’, (cfr Mc 6,31) porque descuidar el necesario reposo lleva al estrés y a la agitación. El tiempo de reposo, para quien ha terminado la propia misión, es necesario, debido y va vivido seriamente: en el transcurrir un poco de tiempo con los familiares y en el respetar las vacaciones como momentos de recarga espiritual y física; es necesario aprender lo que enseña Eclesiastés que “hay un tiempo para cada cosa” (3,1-15).
3. También está la enfermedad de la ‘fosilización’ mental y espiritual. Es decir, aquellos que poseen un corazón de piedra y ‘tortícolis’ (At 7,51-60); de aquellos que, en el camino, pierden la serenidad interior, la vivacidad y la audacia y se esconden bajo los papeles convirtiéndose en ‘máquinas de prácticas’ y no ‘hombres de Dios’ (cfr. Eb 3,12). Es peligroso perder la sensibilidad humana necesaria para llorar con quienes lloran y alegrarse con aquellos que se alegran. Es la enfermedad de quienes pierden ‘los sentimientos de Jesús’ (cfr Fil 2,5-11) porque su corazón, con el pasar del tiempo, se endurece y se convierte en incapaz de amar incondicionadamente al Padre y al prójimo (cfr Mt 22, 34-40). Ser cristiano, de hecho, significa ‘tener los mismos sentimientos que fueron de Jesucristo’ (Fil 2,5), sentimientos de humildad y de donación, de desapego y de generosidad.
4. La enfermedad de la excesiva planificación y del funcionalismo. Cuando el apóstol planifica todo minuciosamente y cree que si hace una perfecta planificación las cosas efectivamente progresan, convirtiéndose de esta manera en un contador. Preparar todo bien es necesario, pero sin caer nunca en la tentación de querer encerrar o pilotear la libertad del Espíritu Santo que es siempre más grande, más generosa que cualquier planificación humana (cfr. Jn 3,8). Si cae en esta enfermedad es porque ‘siempre es más fácil y cómodo permanecer en las propias posturas estáticas e inmutables. En realidad, la Iglesia se muestra fiel al Espíritu Santo en la medida en que no tiene la pretensión de regularlo y de domesticarlo… -domesticar al Espíritu Santo- Él es frescura, fantasía, novedad.
5. La enfermedad de la mala coordinación. Cuando los miembros pierden la comunión entre ellos y el cuerpo pierde su armonioso funcionamiento y su templanza, se convierten en una orquesta que produce ruido porque sus miembros no colaboran y no viven el espíritu de comunión y de equipo. Cuando el pie dice al brazo: ‘no te necesito’ o la mano dice a la cabeza ‘mando yo’, causa malestar y escándalo.
6. La enfermedad del ‘Alzheimer espiritual’, es decir el olvido de la ‘historia de la salvación’, de la historia personal con el Señor, del ‘primer amor’ (Ap 2,4). Se trata de una disminución progresiva de las facultades espirituales que en un más o menos largo período de tiempo causa serias discapacidades a la persona haciéndola incapaz de desarrollar alguna actividad autónoma, viviendo en un estado de absoluta dependencia de sus concepciones, a menudo imaginarias. Lo vemos en aquellos que han perdido la memoria de su encuentro con el Señor; en quienes no tienen sentido deuteronómico de la vida; en aquellos que dependen completamente de su presente, de las propias pasiones, caprichos y manías, en quienes construyen a su alrededor muros y hábitos se convierten, cada vez más, en esclavos de los ídolos que han esculpido con sus propias manos.
  7. La enfermedad de la rivalidad y de la vanagloria. Cuando la apariencia, los colores de la ropa o las medallas honoríficas se convierten en el primer objetivo de la vida, olvidando las palabras de San Pablo: ‘No hagan nada por rivalidad o vanagloria, sino que cada uno de ustedes, con humildad, considere a los otros superiores a sí mismo. Cada uno no busque el propio interés, sino también el de los otros (Fil 2,1-4). Es la enfermedad que nos lleva a ser hombres y mujeres falsos y a vivir un falso ‘misticismo’ y un falso ‘quietismo’. El mismo San Pablo los define ‘enemigos de la Cruz de Cristo’ porque se jactan de aquello que tendrían que avergonzarse y no  piensan más que a las cosas de la tierra (Fil 3,19).
8. La enfermedad de la esquizofrenia existencial. Es la de quienes viven una doble vida, fruto de la hipocresía típica del mediocre y del progresivo vacío espiritual que licenciaturas o títulos académicos no pueden llenar. Una enfermedad que sorprende frecuentemente a los que abandonan el servicio pastoral, se limitan a las cosas burocráticas, perdiendo de esta manera el contacto con la realidad, con las personas concretas. Crean así un mundo paralelo, en donde ponen de parte todo lo que enseñan severamente a los demás e inician a vivir una vida oculta y a menudo disoluta. La conversión es muy urgente e indispensable para esta gravísima enfermedad (cfr Lc 15, 11-32).
9. La enfermedad de los chismes, de las murmuraciones y de las habladurías. De esta enfermedad ya he hablado en muchas ocasiones, pero nunca lo suficiente. Es una enfermedad grave, que inicia simplemente, quizá solo por hacer dos chismes y se adueña de la persona haciendo que se vuelva ‘sembradora de cizaña’ (como Satanás), y, en muchos casos casi ‘homicida a sangre fría’ de la fama de los propios colegas y hermanos. Es la enfermedad de las personas cobardes que, al no tener la valentía de hablar directamente, hablan a las espaldas de la gente. San Pablo nos advierte: hacer todo sin murmurar y sin vacilar, para ser irreprensibles y puros (Fil 2,14.18). Hermanos, ¡cuidémonos del terrorismo de los chismes!
10. La enfermedad de divinizar a los jefes: es la enfermedad de los que cortejan a los superiores, esperando obtener su benevolencia. Son víctimas del carrerismo y del oportunismo, honran a las personas y no a Dios (cfr Mt 23-8.12). Son personas que viven el servicio pensando únicamente en lo que deben obtener y no en lo que deben dar. Personas mezquinas, infelices e inspiradas solamente por el propio egoísmo (cfr Gal 5,16-25). Esta enfermedad podría golpear también a los superiores cuando cortejan a algunos de sus colaboradores para obtener su sumisión, lealtad y dependencia psicológica, pero el resultado final es una verdadera complicidad.
11. La enfermedad de la indiferencia hacia los demás. Cuando cada uno sólo piensa en sí mismo y pierde la sinceridad y el calor de las relaciones humanas. Cuando el más experto no pone su conocimiento al servicio de los colegas menos expertos. Cuando se sabe algo se posee para sí mismo en lugar de compartirlo positivamente con los otros. Cuando, por celos o por astucia, se siente alegría viendo al otro caer en lugar de levantarlo y animarlo. 
12. La enfermedad de la cara de funeral. Es decir, la de las personas bruscas y groseras, quienes consideran que para ser serios es necesario pintar el rostro de melancolía, de severidad y tratar a los demás -sobre todo a los que consideran inferiores- con rigidez, dureza y arrogancia. En realidad, la severidad teatral y el pesimismo estéril son a menudo síntomas de miedo y de inseguridad de sí. El apóstol debe esforzarse para ser una persona cortés, serena, entusiasta y alegre que transmite felicidad en donde se encuentra. Un corazón lleno de Dios es un corazón feliz que irradia y contagia con la alegría a todos los que están alrededor de él: se ve inmediatamente. No perdamos, por lo tanto, el espíritu alegre, lleno de humor e incluso auto-irónicos, que nos convierte en personas amables, también en las situaciones difíciles. Qué bien nos hace una buena dosis de un sano humorismo. Nos hará muy bien rezar frecuentemente la oración de Santo Tomás Moro: yo la rezo todos los días, me hace bien.
13. La enfermedad de la acumulación: cuando el apóstol trata de llenar un vacío existencial en su corazón acumulando bienes materiales, no por necesidad, sino solo para sentirse al seguro. En realidad, no podremos llevar nada material con nosotros porque ‘el sudario no tiene bolsillos’ y todos nuestros tesoros terrenos –también si son regalos- no podrán llenar nunca aquel vacío, y lo harán más exigente y más profundo. A estas personas el Señor repite ‘tú dices soy rico, me he enriquecido, no tengo necesidad de nada. Pero no sabes que eres un infeliz, un miserable, un pobre, un ciego y desnudo… Sé pues celoso y conviértete’ (Ap 3,17-19). La acumulación pesa solamente y ralentiza el camino inexorable. Pienso en una anécdota: un tiempo, los jesuitas españoles describían a la Compañía de Jesús como la ‘caballería ligera de la Iglesia’. Recuerdo la mudanza de un joven jesuita, mientras cargaba el camión de sus posesiones: maletas, libros, objetos y regalos, y escuchó, con una sabia sonrisa, de un anciano jesuita que lo estaba observando: ¿Esta sería la caballería ligera de la Iglesia? Nuestras ‘mudanzas’ son signos de esta enfermedad.
14. La enfermedad de los círculos cerrados en donde la pertenencia al grupito se vuelve más fuerte de la pertenencia al Cuerpo y, en algunas situaciones, a Cristo mismo. También esta enfermedad comienza siempre de buenas intenciones, pero, con el paso del tiempo, esclaviza a los miembros convirtiéndose en un ‘cáncer’ que amenaza la armonía del Cuerpo y causa tanto mal –escándalos- especialmente a nuestros hermanos más pequeños. La autodestrucción o el ‘fuego amigo’ de las comilonas es el peligro más  sutil. Es el mal que golpea desde dentro, y como dice Cristo, ‘cada reino dividido en sí mismo va a la ruina’ (Lc 11,17).
15. Y la última, la enfermedad del provecho mundano, del exhibicionismo, cuando el apóstol transforma su servicio en poder, y su poder en mercancía para obtener provechos mundanos o más poderes. Es la enfermedad de las personas que buscan infatigablemente el multiplicar poderes y por este objetivo son capaces de calumniar, de difamar y de desacreditar a los demás, incluso en periódicos y en revistas. Naturalmente para exhibirse y demostrarse más capaces que los demás. También esta enfermedad hace mucho daño al Cuerpo porque lleva a las personas a justificar el uso de cualquier medio para alcanzar tal objetivo, a menudo en nombre de la justicia y de la transparencia. Recuerdo un sacerdote que llamaba a los periodistas para decirles -e inventar- cosas privadas y reservadas de sus hermanos y parroquianos. Para él, lo que contaba era verse en las primeras páginas, porque así se sentía ‘poderoso y vencedor’, causando tanto mal a los otros y a la Iglesia. ¡Pobrecito!
Hermanos, estas enfermedades y tentaciones son naturalmente un peligro para cada cristiano y para cada curia, comunidad, congregación, parroquia, movimiento eclesial, y pueden golpear sea a nivel individual que comunitario.
Es necesario aclarar que es sólo el Espíritu Santo –el alma del Cuerpo Místico de Cristo, como afirma el Credo: ‘Creo… en el Espíritu Santo, Señor y vivificador’- quien cura cada enfermedad. Es el Espíritu Santo quien sostiene cada sincero esfuerzo de purificación y de cada buena voluntad de conversión. Es Él quien nos da a entender que cada miembro participa en la santificación del cuerpo y a su debilitamiento. Es Él el promotor de la armonía: ‘Ipse harmonia est’, dice San Basilio. San Agustín nos dice: ‘Hasta que una parte se adhiere al cuerpo, su curación no es desesperada; aquello que fue cortado, no puede curarse ni sanar’.  
La curación es también fruto de la conciencia de la enfermedad y de la decisión personal y comunitaria de curarse soportando pacientemente y con perseverancia la curación. Por lo tanto, estamos llamados –en este tiempo de Navidad y para todo el tiempo de nuestro servicio y de nuestra existencia- a vivir ‘según la verdad en la caridad, tratando de crecer en cada cosa hacia Él, que es el jefe, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien compaginado y conectado, mediante la colaboración de cada empalme, según la energía propia de cada miembro, recibe fuerza para crecer en manera de edificar a sí mismo en la caridad (Ef 4, 15-16).
  Queridos hermanos, Una vez he leído que los sacerdotes son como los aviones: sólo hacen noticia cuando caen, pero hay muchos que vuelan. Muchos critican y pocos rezan por ellos. Es una frase muy simpática y muy cierta, porque indica la importancia y la delicadeza de nuestro servicio sacerdotal, y cuánto mal podría causar un solo sacerdote que ‘cae’ a todo el cuerpo de la Iglesia. Por lo tanto, para no caer en estos días en los que estamos preparándonos a la Confesión, pidamos a la Virgen María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, curar las heridas del pecado que cada uno de nosotros lleva en su corazón y de sostener a la Iglesia y a la Curia de modo que sean sanos y re sanadores, santos y santificantes, a gloria de su Hijo y para nuestra salvación y del mundo entero. Pidamos a Él hacernos amar a la Iglesia como la ha amado Cristo, su hijo y nuestro Señor, y de tener la valentía de reconocernos pecadores y necesitados de su Misericordia y de no tener miedo a abandonar nuestra mano entre sus manos maternas.
Muchas felicidades por una santa Navidad a todos ustedes, a sus familias y a sus colaboradores. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias de corazón.


viernes, 12 de diciembre de 2014

NICAN MOPOHUA - Aparición de la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac 12 de diciembre de 1531

El relato de la aparición de Guadalupe se conoce como NICAN MOPOHUA. 

Para los que no conocen aquí está:


Aquí se narra se ordena, cómo hace poco, milagrosamente se apareció la perfecta virgen santa maría madre de dios, nuestra reina, allá en el Tepeyac, de renombre Guadalupe.
Primero se hizo ver de un indito, su nombre JuanDiego; y después se apareció su Preciosa Imagen delante del reciente obispo don fray Juan de Zumárraga. (...)
Diez años después de conquistada la ciudad de México, cuando ya estaban depuestas las flechas, los escudos, cuando por todas partes había paz en los pueblos, así como brotó, ya verdece, ya abre su corola la fe, el conocimiento de Aquél por quien se vive: el verdadero Dios.
En aquella sazón, el año 1531, a los pocos días del mes de diciembre, sucedió que había un indito, un pobre hombre del pueblo.
Su nombre era Juan Diego, según se dice, vecino de Cuauhtitlan, y en las cosas de Dios, n todo pertenecía a Tlatilolco.
Era sábado, muy de madrugada, venía en pos de Dios y de sus mandatos.
Y al llegar cerca del cerrito llamado Tepeyac ya amanecía.
Oyó cantar sobre el cerrito, como el canto de muchos pájaros finos; al cesar sus voces, como que les respondía el cerro, sobremanera suaves, deleitosos, sus cantos sobrepujaban al del coyoltototl y del tzinitzcan y al de otros pájaros finos.
Se detuvo a ver Juan Diego. Se dijo: ¿Por ventura soy digno, soy merecedor de lo que oigo? ¿Quizá nomás lo estoy soñando? ¿Quizá solamente lo veo como entre sueños?
¿Dónde estoy? ¿Dónde me veo? ¿Acaso allá donde dejaron dicho los antiguos nuestros antepasados, nuestros abuelos: en la tierra de las flores, en la tierra del maíz, de nuestra carne, de nuestro sustento; acaso en la tierra celestial?
Hacia allá estaba viendo, arriba del cerrillo, del lado de donde sale el sol, de donde procedía el precioso canto celestial.
Y cuando cesó de pronto el canto, cuando dejó de oírse, entonces oyó que lo llamaban, de arriba del cerrillo, le decían: "JUANITO, JUAN DIEGUITO".
Luego se atrevió a ir a donde lo llamaban; ninguna turbación pasaba en su corazón ni ninguna cosa lo alteraba, antes bien se sentía alegre y contento por todo extremo; fue a subir al cerrillo para ir a ver de dónde lo llamaban.
Y cuando llegó a la cumbre del cerrillo, cuando lo vio una Doncella que allí estaba de pie, lo llamó para que fuera cerca de Ella.
Y cuando llegó frente a Ella mucho admiró en qué manera sobre toda ponderación aventajaba su perfecta grandeza:
su vestido relucía como el sol, como que reverberaba, y la piedra, el risco en el que estaba de pie, como que lanzaba rayos; el resplandor de Ella como preciosas piedra, como ajorca (todo lo más bello) parecía la tierra como que relumbraba con los resplandores del arco iris en la niebla.
Y los mezquites y nopales y las demás hierbecillas que allí se suelen dar, parecían como esmeraldas. Como turquesa aparecía su follaje. Y su tronco, sus espinas, sus aguates, relucían como el oro.
En su presencia se postró. Escuchó su aliento, su palabra, que era extremadamente glorificadora, sumamente afable, como de quien lo atría y estimaba mucho.
Le dijo:- "ESCUCHA, HIJO MÍO EL MENOR, JUANITO. ¿A DÓNDE TE DIRIGES?"
Y él le contestó:_ "Mi Señora, Reina, Muchachita mía, allá llegaré, a tu casita de México Tlatilolco, a seguir las cosas de Dios que nos dan que nos enseñan quienes son las imágenes de Nuestro Señor: nuestros sacerdotes"
En seguida, con esto dialoga con él, le descubre su preciosa voluntad;
le dice:
"SÁBELO, TEN POR CIERTO, HIJO MÍO EL MÁS PEQUEÑO, QUE YO SOY LA PERFECTA SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA, MADRE DEL VERDADERÍSIMO DIOS POR QUIEN SE VIVE, EL CREADOR DE LAS PERSONAS, EL DUEÑO DE LA CERCANÍA Y DE LA INMEDIACIÓN, EL DUEÑO DEL CIELO, EL DUEÑO DE LA TIERRA, MUCHO DESEO QUE AQUÍ ME LEVANTEN MI CASITA SAGRADA.
EN DONDE LO MOSTRARÉ, LO ENSALZARÉ AL PONERLO DE MANIFIESTO:
LO DARÉ A LAS GENTES EN TODO MI AMOR PERSONAL, EN MI MIRADA COMPASIVA, EN MI AUXILIO, EN MI SALVACIÓN:
PORQUE YO EN VERDAD SOY VUESTRA MADRE COMPASIVA,
TUYA Y DE TODOS LOS HOMBRES QUE EN ESTA TIERRA ESTÁIS EN UNO,
Y DE LAS DEMÁS VARIADAS ESTIRPES DE HOMBRES, MIS AMADORES, LOS QUE A MÍ CLAMEN, LOS QUE ME BUSQUEN, LOS QUE CONFÍEN EN MÍ,
PORQUE ALLÍ LES ESCUCHARÉ SU LLANTO, SU TRISTEZA, PARA REMEDIAR PARA CURAR TODAS SUS DIFERENTES PENAS, SUS MISERIAS, SUS DOLORES.
Y PARA REALIZAR LO QUE PRETENDE MI COMPASIVA MIRADA MISERICORDIOSA, ANDA AL PALACIO DEL OBISPO DE MEXICO, Y LE DIRÁS QUE CÓMO YO TE ENVÍO, PARA QUE LE DESCUBRAS CÓMO MUCHO DESEO QUE AQUÍ ME PROVÉA DE UNA CASA, ME ERIJA EN EL LLANO MI TEMPLO; TODO LE CONTARÁS, CUANTO HAS VISTO Y ADMIRADO, Y LO QUE HAS OÍDO.
Y TEN POR SEGURO QUE MUCHO LO AGRADECERÉ Y LO PAGARÉ,
QUE POR ELLO TE ENRIQUECERÉ, TE GLORIFICARÉ;
Y MUCHO DE ALLÍ MERECERÁS CON QUE YO RETRIBUYA TU CANSANCIO, TU SERVICIO CON QUE VAS A SOLICITAR EL ASUNTO AL QUE TE ENVÍO.
YA HAS OÍDO, HIJO MÍO EL MENOR, MI ALIENTO MI PALABRA; ANDA, HAZ LO QUE ESTÉ DE TU PARTE".
E inmediatamente en su presencia se postró; le dijo:_ "Señora mía, Niña, ya voy a realizar tu venerable aliento, tu venerable palabra; por ahora de Ti me aparto, yo, tu pobre indito".
Luego vino a bajar para poner en obra su encomienda: vino a encontrar la calzada, viene derecho a México.
Cuando vino a llegar al interior de la ciudad, luego fue derecho al palacio del obispo, que muy recientemente había llegado, gobernante sacerdote; su nombre era D. Fray Juan de Zumárraga, sacerdote de San Francisco.
Y en cuanto llegó luego hace el intento de verlo, les ruega a sus servidores, a sus ayudantes, que vayan a decírselo;
después de pasado largo rato vinieron a llamarlo, cuando mandó el señor obispo que entrara.
Y en cuanto entró, luego ante él se arrodilló, se postró, luego ya le descubre, le cuenta el precioso aliento, la preciosa palabra de la Reina del Cielo, su mensaje, y también le dice todo lo que admiró lo que vio, lo que oyó.
Y habiendo escuchado toda su narración, su mensaje, como que no mucho lo tuvo por cierto,
le respondió, le dijo: "Hijo mío, otra vez vendrás, aun con calma te oiré, bien aun desde el principio miraré, consideraré la razón por la que has venido, tu voluntad, tu deseo".
Salió; venía triste porque no se realizó de inmediato su encargo.
Luego se volvió, al terminar el día , luego de allá se vino derecho a la cumbre del cerrillo,
y tuvo la dicha de encontrar a la Reina del Cielo: allí cabalmente donde la primera vez se le apareció, lo estaba esperando.
Y en cuanto la vio, ante Ella se postró, se arrojó por tierra, le dijo:
"Patroncita, Señora, Reina, Hija mía la más pequeña, mi Muchachita, ya fui a donde me mandaste a cumplir tu amable aliento, tu amable palabra; aunque difícilmente entré a donde es el lugar del gobernante sacerdote, lo vi, ante él expuse tu aliento, tu palabra, como me lo mandaste.
Me recibió amablemente y lo escuchó perfectamente, pero, por lo que me respondió, como que no lo entendió, no lo tiene por cierto.
Me dijo: "Otra vez vendrás; aun con calma te escucharé, bien aun desde el principio veré por lo que has venido, tu deseo, tu voluntad".
Bien en ello miré, según me respondió, que piensa que tu casa que quieres que te hagan aquí, tal vez yo nada más lo invento, o que tal vez no es de tus labios;
mucho te suplico, Señora mía; Reina, Muchachita mía, que a alguno de los nobles, estimados, que sea conocido, respetado, honrado, le encargues que conduzca, que lleve tu amable aliento, tu amable palabra para que le crean.
Porque en verdad yo soy un hombre del campo, soy mecapal, soy parihuela, soy cola, soy ala; yo mismo necesito ser conducido, llevado a cuestas, no es lugar de mi andar ni de mí detenerme allá a donde me envías, Virgencita mía, Hija mía menor, Señora, Niña;
por favor dispénsame: afligiré con pena tu rostro, tu corazón; iré a caer en tu enojo, en tu disgusto, Señora Dueña mía".
Le respondió la perfecta Virgen, digna de honra y veneración:
"ESCUCHA, EL MÁS PEQUEÑO DE MIS HIJOS, TEN POR CIERTO QUE NO SON ESCASOS MIS SERVIDORES, MIS MENSAJEROS, A QUIENES ENCARGUÉ QUE LLEVEN MI ALIENTO MI PALABRA, PARA QUE EFECTÚEN MI VOLUNTAD;
PERO ES MUY NECESARIO QUE TÚ, PERSONALMENTE, VAYAS, RUEGUES, QUE POR TU INTERCESIÓN SE REALICE, SE LLEVE A EFECTO MI QUERER, MI VOLUNTAD.
Y, MUCHO TE RUEGO, HIJO MÍO EL MENOR, Y CON RIGOR TE MANDO, QUE OTRA VEZ VAYAS MAÑANA A VER AL OBISPO.
Y DE MI PARTE HAZLE SABER, HAZLE OÍR MI QUERER, MI VOLUNTAD, PARA QUE REALICE, HAGA MI TEMPLO QUE LE PIDO.
Y BIEN, DE NUEVO DILE DE QUÉ MODO YO, PERSONALMENTE, LA SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA, YO, QUE SOY LA MADRE DE DIOS, TE MANDO".
Juan Diego, por su parte, le respondió, le dijo:_ "Señora mía, Reina, Muchachita mía, que no angustie yo con pena tu rostro, tu corazón; con todo gusto iré a poner por obra tu aliento, tu palabra; de ninguna manera lo dejaré de hacer, ni estimo por molesto el camino.
Iré a poner en obra tu voluntad, pero tal vez no seré oído, y si fuere oído quizás no seré creído.
Mañana en la tarde, cuando se meta el sol, vendré a devolver a tu palabra, a tu aliento, lo que me responda el gobernante sacerdote.
Ya me despido de Tí respetuosamente, Hija mía la más pequeña, Jovencita, Señora, Niña mía, descansa otro poquito.
Y luego se fue él a su casa a descansar..
Al día siguiente, domingo, bien todavía en la nochecilla, todo aún estaba oscuro, de allá salió, de su casa, se vino derecho a Tlatilolco, vino a saber lo que pertenece a Dios y a ser contado en lista; luego para ver al señor obispo.
Y a eso de las diez fue cuando ya estuvo preparado: se había oído misa y se había nombrado lista y se había dispersado la multitud.
Y Juan Diego luego fue al palacio del señor obispo.
Y en cuanto llegó hizo toda la lucha por verlo, y con mucho trabajo otra vez lo vió;
a sus pies se hincó, lloró, se puso triste al hablarle, al descubrirle la palabra, el aliento de la Reina del Cielo,
que ojalá fuera creída la embajada, la voluntad de la Perfecta Virgen, de hacerle, de erigirle su casita sagrada, en donde había dicho, en donde la quería
Y el gobernante obispo muchísimas cosas le preguntó, le investigó, para poder cerciorarse, dónde la había visto, cómo era Ella; todo absolutamente se lo contó al señor obispo.
Y aunque todo absolutamente se lo declaró, y en cada cosa vió, admiró que aparecía con toda claridad que Ella era la Perfecta Virgen, la Amable, Maravillosa Madre de Nuestro Salvador Nuestro Señor Jesucristo,
sin embargo, no luego se realizó.
Dijo que no sólo por su palabra, su petición se haría, se realizaría lo que él pedía,
que era muy necesaria alguna otra señal para poder ser creído cómo a él lo enviaba la Reina del Cielo en persona.
Tan pronto como lo oyó Juan Diego, le dijo al obispo:
"Señor gobernante, considera cuál será la señal que pides, porque luego iré a pedírsela a la Reina del Cielo que me envió".
Y habiendo visto el obispo que ratificaba, que en nada vacilaba ni dudaba, luego lo despacha.
Y en cuanto se viene, luego le manda a algunos de los de su casa en los que tenía absoluta confianza, que lo vinieran siguiendo, que bien lo observaran a dónde iba, a aquién veía, con quién hablaba.
Y así se hizo. Y Juan Diego luego se vino derecho. Siguió la calzada.
Y los que lo seguían, donde sale la barranca cerca del Tepeyac, en el puente de madera lo vinieron a perder. Y aunque por todas partes buscaron, ya por ninguna lo vieron.
Y así se volvieron. No sólo porque con ello se fastidiaron grandemente, sino también porque les impidió su intento, los hizo enojar.
Así le fueron a contar al señor obispo, le metieron en la cabeza que no le creyera, le dijeron cómo nomás le contaba mentiras, que nada más inventaba lo que venía a decirle, o que sólo soñaba o imaginaba lo que le decía, lo que le pedía.
Y bien así lo determinaron que si otra vez venía, regresaba, allí lo agarrarían, y fuertemente lo castigarían, para que ya no volviera a decir mentiras ni a alborotar a la gente.
Entre tanto, Juan Diego estaba con la Santísima Virgen, diciéndole la respuesta que traía del señor obispo;
la que, oída por la Señora, le dijo:
"BIEN ESTÁ, HIJITO MÍO, VOLVERÁS AQUÌ MAÑANA PARA QUE LLEVES AL OBISPO LA SEÑAL QUE TE HA PEDIDO;
CON ESO TE CREERÁ Y ACERCA DE ESTO YA NO DUDARÁ NI DE TI SOSPECHARÁ;
Y SÁBETE, HIJITO MÍO, QUE YO TE PAGARÉ TU CUIDADO Y EL TRABAJO Y CANSANCIO QUE POR MI HAS EMPRENDIDO;
EA, VETE AHORA; QUE MAÑANA AQUÍ TE AGUARDO".
Y al día siguiente, lunes, cuando debía llevar Juan Diego alguna señal para ser creído, ya no volvió.
Porque cuando fué a llegar a su casa, a un su tío, de nombre Juan Bernardino, se le había asentado la enfermedad, estaba muy grave.
Aun fué a llamarle al médico, aún hizo por él, pero ya no era tiempo, ya estaba muy grave.
Y cuando anocheció, le rogó su tío que cuando aún fuere de madrugada, cuando aún estuviere oscuro, saliera hacia acá, viniera a llamar a Tlatilolco algún sacerdote para que fuera a confesarlo, para que fuera a prepararlo,
porque estaba seguro de que ya era el tiempo, ya el lugar de morir, porque ya no se levantaría, ya no se curaría.
Y el martes, siendo todavía mucho muy de noche, de allá vino a salir, de su casa, Juan Diego, a llamar el sacerdote a Tlatilolco,
y cuando ya acertó a llegar al lado del cerrito terminación de la sierra, al pie, donde sale el camino, de la parte en que el sol se mete, en donde antes él saliera, dijo:
"Si me voy derecho por el camino, no vaya a ser que me vea esta Señora y seguro, como antes, me detendrá para que le lleve la señal al gobernante eclesiástico como me lo mandó;
que primero nos deje nuestra tribulación; que antes yo llame de prisa al sacerdote religioso, mi tío no hace más que aguardarlo".
En seguida le dio la vuelta al cerro, subió por enmedio y de ahí atravesando, hacia la parte oriental fue a salir, para rápido ir a llegar a México, para que no lo detuviera la Reina del Cielo.
Piensa que por donde dio la vuelta no lo podrá ver la que perfectamente a todas partes está mirando.
La vio cómo vino a bajar de sobre el cerro, y que de allí lo había estado mirando, de donde antes lo veía.
Le vino a salir al encuentro a un lado del cerro, le vino a atajar los paso; le dijo:
"¿QUÉ PASA, EL MÁS PEQUEÑO DE MIS HIJOS? ¿A DÓNDE VAS, A DÓNDE TE DIRIGES?":
Y él, ¿tal vez un poco se apenó, o quizá se avergonzó? ¿o tal vez de ello se espantó, se puso temeroso?
En su presencia se postró, la saludó, le dijo:
"Mi Jovencita, Hija mía la más pequeña, Niña mía, ojalá que estés contenta; ¿cómo amaneciste? ¿Acaso sientes bien tu amado cuerpecito, Señora mía, Niña mía?
Con pena angustiaré tu rostro, tu corazón: te hago saber, Muchachita mía, que está muy grave un servidor tuyo, tío mío.
Una gran enfermedad se le ha asentado, seguro que pronto va a morir de ella.
Y ahora iré de prisa a tu casita de México, a llamar a alguno de los amados de Nuestro Señor, de nuestros sacerdotes, para que vaya a confesarlo y a prepararlo,
porque en realidad para ello nacimos, los que vinimos a esperar el trabajo de nuestra muerte.
Más, si voy a llevarlo a efecto, luego aquí otra vez volveré para ir a llevar tu aliento, tu palabra, Señora, Jovencita mía.
Te ruego me perdones, ténme todavía un poco de paciencia, porque con ello no te engaño, Hija mía la menor, Niña mía, mañana sin falta vendré a toda prisa".
En cuanto oyó las razones de Juan Diego, le respondió la Piadosa Perfecta Virgen:
"ESCUCHA, PÓNLO EN TU CORAZÓN, HIJO MÍO EL MENOR, QUE NO ES NADA LO QUE TE ESPANTÓ, LO QUE TE AFLIGIÓ, QUE NO SE PERTURBE TU ROSTRO, TU CORAZÓN; NO TEMAS ESTA ENFERMEDAD NI NINGUNA OTRA ENFERMEDAD, NI COSA PUNZANTE, AFLICTIVA.
¿NO ESTOY AQUI, YO, QUE SOY TU MADRE? ¿NO ESTÁS BAJO MI SOMBRA Y RESGUARDO? ¿NO SOY, YO LA FUENTE DE TU ALEGRÍA? ¿NO ESTÁS EN EL HUECO DE MI MANTO, EN EL CRUCE DE MIS BRAZOS? ¿TIENES NECESIDAD DE ALGUNA OTRA COSA?.
QUE NINGUNA OTRA COSA TE AFLIJA, TE PERTURBE; QUE NOTE APRIETE CON PENA LA ENFERMEDAD DE TU TÍO, PORQUE DE ELLA NO MORIRÁ POR AHORA. TEN POR CIERTO QUE YA ESTÁ BUENO"
(Y luego en aquel mismo momento sanó su tío, como después se supo):
Y Juan Diego, cuando oyó la amable palabra, el amable aliento de la Reina del Cielo, muchísimo con ello se consoló, bien con ello se apaciguó su corazón,
y le suplicó que inmediatamente lo mandara a ver al gobernador obispo, a llevarle algo de señal, de comprobación, para que creyera
la Reina Celestial luego le mandó que subiera a la cumbra del cerrillo, en donde antes la veía;
Le dijo: "SUBE, HIJO MÍO EL MENOR, A LA CUMBRE DEL CERRILLO, A DONDE ME VISTE Y TE DI ÓRDENES
ALLÍ VERÁS QUE HAY VARIADAS FLORES: CÓRTALAS, REÚNELAS, PONLAS TODAS JUNTAS; LUEGO, BAJA AQUÍ; TRÁELAS AQUÍ, A MI PRESENCIA.
Y Juan Diego luego subió al cerrillo,
y cuando llegó a la cumbre, mucho admiró cuantas había florecidas, abiertas sus corolas, flores las más variadas, bellas y hermosas, cuando todavía no era su tiempo:
porque de veras que en aquella sazón arreciaba el hielo;
estaban difundiendo un olor suavísimo; como perlas preciosas, como llenas de rocío nocturno.
Luego comenzó a cortarlas,, todas las juntó, las puso en el hueco de su tilma.
Por cierto que en la cumbre del cerrito no era lugar en que se dieran ningunas flores, sólo abundan los riscos, abrojos, espinas; nopales, mezquites,
y si acaso algunas hierbecillas se solían dar, entonces era el mes de diciembre, en que todo lo come, lo destruye el hielo.
Y en seguida vino a bajar, vino a traerla a la Niña Celestial las diferentes flores que había ido a cortar,
y cuando las vio, con sus venerables manos las tomó;
luego otra vez se las vino a poner todas juntas en el hueco de su ayate, le dijo:
"MI HIJITO MENOR, ESTAS DIVERSAS FLORES SON LA PRUEBA, LA SEÑAL QUE LLEVARÁS AL OBISPO;
DE MI PARTE LE DIRÁS QUE VEA EN ELLAS MI DESEO, Y QUE POR ELLO REALICE MI QUERER, MI VOLUNTAD.
Y TÚ..., TÚ QUE ERES MI MENSAJERO...., EN TI ABSOLUTAMENTE SE DEPOSITA LA CONFIANZA;
Y MUCHO TE MANDO, CON RIGOR QUE NADA MÁS A SOLAS EN LA PRESENCIA DEL OBISPO EXTIENDAS TU AYATE, Y LE ENSEÑES LO QUE LLEVAS.
Y LE CONTARÁS TODO PUNTUALMENTE LE DIRÁS QUE TE MANDÉ QUE SUBIERAS A LA CUMBRE DEL CERRITO A CORTAR FLORES, Y CADA COSA QUE VISTE Y ADMIRASTE,
PARA QUE PUEDAS CONVENCER AL GOBERNANTE SACERDOTE, PARA QUE LUEGO PONGA LO QUE ESTÁ DE SU PARTE PARA QUE SE HAGA, SE LEVANTE MI TEMPLO QUE LE HE PEDIDO".
Y en cuanto le dio su mandato la Celestial Reina, vino a tomar la calzada, viene derecho a México, ya viene contento.
Ya así viene sosegado su corazón, porque vendrá a salir bien, lo llevará perfectamente.
Mucho viene cuidando lo que está en el hueco de su vestidura, no vaya a ser que algo tire;
viene disfrutando del aroma de las diversas preciosas flores.
Cuando vino a llegar al palacio del obispo, lo fueron a encontrar el portero y los demás servidores del sacerdote gobernante,
y les suplicó que le dijeran cómo deseaba verlo, pero ninguno quiso, fingían que no le entendían, o tal vez porque aún estaba muy oscuro,
o tal vez porque ya lo conocían que nomás los molestaba, los importunaba,
y ya les habían contado sus compañeros, los que lo fueron a perder de vista cuando lo fueron siguiendo
Durante muchísimo rato estuvo esperando la razón.
Y cuando vieron que por muchísimo rato estuvo allí, de pie, cabizbajo, sin hacer nada, por si era llamado, y como que algo traía, lo llevaba en el hueco de su tilma; luego pues, se le acercaron para ver qué traía y desengañarse.
Y cuando vio Juan Diego que de ningún modo podía ocultarles lo que llevaba y que por eso lo molestarían, lo empujarían o tal vez lo aporrearían, un poquito les vino a mostrar que eran flores.
Y cuando vieron que todas eran finas, variadas flores y que no era tiempo entonces de que se dieran, las admiraron muy mucho, lo frescas que estaban, lo abiertas que tenían sus corolas, lo bien que olían, lo bien que parecían
Y quisieron coger y sacar unas cuantas;
tres veces sucedió que se atrevieron a cogerlas, pero de ningún modo pudieron hacerlo,
porque cuando hacían el intento ya no podían ver las flores, sino que, a modo de pintadas, o bordadas, o cosidas en la tilma las veían.
Inmediatamante fueron a decirle al gobernante obispo lo que habían visto,
cómo deseaba verlo el indito que otras veces había venido, y que ya hacía muchísimo rato que estaba allí aguardando el permiso, porque quería verlo.
Y el gobernante obispo, en cuando lo oyó, dió en la cuenta de que aquello era la prueba para convencerlo, para poner en obra lo que solicitaba el hombrecito.
Enseguida dio orden de que pasara a verlo.
Y habiendo entrado, en su presencia se postró, como ya antes lo había hecho.
Y de nuevo le contó lo que había visto, admirado, y su mensaje.
Le dijo:_"Señor mío, gobernante, ya hice, ya llevé a cabo según me mandaste;
así fui a decirle a la Señora mi Ama, la Niña Celestial, Santa María, la Amada Madre de Dios, que pedías una prueba para poder creerme, para que le hicieras su casita sagrada, en donde te la pedía que la levantaras;
y también le dije que te había dado mi palabra de venir a traerte alguna señal, alguna prueba de su voluntad, como me lo encargaste.
Y escuchó bien tu aliento, tu palabra, y recibió con agrado tu petición de la señal, de la prueba, para que se haga, se verifique su amada voluntad.
Y ahora, cuando era todavía de noche, me mandó para que otra vez viniera a verte;
y le pedí la prueba para ser creído, según había dicho que me la daría, e inmediatamente lo cumplió.
Y me mandó a la cumbre del cerrito en donde antes yo la había visto, para que allí cortara diversas rosas de Castilla.
Y cuando las fui a cortar, se las fui allevar allá abajo;
y con sus santas manos las tomó,
de nuevo en el hueco de mi ayate las vino a colocar,
para que te las viniera a traer, para que a ti personalmente te las diera.
Aunque bien sabía yo que no es lugar donde se den flores la cumbre del cerrito, porque sólo hay abundancia de riscos, abrojos, huizaches, nopales, mezquites, no por ello dudé, no por ello vacilé.
Cuando fui a llegar a la cumbre del cerrito miré que ya era el paraíso.
Allí estaban ya perfectas todas las diversas flores preciosas, de lo más fino que hay, llenas de rocío, esplendorosas, de modo que luego las fui a cortar;
y me dijo que de su parte te las diera, y que ya así yo probaría, que vieras la señal que le pedías para realizar su amada voluntad,
y para que aparezca que es verdad mi palabra, mi mensaje,,
Aquí las tienes, hazme favor de recibirlas."
Y luego extendió su blanca tilma , en cuyo hueco había colocado las flores.
Y así como cayeron al suelo todas las variadas flores preciosas,
luego allí se convirtió en señal, se apareció de repente la Amada Imagen de la Perfecta Virgen Santa María, Madre de Dios, en la forma y figura en que ahora está,
en donde ahora es conservada en su amada casita, en su sagrada casita en el Tepeyac, que se llama Guadalupe.
Y en cuanto la vio el obispo gobernante y todos los que allí estaban, se arrodillaron, mucho la admiraron,
se pusieron de pie para verla, se entristecieron, se afligieron, suspenso el corazón, el pensamiento.....
Y el obispo gobernante con llanto, con tristeza, le rogó, le pidió perdón por no luego haber realizado su voluntad, su venerable aliento, su venerable palabra,
y cuando se puso de pie, desató del cuello de donde estaba atada, la vestidura, la tilma de Juan Diego en la que se apareció, en donde se convirtió en señal la Reina Celestial,
Y luego la llevó; allá la fue a colocar a su oratorio.
Y todavía allí pasó un día Juan Diego en la casa del obispo, aún lo detuvo.
Y al día siguiente le dijo:_"Anda, vamos a que muestres dónde es la voluntad de la Reina del Cielo que le erijan su templo.
De inmediato se convidó gente para hacerlo, levantarlo,
Y Juan Diego, en cuanto mostró en dónde había mandado la Señora del Cielo que se erigiera su casita sagrada, luego pidió permiso:
quería ir a su casa para ir a ver a su tío Juan Bernardino, que estaba muy grave cuando lo dejó para ir a llamar a un sacerdote a Tlatilolco para que lo confesara y lo dispusiera, de quien le había dicho la Reina del Cielo que ya había sanado.
Pero no lo dejaron ir solo, sino que lo acompañaron a su casa.
Y al llegar vieron a su tío que ya estaba sano, absolutamente nada le dolía.
Y él, por su parte, mucho admiró la forma en que su sobrino era acompañado y muy honrado;
le preguntó a su sobrino por qué así sucedía, el que mucho le honraran;
Y él le dijo cómo cuando lo dejó para ir a llamarle un sacerdote para que lo confesara, lo dispusiera, allá en el Tepeyac se le apareció la Señora del Cielo;
y lo mandó a México ver al gobernante obispo, para que allí le hicera una casa en el Tepeyac.
Y le dijo que no se afligiera, que ya su tío estaba contento, y con ello mucho se consoló.
Le dijo su tío que era cierto, que en aquel preciso momento lo sanó,
y la vió exactamente en la misma forma en que se le había aparecido a su sobrino,
le dijo cómo a él también lo había enviado a México a ver al obispo;
y que también, cuando fuera a verlo, que todo absolutamente le descubriera, le platicara lo que había visto
y la manera maravillosa en que lo había sanado,
y que bien así la llamaría bien así se nombraría; LA PERFECTA VIRGEN SANTA MARIA DE GUADALUPE, su Amada Imagen.
Y luego trajeron a Juan Bernardino a la presencia del gobernante obispo, lo trajeron a hablar con él a dar testimonio,
y junto con su sobrino Juan Diego, los hospedó en su casa el obispo unos cuantos días,
en tanto que se levantó la casita sagrada de la Niña Reina allá en el Tepeyac; donde se hizo ver de Juan Diego.
Y el señor obispo trasladó a la Iglesia Mayor la amada Imagen de la Amada Niña Celestial.
La vino a sacar de su palacio, de su oratorio en donde estaba, para que todos la vieran la admiraran, su amada Imagen.
Y absolutamente toda esta ciudad, sin faltar nadie, se estremeció cuando vino a ver a admirar su preciosa Imagen.
Venían a reconocer su carácter divino.
Venían a presentarle sus plegarias.
Muchos admiraron en qué milagrosa manera se había aparecido,
puesto que absolutamente ningún hombre de la tierra pintó su amada Imagen.

LINEAMENTA SINODO SOBRE LA FAMILIA OCTUBRE 2015

Queridos amigos todos:

Les pido que lo lean tranquilos...

En este último mes de octubre se ha hablado mucho sobre el Sínodo extraordinario sobre la Familia. Mucho de lo comentado venía presentado por los medios y no reflejaba la realidad de lo trabajado.

El Sínodo tuvo un documento final (Relatio Synodi) que fue lo que se dio a conocer junto con el discurso del Papa al finalizar (¡BUENÍSIMO! y lo podes leer en este blog en http://padrejavierklajner.blogspot.com.ar/2014/10/discurso-del-papa-francisco-al-concluir.html).

Esta Relatio sirve como comienzo para el trabajo al próximo sínodo Ordinario que se celebrará en octubre de 2015. 

Faltan muchos meses por eso el Papa Francisco nos pide que trabajemos con ese documento final y con unas preguntas.

A continuación transcribo LOS LINEAMENTA (base para el trabajo del Sínodo), estructura y textos junto a las preguntas. 

Les pido que las lean y desde ahí hagamos un aporte para que podamos responder al desafío que nos propone el papa, que pensemos La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo.

Bendiciones






SÍNODO DE LOS OBISPOS
________________________________________________________
XIV ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA

La vocación y la misión de la familia
en la Iglesia y en el mundo contemporáneo

LINEAMENTA

Ciudad del Vaticano
2014

ÍNDICE


Relatio Synodi de la III Asamblea General Extraordinaria

Introducción

I Parte
La escucha: el contexto y los desafíos de la familia
El contexto sociocultural
La importancia de la vida afectiva
El desafío para la pastoral

II Parte
La mirada fija en Cristo: el Evangelio de la familia
La mirada fija en Jesús y la pedagogía divina en la historia de la salvación
La familia en el designio salvífico de Dios
La familia en los documentos de la Iglesia
La indisolubilidad del matrimonio y el gozo de vivir juntos
Verdad y belleza de la familia
y misericordia para con las familias heridas y frágiles

III Parte
La confrontación: perspectivas pastorales
Anunciar el Evangelio de la familia hoy, en los diversos contextos
Guiar a los prometidos en el camino de preparación al matrimonio
Acompañar en los primeros años de la vida matrimonial
Solicitud pastoral por quienes viven en el matrimonio civil o en convivencias
Cuidar de las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a casar, divorciados vueltos a casar, familias monoparentales)
La atención pastoral por las personas con orientación homosexual
La transmisión de la vida y el desafío de la disminución de la natalidad
El desafío de la educación y el rol de la familia en la evangelización




La escucha: el contexto y los desafíos de la familia
El contexto sociocultural
La importancia de la vida afectiva
El desafío para la pastoral

Preguntas sobre la II parte
La mirada fija en Cristo: el Evangelio de la familia
La mirada fija en Jesús y la pedagogía divina en la historia de la salvación
La familia en el designio salvífico de Dios
La familia en los documentos de la Iglesia
La indisolubilidad del matrimonio y el gozo de vivir juntos
Verdad y belleza de la familia y misericordia para con las familias heridas y frágiles

Preguntas sobre la III parte
La confrontación: perspectivas pastorales
Anunciar el Evangelio de la familia hoy, en los diversos contextos
Guiar a los prometidos en el camino de preparación al matrimonio
Acompañar en los primeros años de la vida matrimonial
Solicitud pastoral por quienes viven en el matrimonio civil o en convivencias
Cuidar de las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a casar, divorciados vueltos a casar, familias monoparentales)
La atención pastoral por las personas con tendencia homosexual
La transmisión de la vida y el desafío de la disminución de la natalidad
El desafío de la educación y el rol de la familia en la evangelización


PREFACIO

Al terminar la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos sobre Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización, celebrada en el 2014, el Papa Francisco decidió dar a conocer públicamente laRelatio Synodi, documento con el cual se concluyeron los trabajos sinodales. Al mismo tiempo, el Santo Padre indicó que este documento constituirá los Lineamenta para la XIV Asamblea General Ordinaria sobre el tema La vocación y la misión de la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo, que tendrá lugar del 4 al 25 de octubre de 2015.

La Relatio Synodi, que se envía como Lineamenta, termina con estas palabras: “Las reflexiones propuestas, fruto del trabajo sinodal que tuvo lugar en un clima de gran libertad y en un estilo de escucha mutua, desean plantear cuestiones e indicar perspectivas que deberán ser maduradas y precisadas por la reflexión de las Iglesias locales durante el año que nos separa de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos prevista para octubre de 2015” (Relatio Synodi, n. 62).

A los Lineamenta se agrega una serie de preguntas para conocer la recepción del documento y para estimular la profundización del trabajo iniciado en el curso de la Asamblea Extraordinaria. Se trata de “repensar con renovada frescura y entusiasmo lo que la revelación, transmitida en la fe de la Iglesia, nos dice sobre la belleza y sobre la dignidad de la familia” (Relatio Synodi, n. 4). En esta perspectiva, estamos llamados a vivir un año “para madurar, con verdadero discernimiento espiritual, las ideas propuestas y encontrar soluciones concretas a tantas dificultades e innumerables desafíos que las familias deben afrontar” (Papa Francisco, Discurso conclusivo, 18 de octubre de 2014). El resultado de esta consultación junto con la Relatio Synodi constituirá el material para el Instrumentum laboris de la XIV Asamblea General Ordinaria del 2015.

Se invita a las Conferencias Episcopales a elegir las modalidades adecuadas para tal finalidad implicando a todos los componentes de las iglesias particulares e instituciones académicas, organizaciones, agregaciones laicas y otras instancias eclesiales.



RELATIO SYNODI
de la
III Asamblea General Extraordinaria
(5 – 19 de octubre de 2014)

Introducción
1. El Sínodo de los Obispos reunido en torno al Papa dirige su pensamiento a todas las familias del mundo con sus alegrías, fatigas y esperanzas. En particular, siente el deber de agradecer al Señor la generosa fidelidad con la cual tantas familias cristianas responden a su vocación y misión. Lo hacen con alegría y con fe incluso cuando en el camino familiar encuentran obstáculos, incomprensiones y sufrimientos. A estas familias va el aprecio, el agradecimiento y el aliento de toda la Iglesia y de este Sínodo. En la vigilia de oración celebrada en la Plaza de San Pedro el sábado 4 de octubre de 2014 en preparación al Sínodo de la familia, el Papa Francisco evocó de manera simple y concreta la centralidad de la experiencia familiar en la vida de todos, expresándose así: «Cae ya la noche en nuestra asamblea. Es la hora en la que se regresa a casa de buen grado para encontrarse en la misma mesa, en el espesor de los afectos, del bien realizado y recibido, de los encuentros que enardecen el corazón y lo hacen crecer, buen vino que anticipa en los días del hombre la fiesta sin ocaso. Es también la hora más fuerte para quien se encuentra cara a cara con su propia soledad, en el crepúsculo amargo de sueños y proyectos destrozados: cuántas personas arrastran sus días en el callejón ciego de la resignación, del abandono, si no del rencor; en cuántas casas ha faltado el vino de la alegría y, por lo tanto, el sabor —la sabiduría misma— de la vida... De unos y de otros nos hacemos voz esta noche con nuestra oración, una oración para todos».

2. Regazo de alegrías y pruebas, de afectos profundos y de relaciones a veces heridas, la familia es una auténtica “escuela de humanidad” (cfr. Gaudium et Spes, 52), de la que se percibe fuertemente la necesidad. A pesar de las numerosas señales de crisis de la institución familiar en los diversos contextos de la “aldea global”, el deseo de familia permanece vivo, especialmente entre los jóvenes, y esto motiva a la Iglesia, experta en humanidad y fiel a su misión, a anunciar sin descanso y con profunda convicción el “Evangelio de la familia” que le fue encomendado con la revelación del amor de Dios en Jesucristo e ininterrumpidamente enseñado por los Padres, los Maestros de espiritualidad y el Magisterio de la Iglesia. La familia asume para la Iglesia una importancia del todo particular y en un momento en que se invita a todos los creyentes a salir de sí mismos es necesario redescubrir la familia como sujeto imprescindible para la evangelización. El pensamiento va al testimonio misionero de tantas familias.

3. El Obispo de Roma invitó al Sínodo de los Obispos, reunido en su Asamblea General Extraordinaria de octubre de 2014, a reflexionar sobre la realidad de la familia, decisiva y preciosa, para profundizar después la reflexión en la Asamblea General Ordinaria que tendrá lugar en octubre de 2015, así como durante todo el año que transcurrirá entre los dos eventos sinodales. «El convenire in unum alrededor del Obispo de Roma ya es un evento de gracia, en el cual la colegialidad episcopal se manifiesta en un camino de discernimiento espiritual y pastoral»: así describió el Papa Francisco la experiencia sinodal, indicando como tarea escuchar tanto los signos de Dios como los de la historia de los hombres, y vivir la consiguiente doble y única fidelidad a ambos.

4. A la luz de este mismo discurso, hemos reunido los resultados de nuestras reflexiones y conversaciones en las tres partes siguientes: la escucha, para mirar la realidad de la familia hoy, en la complejidad de sus luces y sombras; la mirada fija en Cristo para repensar con renovada frescura y entusiasmo lo que la revelación, transmitida en la fe de la Iglesia, nos dice sobre la belleza y sobre la dignidad de la familia; la confrontación con el Señor Jesús a fin de discernir los caminos para renovar la Iglesia y la sociedad en su compromiso por la familia basada en el matrimonio entre hombre y mujer.


Primera parte
La escucha: el contexto y los desafíos de la familia

El contexto sociocultural

5. Fieles a las enseñanzas de Cristo miramos a la realidad de la familia hoy en toda su complejidad, en sus luces y sombras. Pensamos en los padres, los abuelos, los hermanos y hermanas, los familiares próximos y lejanos, y en el vínculo entre dos familias que se crea con cada matrimonio. El cambio antropológico-cultural hoy influye en todos los aspectos de la vida y requiere un enfoque analítico y diversificado. Hay que subrayar ante todo los aspectos positivos: la mayor libertad de expresión y el reconocimiento más amplio de los derechos de la mujer y de los niños, al menos en algunas regiones. Pero, por otra parte, también hay que considerar el creciente peligro que representa un individualismo exasperado que desvirtúa los vínculos familiares y acaba por considerar a cada componente de la familia como una isla, haciendo que prevalezca, en ciertos casos, la idea de un sujeto que se construye según sus propios deseos asumidos con carácter absoluto. A esto se añade la crisis de la fe que afecta a tantos católicos y que a menudo está en el origen de las crisis del matrimonio y de la familia.

6. Una de las mayores pobrezas de la cultura actual es la soledad, fruto de la ausencia de Dios en la vida de las personas y de la fragilidad de las relaciones. Asimismo, hay una sensación general de impotencia frente a la realidad socioeconómica que a menudo acaba por aplastar a las familias. Esto se debe a la creciente pobreza y precariedad laboral que a veces se vive como una auténtica pesadilla, o a una fiscalidad demasiado alta que ciertamente no alienta a los jóvenes a contraer matrimonio. Con frecuencia las familias se sienten abandonadas por el desinterés y la poca atención de las instituciones. Las consecuencias negativas desde el punto de vista de la organización social son evidentes: de la crisis demográfica a las dificultades educativas, de la fatiga a la hora de acoger la vida naciente al sentir la presencia de los ancianos como un peso, hasta el difundirse de un malestar afectivo que a veces llega a la violencia. El Estado tiene la responsabilidad de crear las condiciones legislativas y laborales para garantizar el futuro de los jóvenes y ayudarlos a realizar su proyecto de formar una familia.

7. Existen contextos culturales y religiosos que plantean desafíos particulares. En algunas sociedades todavía está en vigor la práctica de la poligamia y en algunos contextos tradicionales la costumbre del “matrimonio por etapas”. En otros contextos permanece la práctica de los matrimonios combinados. En los países en que la presencia de la Iglesia Católica es minoritaria son numerosos los matrimonios mixtos y de disparidad de culto, con todas las dificultades que conllevan respecto a la configuración jurídica, al bautismo y a la educación de los hijos y al respeto mutuo desde el punto de vista de la diversidad de la fe. Estos matrimonios corren el riesgo del relativismo o de la indiferencia, pero a su vez pueden representar una buena posibilidad para favorecer el espíritu ecuménico y el diálogo interreligioso en una armoniosa convivencia de comunidades que viven en el mismo lugar. En numerosos contextos, y no sólo occidentales, se está ampliamente difundiendo la praxis de la convivencia que precede al matrimonio, así como convivencias no orientadas a asumir la forma de un vínculo institucional. A esto se añade a menudo una legislación civil que compromete el matrimonio y la familia. A causa de la secularización en muchas partes del mundo la referencia a Dios ha disminuido fuertemente y la fe ya no es un hecho socialmente compartido.

8. Son muchos los niños que nacen fuera del matrimonio, especialmente en algunos países, y muchos los que después crecen con uno solo de los padres o en un contexto familiar ampliado o reconstituido. El número de divorcios es creciente y no es raro el caso de opciones determinadas únicamente por factores de orden económico. Con frecuencia los niños son motivo de contienda entre los padres y además los hijos son las verdaderas víctimas de las laceraciones familiares. Los padres a menudo están ausentes —no sólo por causas económicas— precisamente allí donde se percibe la necesidad de que ellos asuman más claramente la responsabilidad de los hijos y de la familia. Todavía es preciso defender y promover la dignidad de la mujer. En efecto, hoy en muchos contextos ser mujer es objeto de discriminación, y con frecuencia se penaliza el don de la maternidad en lugar de presentarlo como un valor. Tampoco hay que olvidar los crecientes fenómenos de violencia de los que son víctimas las mujeres, a veces lamentablemente también en el seno de las familias, ni la grave y difundida mutilación genital de la mujer en algunas culturas. Por otro lado, la explotación sexual de la infancia constituye una de las realidades más escandalosas y perversas de la sociedad actual. Asimismo, en las sociedades golpeadas por la violencia a causa de la guerra, del terrorismo o de la presencia del crimen organizado, se dan situaciones familiares deterioradas y sobre todo en las grandes metrópolis y en sus periferias crece el llamado fenómeno de los niños de la calle. Las migraciones, por su parte, representan otro signo de los tiempos que hay que afrontar y comprender con toda la carga de consecuencias sobre la vida familiar.

La importancia de la vida afectiva
9. Frente al cuadro social delineado, en muchas partes del mundo, se observa en los individuos una mayor necesidad de cuidar la propia persona, de conocerse interiormente, de vivir mejor en sintonía con las propias emociones y los propios sentimientos, de buscar relaciones afectivas de calidad. Esta justa aspiración puede abrir al deseo de comprometerse en construir relaciones de entrega y reciprocidad creativas, solidarias y que responsabilicen, como las familiares. El peligro individualista y el riesgo de vivir en clave egoísta son relevantes. El desafío para la Iglesia es ayudar a los esposos a una maduración de la dimensión emocional y al desarrollo afectivo promoviendo el diálogo, la virtud y la confianza en el amor misericordioso de Dios. El pleno compromiso que se requiere en el matrimonio cristiano puede ser un fuerte antídoto a la tentación de un individualismo egoísta.

10. En el mundo actual no faltan tendencias culturales que parece que impongan una afectividad sin límites de la que se quieren explorar todos los aspectos, incluso los más complejos. De hecho, la cuestión de la fragilidad afectiva es de gran actualidad: una afectividad narcisista, inestable y cambiante que no siempre ayuda a los sujetos a alcanzar una mayor madurez. Preocupa una cierta difusión de la pornografía y de la comercialización del cuerpo, favorecida entre otras cosas por un uso desequilibrado de Internet, al igual que hay que denunciar la situación de las personas que se ven obligadas a practicar la prostitución. En este contexto, a menudo los cónyuges se sienten inseguros, indecisos y les cuesta encontrar los modos para crecer. Son numerosos los que suelen quedarse en los estadios primarios de la vida emocional y sexual. La crisis de los esposos desestabiliza la familia y a través de las separaciones y los divorcios puede llegar a tener serias consecuencias para los adultos, los hijos y la sociedad, debilitando al individuo y los vínculos sociales. Asimismo, el descenso demográfico, debido a una mentalidad antinatalista y promovido por las políticas mundiales de salud reproductiva, no sólo determina una situación en la cual el sucederse de las generaciones ya no está asegurado, sino que se corre el riesgo de que con el tiempo lleve a un empobrecimiento económico y a una pérdida de esperanza en el futuro. El avance de las biotecnologías también ha tenido un fuerte impacto sobre la natalidad.

El desafío para la pastoral
11. En este contexto la Iglesia siente la necesidad de decir una palabra de verdad y de esperanza. Es preciso partir de la convicción de que el hombre viene de Dios y, por tanto, de que una reflexión capaz de volver a proponer las grandes preguntas acerca del significado del ser hombres, encontrará un terreno fértil en las expectativas más profundas de la humanidad. Los grandes valores del matrimonio y de la familia cristiana corresponden a la búsqueda que impregna la existencia humana también en este tiempo marcado por el individualismo y el hedonismo. Hay que acoger a las personas con su existencia concreta, saber sostener su búsqueda, alentar el deseo de Dios y la voluntad de sentirse plenamente parte de la Iglesia, incluso en quien ha experimentado el fracaso o se encuentra en las situaciones más disparatadas. El mensaje cristiano siempre lleva en sí mismo la realidad y la dinámica de la misericordia y de la verdad, que en Cristo convergen.


II Parte
La mirada fija en Cristo: el Evangelio de la familia

La mirada fija en Jesús y la pedagogía divina en la historia de la salvación

12. A fin de «verificar nuestro paso en el terreno de los desafíos contemporáneos, la condición decisiva es mantener fija la mirada en Jesucristo, detenerse en la contemplación y en la adoración de su rostro [...]. En efecto, cada vez que volvemos a la fuente de la experiencia cristiana se abren caminos nuevos y posibilidades inesperadas» (Papa Francisco, Discurso del 4 de octubre de 2014). Jesús miró a las mujeres y a los hombres con los que se encontró con amor y ternura, acompañando sus pasos con verdad, paciencia y misericordia, al anunciar las exigencias del Reino de Dios.

13. Puesto que el orden de la creación está determinado por la orientación a Cristo, hay que distinguir sin separar los diversos grados mediante los cuales Dios comunica a la humanidad la gracia de la alianza. En razón de la pedagogía divina, según la cual el orden de la creación evoluciona en el de la redención mediante etapas sucesivas, es necesario comprender la novedad del sacramento nupcial cristiano en continuidad con el matrimonio natural de los orígenes. Así aquí se entiende el modo de actuar salvífico de Dios, tanto en la creación como en la vida cristiana. En la creación: puesto que todas las cosas fueron creadas por medio de Cristo y para Cristo (cfr. Col 1,16), los cristianos deben «descubrir gozosa y respetuosamente las semillas del Verbo latentes en ellas; pero, al mismo tiempo, deben estar atentos a la profunda transformación que se produce entre las gentes» (Ad Gentes, 11). En la vida cristiana: en cuanto con el bautismo el creyente es introducido en la Iglesia mediante la Iglesia doméstica, que es su familia, él emprende ese «proceso dinámico, que avanza gradualmente con la progresiva integración de los dones de Dios» (Familiaris Consortio, 9), mediante la conversión continua al amor que salva del pecado y dona plenitud de vida.

14. Jesús mismo, refiriéndose al designio primigenio sobre el hombre y la mujer, reafirma la unión indisoluble entre ellos, si bien diciendo que «por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; pero, al principio, no era así» (Mt 19,8). La indisolubilidad del matrimonio («Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre»Mt 19,6), no hay que entenderla ante todo como un “yugo” impuesto a los hombres sino como un “don” hecho a las personas unidas en matrimonio. De ese modo, Jesús muestra que la condescendencia divina acompaña siempre el camino humano, sana y transforma el corazón endurecido con su gracia, orientándolo hacia su principio, a través del camino de la cruz. De los Evangelios emerge claramente el ejemplo de Jesús, que es paradigmático para la Iglesia. Jesús, en efecto, asumió una familia, inició sus milagros en la fiesta nupcial en Caná, anunció el mensaje concerniente al significado del matrimonio como plenitud de la revelación que recupera el proyecto originario de Dios (cfr. Mt 19,3). Sin embargo, al mismo tiempo puso en práctica la doctrina enseñada, manifestando así el verdadero significado de la misericordia. Esto se ve claramente en los encuentros con la samaritana (cfr. Jn 4,1-30) y con la adultera (cfr. Jn 8,1-11) en los que Jesús, con una actitud de amor hacia la persona pecadora, lleva al arrepentimiento y a la conversión («Anda, y en adelante no peques más»), condición para el perdón.

La familia en el designio salvífico de Dios

15. Las palabras de vida eterna que Jesús dejó a sus discípulos comprendían la enseñanza sobre el matrimonio y la familia. Esta enseñanza de Jesús nos permite distinguir tres etapas fundamentales en el proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia. Al inicio, está la familia de los orígenes, cuando Dios creador instituyó el matrimonio primordial entre Adán y Eva, como sólido fundamento de la familia. Dios no sólo creó al ser humano hombre y mujer (cfr. Gén1,27), sino que los bendijo para que fueran fecundos y se multiplicaran (cfr. Gén 1,28). Por esto, «abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne» (Gén 2,24). Esta unión, dañada por el pecado, se convirtió en la forma histórica de matrimonio en el Pueblo de Dios, por lo cual Moisés concedió la posibilidad de escribir un acta de divorcio (cfr. Dt 24, 1ss). Dicha forma era predominante en tiempos de Jesús. Con su venida y la reconciliación del mundo caído gracias a la redención que Él obró, terminó la era inaugurada con Moisés.

16. Jesús, que reconcilió cada cosa en sí misma, volvió a llevar el matrimonio y la familia a su forma original (cfr. Mc10,1-12). La familia y el matrimonio fueron redimidos por Cristo (cfr. Ef 5,21-32), restaurados a imagen de la Santísima Trinidad, misterio del que brota todo amor verdadero. La alianza esponsal, inaugurada en la creación y revelada en la historia de la salvación, recibe la plena revelación de su significado en Cristo y en su Iglesia. De Cristo mediante la Iglesia, el matrimonio y la familia reciben la gracia necesaria para testimoniar el amor de Dios y vivir la vida de comunión. El Evangelio de la familia atraviesa la historia del mundo desde la creación del hombre a imagen y semejanza de Dios (cfr. Gén 1, 26-27) hasta el cumplimiento del misterio de la Alianza en Cristo al final de los siglos con las bodas del Cordero (cfr. Ap 19,9; Juan Pablo II, Catequesis sobre el amor humano).

La familia en los documentos de la Iglesia

17. «A lo largo de los siglos, la Iglesia no ha dejado de ofrecer su enseñanza constante sobre el matrimonio y la familia. Una de las expresiones más altas de este Magisterio la propuso el Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Constitución pastoral Gaudium et Spes, que dedica un capítulo entero a la promoción de la dignidad del matrimonio y la familia (cfr. Gaudium et Spes, 47-52). Define el matrimonio como comunidad de vida y de amor (cfr. Gaudium et Spes, 48), poniendo el amor en el centro de la familia, mostrando, al mismo tiempo, la verdad de ese amor frente a las diversas formas de reduccionismo presentes en la cultura contemporánea. El “verdadero amor entre marido y mujer” (Gaudium et Spes, 49) implica la entrega mutua, incluye e integra la dimensión sexual y la afectividad, conformemente al designio divino (cfr. Gaudium et Spes, 48-49). Además, Gaudium et Spes 48 subraya el arraigo en Cristo de los esposos: Cristo Señor “sale al encuentro de los esposos cristianos en el sacramento del matrimonio”, y permanece con ellos. En la encarnación, Él asume el amor humano, lo purifica, lo lleva a plenitud, y dona a los esposos, con su Espíritu, la capacidad de vivirlo, impregnando toda su vida de fe, esperanza y caridad. De este modo, los esposos son consagrados y, mediante una gracia propia, edifican el Cuerpo de Cristo y constituyen una Iglesia doméstica (cfr. Lumen Gentium, 11), de manera que la Iglesia, para comprender plenamente su misterio, mira a la familia cristiana, que lo manifiesta de modo genuino» (Instrumentum Laboris, 4).

18. «Siguiendo las huellas del Concilio Vaticano II, el Magisterio pontificio ha ido profundizando la doctrina sobre el matrimonio y la familia. En particular Pablo VI, con la Encíclica Humanae Vitae, puso de relieve el vínculo íntimo entre amor conyugal y engendramiento de la vida. San Juan Pablo II dedicó especial atención a la familia mediante sus catequesis sobre el amor humano, la Carta a las familias (Gratissimam Sane) y sobre todo con la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio. En esos documentos, el Pontífice definió a la familia “vía de la Iglesia”; ofreció una visión de conjunto sobre la vocación al amor del hombre y la mujer; propuso las líneas fundamentales para la pastoral de la familia y para la presencia de la familia en la sociedad. En particular, tratando de la caridad conyugal (cfr. Familiaris Consortio, 13), describió el modo como los cónyuges, en su mutuo amor, reciben el don del Espíritu de Cristo y viven su llamada a la santidad» (Instrumentum Laboris, 5).

19. «Benedicto XVI, en la Encíclica Deus Caritas Est, retomó el tema de la verdad del amor entre hombre y mujer, que se ilumina plenamente sólo a la luz del amor de Cristo crucificado (cfr. Deus Caritas Est, 2). Él recalca que: “El matrimonio basado en un amor exclusivo y definitivo se convierte en el icono de la relación de Dios con su pueblo y, viceversa, el modo de amar de Dios se convierte en la medida del amor humano” (Deus Caritas Est, 11). Además, en la Encíclica Caritas in Veritate, pone de relieve la importancia del amor como principio de vida en la sociedad (cfr.Caritas in Veritate, 44), lugar en el que se aprende la experiencia del bien común» (Instrumentum Laboris, 6).

20. «El Papa Francisco, en la Encíclica Lumen Fidei, al afrontar el vínculo entre la familia y la fe, escribe: “El encuentro con Cristo, el dejarse aferrar y guiar por su amor, amplía el horizonte de la existencia, le da una esperanza sólida que no defrauda. La fe no es un refugio para gente pusilánime, sino que ensancha la vida. Hace descubrir una gran llamada, la vocación al amor, y asegura que este amor es digno de fe, que vale la pena ponerse en sus manos, porque está fundado en la fidelidad de Dios, más fuerte que todas nuestras debilidades” (Lumen Fidei, 53)» (Instrumentum Laboris, 7).

La indisolubilidad del matrimonio y el gozo de vivir juntos

21. El don recíproco constitutivo del matrimonio sacramental arraiga en la gracia del bautismo, que establece la alianza fundamental de toda persona con Cristo en la Iglesia. En la acogida mutua y con la gracia de Cristo los novios se prometen entrega total, fidelidad y apertura a la vida, y además reconocen como elementos constitutivos del matrimonio los dones que Dios les ofrece, tomando en serio su mutuo compromiso, en su nombre y frente a la Iglesia. Ahora bien, la fe permite asumir los bienes del matrimonio como compromisos que se pueden sostener mejor mediante la ayuda de la gracia del sacramento. Dios consagra el amor de los esposos y confirma su indisolubilidad, ofreciéndoles la ayuda para vivir la fidelidad, la integración recíproca y la apertura a la vida. Por tanto, la mirada de la Iglesia se dirige a los esposos como al corazón de toda la familia, que a su vez dirige su mirada hacia Jesús.

22. En la misma perspectiva, haciendo nuestra la enseñanza del Apóstol según el cual todo fue creado por Cristo y para Cristo (cfr. Col 1,16), el Concilio Vaticano II quiso expresar su estima por el matrimonio natural y por los elementos válidos presentes en las otras religiones (cfr. Nostra Aetate, 2) y en las culturas, a pesar de sus límites e insuficiencias (cfr. Redemptoris Missio, 55). La presencia de los semina Verbi en las culturas (cfr. Ad Gentes, 11) también se podría aplicar, en ciertos aspectos, a la realidad matrimonial y familiar de numerosas culturas y de personas no cristianas. Por tanto, también hay elementos válidos en algunas formas fuera del matrimonio cristiano —siempre fundado en la relación estable y verdadera entre un hombre y una mujer—, que en cualquier caso consideramos orientadas a éste. Con la mirada puesta en la sabiduría humana de pueblos y culturas, la Iglesia reconoce también esta familia como la célula básica necesaria y fecunda de la convivencia humana.

Verdad y belleza de la familia y misericordia para con las familias heridas y frágiles

23. Con íntimo gozo y profunda consolación, la Iglesia mira a las familias que permanecen fieles a las enseñanzas del Evangelio, agradeciéndoles el testimonio que dan y alentándolas. Gracias a ellas, en efecto, se hace creíble la belleza del matrimonio indisoluble y fiel para siempre. En la familia, «que se podría llamar Iglesia doméstica» (Lumen Gentium, 11), madura la primera experiencia eclesial de la comunión entre personas, en la que se refleja, por gracia, el misterio de la Santa Trinidad. «Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de la propia vida» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1657). En esto la Santa Familia de Nazaret es el modelo admirable, en cuya escuela «se comprende la necesidad de tener una disciplina espiritual, si se quiere seguir la doctrina del Evangelio y llegar a ser discípulos de Cristo» (Pablo VI, Discurso en Nazaret, 5 de enero de 1964). El Evangelio de la familia, alimenta también estas semillas que todavía esperan madurar, y tiene que hacerse cargo de los árboles que han perdido vitalidad y necesitan que no se les descuide.

24. La Iglesia, maestra segura y madre atenta, aunque reconozca que para los bautizados no hay otro vínculo nupcial que no sea el sacramental, y que toda ruptura de éste va contra la voluntad de Dios, también es consciente de la fragilidad de muchos de sus hijos, a los que les cuesta el camino de la fe. «Por lo tanto, sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día. […]. Un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades. A todos debe llegar el consuelo y el estímulo del amor salvífico de Dios, que obra misteriosamente en cada persona, más allá de sus defectos y caídas» (Evangelii Gaudium, 44).

25. Respecto a un enfoque pastoral dirigido a las personas que han contraído matrimonio civil, que son divorciados y vueltos a casar, o que simplemente conviven, compete a la Iglesia revelarles la divina pedagogía de la gracia en sus vidas y ayudarles a alcanzar la plenitud del designio que Dios tiene para ellos. Siguiendo la mirada de Cristo, cuya luz alumbra a todo hombre (cfr. Jn 1,9; Gaudium et Spes, 22) la Iglesia mira con amor a quienes participan en su vida de modo incompleto, reconociendo que la gracia de Dios también obra en sus vidas, dándoles la valentía para hacer el bien, para hacerse cargo con amor el uno del otro y estar al servicio de la comunidad en la que viven y trabajan.

26. La Iglesia guarda con preocupación a la desconfianza de tantos jóvenes hacia el compromiso conyugal, sufre por la precipitación con la que tantos fieles deciden poner fin al vínculo asumido, instaurando otro. Estos fieles, que forman parte de la Iglesia, necesitan una atención pastoral misericordiosa y alentadora, distinguiendo adecuadamente las situaciones. Es preciso alentar a los jóvenes bautizados a no dudar ante la riqueza que el sacramento del matrimonio procura a sus proyectos de amor, con la fuerza del sostén que reciben de la gracia de Cristo y de la posibilidad de participar plenamente en la vida de la Iglesia.

27. En ese sentido, una dimensión nueva de la pastoral familiar hodierna consiste en prestar atención a la realidad de los matrimonios civiles entre hombre y mujer, a los matrimonios tradicionales y, salvando las debidas diferencias, también a las convivencias. Cuando la unión alcanza una estabilidad notable mediante un vínculo público, está connotada de afecto profundo, de responsabilidad por la prole, de capacidad de superar las pruebas, puede ser vista como una ocasión de acompañamiento en la evolución hacia el sacramento del matrimonio. En cambio, con mucha frecuencia, la convivencia no se establece con vistas a un posible futuro matrimonio, sino más bien sin ninguna intención de entablar una relación institucional.

28. Conforme a la mirada misericordiosa de Jesús, la Iglesia debe acompañar con atención y cuidado a sus hijos más frágiles, marcados por el amor herido y extraviado, dándoles de nuevo confianza y esperanza, como la luz del faro de un puerto o de una antorcha llevada en medio de la gente para iluminar a quienes han perdido el rumbo o se encuentran en medio de la tempestad. Conscientes de que la mayor misericordia es decir la verdad con amor, vayamos más allá de la compasión. El amor misericordioso, al igual que atrae y une, transforma y eleva. Invita a la conversión. Así entendemos la enseñanza del Señor, que no condena a la mujer adúltera, pero le pide que no peque más (cfr. Jn 8,1-11).

III Parte
La confrontación: perspectivas pastorales

Anunciar el Evangelio de la familia hoy, en los diversos contextos

29. El diálogo sinodal se detuvo en algunas cuestiones pastorales más urgentes que encomendar a la concretización en cada una de las Iglesias locales, en la comunión cum Petro et sub Petro. El anuncio del Evangelio de la familia constituye una urgencia para la nueva evangelización. La Iglesia está llamada a darlo con ternura de madre y claridad de maestra (cfr. Ef 4,15), en fidelidad a la kenosi misericordiosa de Cristo. La verdad se encarna en la fragilidad humana no para condenarla, sino para salvarla (cfr. Jn 3,16 -17).

30. Evangelizar es responsabilidad de todo el pueblo de Dios, cada uno según su propio ministerio y carisma. Sin el testimonio gozoso de los cónyuges y de las familias, Iglesias domésticas, el anuncio, aunque fuese correcto, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras que caracteriza nuestra sociedad (cfr. Novo Millennio Ineunte, 50). Los Padres sinodales hicieron hincapié en más de una ocasión en que las familias católicas, en virtud de la gracia del sacramento nupcial, están llamadas a ser sujetos activos de la pastoral familiar.

31. Es decisivo resaltar la primacía de la gracia y, por tanto, las posibilidades que el Espíritu dona en el sacramento. Se trata de hacer experimentar que el Evangelio de la familia es alegría que «llena el corazón y la vida entera», porque en Cristo somos «liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento» (Evangelii Gaudium, 1). A la luz de la parábola del sembrador (cfr. Mt 13,3-9), nuestra tarea es cooperar en la siembra: lo demás es obra de Dios. Tampoco hay que olvidar que la Iglesia que predica sobre la familia es signo de contradicción.

32. Esto exige a toda la Iglesia una conversión misionera: es necesario no quedarse en un anuncio meramente teórico y desvinculado de los problemas reales de las personas. Nunca hay que olvidar que la crisis de la fe ha conllevado una crisis del matrimonio y de la familia y, como consecuencia, a menudo se ha interrumpido incluso la transmisión de la fe de padres a hijos. Ante una fe fuerte la imposición de algunas perspectivas culturales que debilitan la familia y el matrimonio no tiene incidencia.

33. Asimismo, se requiere la conversión del lenguaje a fin de que resulte efectivamente significativo. El anuncio debe hacer experimentar que el Evangelio de la familia responde a las expectativas más profundas de la persona humana: a su dignidad y a la realización plena en la reciprocidad, en la comunión y en la fecundidad. No se trata solamente de presentar una normativa, sino de proponer valores, respondiendo a la necesidad que se constata hoy, incluso en los países más secularizados, de tales valores.

34. La Palabra de Dios es fuente de vida y espiritualidad para la familia. Toda la pastoral familiar deberá dejarse modelar interiormente y formar a los miembros de la Iglesia doméstica mediante la lectura orante y eclesial de la Sagrada Escritura. La Palabra de Dios no sólo es una buena nueva para la vida privada de las personas, sino también un criterio de juicio y una luz para el discernimiento de los diversos desafíos que deben afrontar los cónyuges y las familias.

35. Al mismo tiempo, muchos Padres sinodales han insistido en un enfoque más positivo respecto a las riquezas de las diferentes experiencias religiosas, sin acallar las dificultades. En estas diversas realidades religiosas y en la gran diversidad cultural que caracteriza a las naciones es oportuno apreciar primero las posibilidades positivas y a la luz de éstas valorar los límites y carencias.

36. El matrimonio cristiano es una vocación que se acoge con una adecuada preparación en un itinerario de fe, con un discernimiento maduro, y no hay que considerarlo sólo como una tradición cultural o una exigencia social o jurídica. Por tanto, es preciso realizar itinerarios que acompañen a la persona y a los esposos de modo que a la comunicación de los contenidos de la fe se una la experiencia de vida ofrecida por toda la comunidad eclesial.

37. Se ha recordado repetidamente la necesidad de una renovación radical de la praxis pastoral a la luz del Evangelio de la familia, superando los enfoques individualistas que todavía la caracterizan. Por esto, se ha insistido en varias ocasiones sobre la renovación de la formación de los presbíteros, los diáconos, los catequistas y los demás agentes pastorales, mediante una mayor implicación de las mismas familias.

38. Asimismo se ha subrayado la necesidad de una evangelización que denuncie con franqueza los condicionamientos culturales, sociales, políticos y económicos, como el espacio excesivo concedido a la lógica de mercado, que impiden una auténtica vida familiar, determinando discriminaciones, pobreza, exclusiones y violencia. Para ello, hay que entablar un diálogo y una cooperación con las estructuras sociales, así como alentar y sostener a los laicos que se comprometen, como cristianos, en el ámbito cultural y sociopolítico.

Guiar a los prometidos en el camino de preparación al matrimonio

39. La compleja realidad social y los desafíos que la familia está llamada a afrontar hoy requieren un compromiso mayor de toda la comunidad cristiana para la preparación de los prometidos al matrimonio. Es preciso recordar la importancia de las virtudes. Entre éstas, la castidad resulta condición preciosa para el crecimiento genuino del amor interpersonal. Respecto a esta necesidad, los Padres sinodales eran concordes en subrayar la exigencia de una mayor implicación de toda la comunidad, privilegiando el testimonio de las familias, además de un arraigo de la preparación al matrimonio en el camino de iniciación cristiana, haciendo hincapié en el nexo del matrimonio con el bautismo y los otros sacramentos. Del mismo modo, se puso de relieve la necesidad de programas específicos para la preparación próxima al matrimonio que sean una auténtica experiencia de participación en la vida eclesial y profundicen en los diversos aspectos de la vida familiar.

Acompañar en los primeros años de la vida matrimonial

40. Los primeros años de matrimonio son un período vital y delicado durante el cual los cónyuges crecen en la conciencia de los desafíos y del significado del matrimonio. De aquí la exigencia de un acompañamiento pastoral que continúe después de la celebración del sacramento (cfr. Familiaris Consortio, parte III). Resulta de gran importancia en esta pastoral la presencia de esposos con experiencia. La parroquia se considera el lugar donde los cónyuges expertos pueden ofrecer su disponibilidad a ayudar a los más jóvenes, con el eventual apoyo de asociaciones, movimientos eclesiales y nuevas comunidades. Hay que alentar a los esposos a una actitud fundamental de acogida del gran don de los hijos. Es preciso resaltar la importancia de la espiritualidad familiar, de la oración y de la participación en la Eucaristía dominical, alentando a los cónyuges a reunirse regularmente para que crezca la vida espiritual y la solidaridad en las exigencias concretas de la vida. Liturgias, prácticas de devoción y Eucaristías celebradas para las familias, sobre todo en el aniversario del matrimonio, se citaron como ocasiones vitales para favorecer la evangelización mediante la familia.

Solicitud pastoral por quienes viven en el matrimonio civil o en convivencias

41. El Sínodo anuncia y promueve el matrimonio cristiano, a la vez que alienta el discernimiento pastoral de las situaciones de tantas personas que ya no viven esta realidad. Es importante entrar en diálogo pastoral con ellas a fin de poner de relieve los elementos de su vida que puedan llevar a una mayor apertura al Evangelio del matrimonio en su plenitud. Los pastores deben identificar elementos que favorezcan la evangelización y el crecimiento humano y espiritual. Una sensibilidad nueva de la pastoral hodierna, consiste en identificar los elementos positivos presentes en los matrimonios civiles y, salvadas las debidas diferencias, en las convivencias. Es preciso que en la propuesta eclesial, aun afirmando con claridad el mensaje cristiano, indiquemos también los elementos constructivos en aquellas situaciones que todavía no corresponden o ya no corresponden a dicho mensaje. 

42. Se observó también que en numerosos países un «creciente numero de parejas conviven ad experimentum, sin matrimonio ni canónico, ni civil» (Instrumentum Laboris, 81). En algunos países esto sucede especialmente en el matrimonio tradicional, concertado entre familias y con frecuencia celebrado en diversas etapas. En otros países, en cambio, crece continuamente el número de quienes después de haber vivido juntos durante largo tiempo piden la celebración del matrimonio en la Iglesia. La simple convivencia a menudo se elige a causa de la mentalidad general contraria a las instituciones y a los compromisos definitivos, pero también porque se espera adquirir una mayor seguridad existencial (trabajo y salario fijo). En otros países, por último, las uniones de hecho son muy numerosas, no sólo por el rechazo de los valores de la familia y del matrimonio, sino sobre todo por el hecho de que casarse se considera un lujo, por las condiciones sociales, de modo que la miseria material impulsa a vivir uniones de hecho.

43. Es preciso afrontar todas estas situaciones de manera constructiva, tratando de transformarlas en oportunidad de camino hacia la plenitud del matrimonio y de la familia a la luz del Evangelio. Se trata de acogerlas y acompañarlas con paciencia y delicadeza. Para ello es importante el testimonio atractivo de auténticas familias cristianas, como sujetos de la evangelización de la familia.

Cuidar de las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a casar, divorciados vueltos a casar, familias monoparentales)

44. Cuando los esposos experimentan problemas en sus relaciones, deben poder contar con la ayuda y el acompañamiento de la Iglesia. La pastoral de la caridad y la misericordia tratan de recuperar a las personas y las relaciones. La experiencia muestra que, con una ayuda adecuada y con la acción de reconciliación de la gracia, un gran porcentaje de crisis matrimoniales se superan de manera satisfactoria. Saber perdonar y sentirse perdonados es una experiencia fundamental en la vida familiar. El perdón entre los esposos permite experimentar un amor que es para siempre y no acaba nunca (cfr. 1 Cor 13,8). Sin embargo, a veces resulta difícil para quien ha recibido el perdón de Dios tener la fuerza para ofrecer un perdón auténtico que regenere a la persona.

45. En el Sínodo resonó con claridad la necesidad de opciones pastorales valientes. Reconfirmando con fuerza la fidelidad al Evangelio de la familia y reconociendo que separación y divorcio siempre son una herida que provoca profundos sufrimientos para los cónyuges que los viven y para los hijos, los Padres sinodales señalaron la urgencia de caminos pastorales nuevos, que partan de la realidad efectiva de las fragilidades familiares, sabiendo que con frecuencia más bien son “soportadas” con sufrimiento que elegidas en plena libertad. Se trata de situaciones diversas por factores tanto personales como culturales y socioeconómicos. Hace falta una mirada que discierna bien las situaciones, como sugería san Juan Pablo II (cfr. Familiaris Consortio, 84).

46. Ante todo, hay que escuchar a cada familia con respeto y amor, haciéndose compañeros de camino como Cristo con los discípulos en el camino de Emaús. Valen especialmente para estas situaciones las palabras del Papa Francisco: «La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos —sacerdotes, religiosos y laicos— en este “arte del acompañamiento”, para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro (cfr. Ex 3,5). Tenemos que darle a nuestro caminar el ritmo sanador de projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana» (Evangelii Gaudium, 169).

47. Un discernimiento particular es indispensable para acompañar pastoralmente a los separados, los divorciados, los abandonados. Hay que acoger y valorar especialmente el dolor de quienes han sufrido injustamente la separación, el divorcio o el abandono, o bien, se han visto obligados por los maltratos del cónyuge a romper la convivencia. El perdón por la injusticia sufrida no es fácil, pero es un camino que la gracia hace posible. De aquí la necesidad de una pastoral de la reconciliación y de la mediación, a través de centros de escucha especializados que habría que establecer en las diócesis. Asimismo, siempre hay que subrayar que es indispensable hacerse cargo de manera leal y constructiva de las consecuencias de la separación o del divorcio sobre los hijos, en cualquier caso víctimas inocentes de la situación. Los hijos no pueden ser un “objeto” que contenderse y hay que buscar las mejores formas para que puedan superar el trauma de la escisión familiar y crecer de la manera más serena posible. En cada caso la Iglesia siempre deberá poner de relieve la injusticia que con mucha frecuencia deriva de la situación del divorcio. Hay que prestar especial atención al acompañamiento de las familias monoparentales; en particular, hay que ayudar a las mujeres que deben llevar adelante solas la responsabilidad de la casa y la educación de los hijos.

48. Un gran número de los Padres subrayó la necesidad de hacer más accesibles y ágiles, posiblemente totalmente gratuitos, los procedimientos para el reconocimiento de los casos de nulidad. Entre las propuestas se indicaron: dejar atrás la necesidad de la doble sentencia conforme; la posibilidad de determinar una vía administrativa bajo la responsabilidad del Obispo diocesano; un juicio sumario a poner en marcha en los casos de nulidad notoria. Sin embargo, algunos Padres se manifiestan contrarios a estas propuestas porque no garantizarían un juicio fiable. Cabe recalcar que en todos estos casos se trata de comprobación de la verdad acerca de la validez del vínculo. Según otras propuestas, habría que considerar la posibilidad de dar relevancia al rol de la fe de los prometidos en orden a la validez del sacramento del matrimonio, teniendo presente que entre bautizados todos los matrimonios válidos son sacramento.

49. Acerca de las causas matrimoniales, la agilización del procedimiento —requerido por muchos— además de la preparación de suficientes agentes, clérigos y laicos con dedicación prioritaria, exige resaltar la responsabilidad del Obispo diocesano, quien en su diócesis podría encargar a consultores debidamente preparados que aconsejaran gratuitamente a las partes acerca de la validez de su matrimonio. Dicha función puede ser desempeñada por una oficina o por personas calificadas (cfr. Dignitas Connubii, art. 113, 1).

50. Hay que alentar a las personas divorciadas que no se han vuelto a casar —que a menudo son testigos de la fidelidad matrimonial— a encontrar en la Eucaristía el alimento que las sostenga en su estado. La comunidad local y los Pastores deben acompañar a estas personas con solicitud, sobre todo cuando hay hijos o su situación de pobreza es grave.

51. Las situaciones de los divorciados vueltos a casar también exigen un atento discernimiento y un acompañamiento con gran respeto, evitando todo lenguaje y actitud que los haga sentir discriminados y promoviendo su participación en la vida de la comunidad. Hacerse cargo de ellos, para la comunidad cristiana no implica un debilitamiento de su fe y de su testimonio acerca de la indisolubilidad matrimonial, es más, en ese cuidado expresa precisamente su caridad.

52. Se reflexionó sobre la posibilidad de que los divorciados y vueltos a casar accediesen a los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía. Varios Padres sinodales insistieron en favor de la disciplina actual, en virtud de la relación constitutiva entre la participación en la Eucaristía y la comunión con la Iglesia y su enseñanza sobre el matrimonio indisoluble. Otros se expresaron en favor de una acogida no generalizada a la mesa eucarística, en algunas situaciones particulares y con condiciones bien precisas, sobre todo cuando se trata de casos irreversibles y vinculados a obligaciones morales para con los hijos, quienes terminarían por padecer injustos sufrimientos. El eventual acceso a los sacramentos debería ir precedido de un camino penitencial bajo la responsabilidad del Obispo diocesano. Todavía es necesario profundizar la cuestión, teniendo bien presente la distinción entre situación objetiva de pecado y circunstancias atenuantes, dado que «la imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e incluso suprimidas» a causa de diversos «factores psíquicos o sociales» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1735).

53. Algunos Padres sostuvieron que las personas divorciadas y vueltas a casar o convivientes pueden recurrir provechosamente a la comunión espiritual. Otros Padres se preguntaron porque entonces no pueden acceder a la comunión sacramental. Se requiere, por tanto, una profundización de la temática que haga emerger la peculiaridad de las dos formas y su conexión con la teología del matrimonio.

54. Las intervenciones de los Padres sinodales hicieron referencia a menudo a las problemáticas relativas a los matrimonios mixtos. La diversidad de la disciplina matrimonial de las Iglesias ortodoxas en algunos contextos plantea problemas acerca de los cuales es necesario reflexionar en ámbito ecuménico. Análogamente para los matrimonios interreligiosos será importante la contribución del diálogo con las religiones.

La atención pastoral por las personas con orientación homosexual

55. Algunas familias viven la experiencia de tener en su seno personas con orientación homosexual. Al respecto, la Asamblea se interrogó sobre qué atención pastoral es oportuna frente a esta situación, refiriéndose a lo que enseña la Iglesia: «No existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia». No obstante, los hombres y mujeres con tendencias homosexuales deben ser acogidos con respeto y delicadeza. «Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta» (Congregación para la Doctrina de la Fe, Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales, 4).

56. Es del todo inaceptable que los Pastores de la Iglesia sufran presiones en esta materia y que los organismos internacionales condicionen las ayudas financieras a los países pobres a la introducción de leyes que instituyan el “matrimonio” entre personas del mismo sexo.

La transmisión de la vida y el desafío de la disminución de la natalidad

57. No es difícil constatar que se está difundiendo una mentalidad que reduce la generación de la vida a una variable de los proyectos individuales o de los cónyuges. Los factores de orden económico ejercen un peso a veces determinante, contribuyendo a la fuerte disminución de la natalidad que debilita el tejido social, compromete la relación entre las generaciones y hace más incierta la mirada sobre el futuro. La apertura a la vida es exigencia intrínseca del amor conyugal. En esta perspectiva, la Iglesia sostiene a las familias que acogen, educan y rodean con su afecto a los hijos diversamente hábiles.
58. También en este ámbito es necesario partir de la escucha de las personas y dar razón de la belleza y de la verdad de una apertura incondicional a la vida, necesaria para que el amor humano sea vivido en plenitud. Sobre esta base puede apoyarse una enseñanza adecuada sobre los métodos naturales para la procreación responsable. Dicha enseñanza ayuda a vivir de manera armoniosa y consciente la comunión entre los cónyuges, en todas sus dimensiones, junto a la responsabilidad generativa. Es preciso redescubrir el mensaje de la Encíclica Humanae Vitae de Pablo VI, que hace hincapié en la necesidad de respetar la dignidad de la persona en la valoración moral de los métodos de regulación de la natalidad. La adopción de niños, huérfanos y abandonados, acogidos como hijos propios, es una forma específica de apostolado familiar (cfr. Apostolicam Actuositatem, 11), repetidamente recordada y alentada por el magisterio (cfr. Familiaris Consortio, 41; Evangelium Vitae, 93). La opción de la adopción y de la acogida expresa una fecundidad particular de la experiencia conyugal, no sólo cuando se ve marcada por la esterilidad. Esta opción es signo elocuente del amor familiar, ocasión para testimoniar la propia fe y devolver dignidad filial a quien ha sido privado de ella.

59. Es necesario ayudar a vivir la afectividad, también en el vínculo conyugal, como un camino de maduración, siempre en la más profunda acogida del otro y en una entrega cada vez más plena. En ese sentido, cabe subrayar la necesidad de ofrecer itinerarios formativos que alimenten la vida conyugal y la importancia de un laicado que ofrezca un acompañamiento a partir de un testimonio vivo. Es de gran ayuda el ejemplo de un amor fiel y profundo lleno de ternura y respeto, capaz de crecer en el tiempo y que en su apertura concreta a la generación de la vida haga experiencia de un misterio que nos trasciende.

El desafío de la educación y el rol de la familia en la evangelización

60. Uno de los desafíos fundamentales frente al que se encuentran las familias de hoy es seguramente el desafío educativo, todavía más arduo y complejo a causa de la realidad cultural actual y de la gran influencia de los medios de comunicación. Hay que tener en debida cuenta las exigencias y expectativas de familias capaces de ser en la vida cotidiana, lugares de crecimiento, de concreta y esencial transmisión de las virtudes que dan forma a la existencia. Esto indica que los padres puedan elegir libremente el tipo de educación que dar a sus hijos según sus convicciones.

61. La Iglesia desempeña un rol precioso de apoyo a las familias, partiendo de la iniciación cristiana, a través de comunidades acogedoras. Se le pide, hoy más que nunca, tanto en las situaciones complejas como en las ordinarias, que sostenga a los padres en su empeño educativo, acompañando a los niños, muchachos y jóvenes en su crecimiento mediante itinerarios personalizados, que introduzcan al sentido pleno de la vida y susciten decisiones y responsabilidad, vividas a la luz del Evangelio. María, en su ternura, misericordia, sensibilidad materna puede alimentar el hambre de humanidad y vida; por eso la invocan las familias y el pueblo cristiano. La pastoral y una devoción mariana son un punto de partida oportuno para anunciar el Evangelio de la familia.


Conclusión

62. Las reflexiones propuestas, fruto del trabajo sinodal que tuvo lugar en un clima de gran libertad y en un estilo de escucha mutua, desean plantear cuestiones e indicar perspectivas que deberán ser maduradas y precisadas por la reflexión de las Iglesias locales durante el año que nos separa de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos prevista para octubre de 2015, dedicada a la vocación y misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo. No se trata de decisiones tomadas ni de perspectivas fáciles. Sin embargo, el camino colegial de los Obispos y la implicación de todo el pueblo de Dios bajo la acción del Espíritu Santo, con la mirada puesta en el modelo de la Santa Familia, podrán guiarnos a encontrar caminos de verdad y de misericordia para todos. Es el deseo que nos expresó el Papa Francisco desde el inicio de nuestros trabajos, invitándonos a la valentía de la fe y a la acogida humilde y honrada de la verdad en la caridad.


Preguntas sobre la recepción
y
la profundización
de la
Relatio Synodi

Pregunta previa referida a todas las secciones de la Relatio Synodi

¿La descripción de la realidad de la familia presente en la Relatio Synodi corresponde a lo que se observa en la Iglesia y en la sociedad de hoy? ¿qué aspectos ausentes pueden integrarse?

Primera parte

La escucha: el contexto y los desafíos de la familia
Tal como se indica en la introducción (núms. 1-4), el Sínodo extraordinario deseaba dirigirse a todas las familias del mundo, quería participar de sus alegrías, fatigas y esperanzas. A las numerosas familias cristianas fieles a su vocación, el Sínodo dirigió una mirada especial de reconocimiento, alentándolas a participar todavía con más decisión en esta hora de la “Iglesia en salida”, redescubriéndose como sujeto imprescindible de la evangelización, sobre todo cuando se trata de alimentar para ellas mismas y para las familias con dificultades el “deseo de familia”, que permanece siempre vivo y que es el fundamento de la convicción de cuán necesario es “volver a partir de la familia” para anunciar con eficacia el núcleo del Evangelio.
El renovado camino trazado por el Sínodo extraordinario se inserta en el contexto eclesial más amplio indicado en la exhortación Evangelii Gaudium del Papa Francisco, es decir, partiendo de las “periferias existenciales”, con una pastoral caracterizada por la “cultura del encuentro”, capaz de reconocer la obra libre del Señor incluso fuera de nuestros esquemas habituales y de asumir, sin avergonzarse, la condición de “hospital de campo”, tan beneficiosa para al anuncio de la misericordia de Dios. A dichos desafíos responden los números de la primera parte de la Relatio Synodidonde están expuestos los aspectos que forman el marco de referencia más concreto sobre la situación real de las familias dentro del cual proseguir la reflexión.

Las preguntas que se proponen a continuación, con expresa referencia a los aspectos de la primera parte de la Relatio Synodi, desean facilitar el debido realismo en la reflexión de cada episcopado, evitando que sus respuestas puedan ser dadas según esquemas y perspectivas propias de una pastoral meramente aplicativa de la doctrina, que no respetaría las conclusiones de la Asamblea sinodal extraordinaria, y que alejaría su reflexión del camino ya trazado.

El contexto sociocultural (núms. 5-8)

1. ¿Cuáles son las iniciativas en acto y las programadas respecto a los desafíos que plantean a la familia las contradicciones culturales (cfr. núms. 6-7): aquellas iniciativas orientadas a despertar la presencia de Dios en la vida de las familias; aquellas dirigidas a educar y establecer relaciones interpersonales sólidas; aquellas que favorecen políticas sociales y económicas útiles a la familia; aquellas que alivian las dificultades relacionadas con la atención a los niños, los ancianos y los familiares enfermos; aquellas que afrontan el contexto cultural más específico en el que se compromete la Iglesia local?

2. ¿Qué instrumentos de análisis se están empleando, y cuáles son los resultados más significativos respecto a los aspectos (positivos y negativos) del cambio antropológico cultural? (cfr. núm. 5). Entre tales resultados ¿se percibe la posibilidad de encontrar elementos comunes en el pluralismo cultural?

3. Además de anunciar y denunciar, ¿cuáles son las modalidades elegidas para estar presentes como Iglesia junto a las familias en las situaciones extremas? (cfr. núm. 8). ¿Cuáles son las estrategias educativas para prevenirlas? ¿Qué se puede hacer para sostener y reforzar las familias creyentes, fieles al vínculo?

4. ¿Cómo la acción pastoral de la Iglesia reacciona ante la difusión del relativismo cultural en la sociedad secularizada y ante el consiguiente rechazo de parte de muchas personas del modelo de familia formado por un hombre y una mujer unidos en el vínculo matrimonial y abierto a la procreación?

La importancia de la vida afectiva (núms. 9-10)

5. ¿De qué modo, con qué actividades las familias cristianas contribuyen a testimoniar a las nuevas generaciones el progreso en la maduración afectiva? (cfr. núms. 9-10). ¿Cómo se podría mejorar la formación de los ministros ordenados respecto a estos temas? ¿Qué figuras de agentes de pastoral específicamente calificados se consideran más urgentes?
El desafío para la pastoral (núm. 11)

6. ¿En qué proporción, y con qué medios, la pastoral familiar ordinaria se dirige a las personas lejanas? (cfr. núm. 11). ¿Qué líneas operativas se han predispuesto para suscitar y valorizar el “deseo de familia” que el Creador sembró en el corazón de cada persona, y está presente especialmente en los jóvenes, incluso en quien se encuentra en situaciones de familias no correspondientes a la visión cristiana? ¿Qué respuesta efectiva se tiene de la misión dirigida a ellos? Entre los no bautizados ¿cuán fuerte es la presencia de matrimonios naturales, incluso en relación al deseo de familia de los jóvenes?


II Parte

La mirada fija en Cristo: el Evangelio de la familia

El Evangelio de la familia, que la Iglesia ha custodiado fielmente en la línea de la Revelación cristiana escrita y transmitida, exige ser anunciado en el mundo actual con renovada alegría y esperanza, dirigiendo constantemente la mirada a Jesucristo. La vocación y la misión de la familia se configuran plenamente en el orden de la creación que evoluciona en el de la redención, sintetizado así en el deseo del Concilio: «Los propios cónyuges, finalmente, hechos a imagen de Dios vivo y constituidos en el verdadero orden de personas, vivan unidos, con el mismo cariño, modo de pensar idéntico y mutua santidad, para que, habiendo seguido a Cristo, principio de vida, en los gozos y sacrificios de su vocación por medio de su fiel amor, sean testigos de aquel misterio de amor que el Señor con su muerte y resurrección reveló al mundo» (Gaudium et Spes, 52; cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1533-1535).
Desde esta óptica, la finalidad de las preguntas que derivan de la Relatio Synodi es suscitar respuestas fieles y valientes en los Pastores y en el pueblo de Dios para un renovado anuncio del Evangelio de la familia.

La mirada fija en Jesús y la pedagogía divina en la historia de la salvación (núms. 12-14)

Aceptando la invitación del Papa Francisco, la Iglesia mira a Cristo en su permanente verdad e inagotable novedad, que ilumina también a cada familia. «Cristo es el “Evangelio eterno” (Ap 14,6), y es “el mismo ayer y hoy y para siempre” (Hb 13,8), pero su riqueza y su hermosura son inagotables. Él es siempre joven y fuente constante de novedad» (Evangelii Gaudium, 11).

7. La mirada fija en Cristo abre nuevas posibilidades. «En efecto, cada vez que volvemos a la fuente de la experiencia cristiana se abren caminos nuevos y posibilidades inesperadas» (núm. 12). ¿Cómo se utiliza la enseñanza de la Sagrada Escritura en la acción pastoral con las familias? ¿En qué medida esta mirada alimenta una pastoral familiar valiente y fiel?

8. ¿Cuáles son los valores del matrimonio y de la familia que ven realizados en sus vidas los jóvenes y los cónyuges? ¿Y en qué forma?¿Hay valores que podamos poner de relieve? (cfr. núm. 13) ¿Qué dimensiones de pecado hay que evitar y superar?

9. ¿Qué pedagogía humana es preciso considerar —en sintonía con la pedagogía divina— para comprender mejor qué se le pide a la pastoral de la Iglesia frente a la maduración de la vida de la pareja, hacia el futuro matrimonio? (cfr. núm. 13)

10. ¿Qué hacer para mostrar la grandeza y belleza del don de la indisolubilidad, a fin de suscitar el deseo de vivirla y de construirla cada vez más? (cfr. núm. 14)

11. ¿De qué modo se podría ayudar a comprender que la relación con Dios permite vencer las fragilidades inscritas también en las relaciones conyugales? (cfr. núm. 14). ¿Cómo testimoniar que la bendición de Dios acompaña todo verdadero matrimonio? ¿Cómo manifestar que la gracia del sacramento sostiene los esposos en todo el camino de su vida?

La familia en el designio salvífico de Dios (núms. 15-16)

La vocación creatural al amor entre hombre y mujer recibe su forma completa del evento pascual de Cristo Señor, que se entrega sin reservas, haciendo de la Iglesia su Cuerpo místico. El matrimonio cristiano —que se alimenta de la gracia de Cristo— se convierte así, para aquellos que están llamados a esta vocación, en el camino que transitan hacia la perfección del amor, que es la santidad.

12. ¿Cómo se podría hacer comprender que el matrimonio cristiano corresponde a la disposición originaria de Dios y, por tanto, es una experiencia de plenitud y no de límite? (cfr. núm. 13)

13. ¿Cómo concebir la familia como “Iglesia doméstica” (cfr. LG 11), sujeto y objeto de la acción evangelizadora al servicio del Reino de Dios?

14. ¿Cómo promover la conciencia del compromiso misionero de la familia?

La familia en los documentos de la Iglesia (núms. 17-20)

El Pueblo de Dios debería conocer mejor el magisterio eclesial en toda su riqueza. La espiritualidad conyugal se nutre de la enseñanza constante de los Pastores, que cuidan de su rebaño, y madura gracias a la escucha incesante de la Palabra de Dios, de los sacramentos de la fe y de la caridad.

15. La familia cristiana vive ante la mirada amorosa del Señor y en la relación con Él crece como verdadera comunidad de vida y de amor. ¿Cómo desarrollar la espiritualidad de la familia, y cómo ayudar a las familias a ser lugar de vida nueva en Cristo? (cfr. núm. 21)

16. ¿Cómo desarrollar y promover iniciativas de catequesis que den a conocer y ayuden a vivir las enseñanzas de la Iglesia sobre la familia, favoreciendo la superación de la distancia posible entre lo que se vive y lo que se profesa, y promoviendo caminos de conversión?

La indisolubilidad del matrimonio y el gozo de vivir juntos (núms. 21-22)

«El genuino amor conyugal es asumido en el amor divino y se rige y enriquece por la virtud redentora de Cristo y la acción salvífica de la Iglesia para conducir eficazmente a los cónyuges a Dios y ayudarlos y fortalecerlos en la sublime misión de la paternidad y la maternidad. Por ello los esposos cristianos, para cumplir dignamente sus deberes de estado, están fortificados y como consagrados por un sacramento especial, con cuya virtud, al cumplir su misión conyugal y familiar, imbuidos del espíritu de Cristo, que satura toda su vida de fe, esperanza y caridad, llegan cada vez más a su propia perfección y a su mutua santificación, y, por tanto, conjuntamente, a la glorificación de Dios» (Gaudium et Spes, 48).

17. ¿Cuáles son las iniciativas para comprender el valor del matrimonio indisoluble y fecundo como camino de plena realización personal? (cfr. núm. 21)

18. ¿Cómo proponer la familia como lugar, único en muchos aspectos, para realizar la alegría de las personas?

19. El Concilio Vaticano II quiso expresar su estima por el matrimonio natural, renovando una antigua tradición eclesial. ¿En qué medida las pastorales diocesanas saben valorizar también esta sabiduría de los pueblos, como fundamental para la cultura y la sociedad común? (cfr. núm. 22).

Verdad y belleza de la familia y misericordia para con las familias heridas y frágiles (núms. 23-28)

Después de haber considerado la belleza de los matrimonios que proceden bien y de las familias sólidas, y de haber apreciado el testimonio generoso de quienes han permanecido fieles al vínculo aun abandonados por el cónyuge, los pastores reunidos en el Sínodo se preguntaron —de modo abierto y valiente, no sin preocupación y cautela— qué mirada debe tener la Iglesia para los católicos que están unidos sólo con vínculo civil, para los que todavía conviven y para aquellos que, después de un válido matrimonio, se han divorciado y vuelto a casar civilmente.

Conscientes de los límites evidentes y de las imperfecciones presentes en situaciones tan distintas, los Padres asumieron positivamente la perspectiva indicada por el Papa Francisco, según la cual «sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día» (Evangelii Gaudium, 44).

20. ¿Cómo ayudar a entender que nadie queda excluido de la misericordia de Dios y cómo expresar esta verdad en la acción pastoral de la Iglesia para con las familias, en particular las heridas y frágiles? (cfr. núm. 28)

21. ¿Cómo pueden los fieles mostrar, con las personas que todavía no tienen una plena comprensión del don de amor de Cristo, una actitud de acogida y acompañamiento confiado, sin renunciar nunca al anuncio de las exigencias del Evangelio? (cfr. núm. 24)

22. ¿Qué se puede hacer para que en las diversas formas de unión —en las cuales pueden descubrirse valores humanos— el hombre y la mujer adviertan el respeto, la confianza y el aliento a crecer en el bien, de parte de la Iglesia y sean ayudados a alcanzar la plenitud del matrimonio cristiano? (cfr. núm. 25)

III Parte

La confrontación: perspectivas pastorales

Al profundizar la tercera parte de la Relatio Synodi, es importante dejarse guiar por el viraje pastoral que el Sínodo extraordinario ha comenzado a delinear, hundiendo sus raíces en el Vaticano II y en el magisterio del Papa Francisco. A las Conferencias Episcopales compete seguir profundizándolo llamando a participar de la manera más oportuna a todos los componentes eclesiales y concretizándolo en su contexto específico. Es necesario hacer todo lo posible para que no se vuelva a empezar de cero, sino que se asuma el camino recorrido en el Sínodo extraordinario como punto de partida.

Anunciar el Evangelio de la familia hoy, en los diversos contextos (núms. 29-38)
A la luz de la necesidad de la familia y, al mismo tiempo, de los múltiples y complejos desafíos presentes en nuestro mundo, el Sínodo ha subrayado la importancia de un compromiso renovado para un anuncio, franco y significativo, del Evangelio de la familia.

23. En la formación de los presbíteros y de otros agentes pastorales ¿cómo se cultiva la dimensión familiar? ¿Se implica a las familias?

24. ¿Somos conscientes de que la rápida evolución de nuestra sociedad exige una constante atención al lenguaje en la comunicación pastoral? ¿Cómo testimoniar eficazmente la prioridad de la gracia, de manera que la vida familiar se proyecte y se viva como acogida del Espíritu Santo?

25. Al anunciar el Evangelio de la familia ¿cómo se pueden crear las condiciones para que cada familia sea como Dios la quiere y sea reconocida socialmente en su dignidad y misión? ¿Qué “conversión pastoral” y qué ulteriores profundizaciones hay que llevar a cabo en esta dirección?

26. ¿La colaboración al servicio de la familia con las instituciones sociales y políticas, se percibe en toda su importancia? De hecho, ¿cómo se pone en práctica? ¿En qué criterios inspirarse? ¿Qué rol pueden desempeñar en este sentido las asociaciones familiares? ¿Cómo puede sostener dicha colaboración la denuncia franca de los procesos culturales, económicos y políticos que minan la realidad familiar?

27. ¿Cómo favorecer una relación entre familia, sociedad y política que beneficie a la familia? ¿Cómo promover el sostén a la familia de parte de la comunidad internacional y de los Estados?

Guiar a los prometidos en el camino de preparación al matrimonio (núms. 39-40)

El Sínodo reconoció los pasos que se han dado en estos últimos años para favorecer una adecuada preparación de los jóvenes al matrimonio. Sin embargo, subrayó la necesidad de un mayor compromiso de toda la comunidad cristiana no sólo en la preparación sino también en los primeros años de vida familiar.

28. ¿Cómo proponer los itinerarios de preparación al matrimonio de forma que pongan de relieve la vocación y la misión de la familia según la fe en Cristo? ¿Se llevan a cabo ofreciendo una auténtica experiencia eclesial? ¿Cómo renovarlos y mejorarlos?

29. ¿Cómo la catequesis de iniciación cristiana presenta la apertura a la vocación y la misión de la familia? ¿Qué pasos se consideran más urgentes? ¿Cómo proponer la relación entre bautismo, eucaristía y matrimonio? ¿En qué modo poner de relieve el carácter de catecumenado y mistagógico que los itinerarios de preparación al matrimonio asumen a menudo? ¿Cómo lograr que la comunidad participe en esta preparación?

Acompañar en los primeros años de la vida matrimonial (núm. 40)

30. Tanto en la preparación como en el acompañamiento de los primeros años de vida matrimonial ¿se valora adecuadamente la importante contribución de testimonio y de sostén que pueden dar familias, asociaciones y movimientos familiares? ¿Qué experiencias positivas se pueden referir en este campo?

31. La pastoral de acompañamiento de los cónyuges en los primeros años de vida familiar —se observó en el debate sinodal— necesita un ulterior desarrollo. ¿Cuáles son las iniciativas más significativas ya realizadas? ¿Qué aspectos hay que incrementar a nivel parroquial, a nivel diocesano o en el ámbito de asociaciones y movimientos?

Solicitud pastoral por quienes viven en el matrimonio civil o en convivencias (núms. 41-43)

En el debate sinodal se recordó la diversidad de situaciones, debida a múltiples factores culturales y económicos, praxis arraigadas en la tradición, dificultad de los jóvenes a tomar decisiones que comprometan para toda la vida.

32. ¿Cuáles deben ser los criterios para un correcto discernimiento pastoral de cada situación a la luz de la enseñanza de la Iglesia, según la cual los elementos constitutivos del matrimonio son unidad, indisolubilidad y apertura a la procreación?

33. ¿La comunidad cristiana es capaz de comprometerse pastoralmente en estas situaciones? ¿Cómo ayuda a discernir estos elementos positivos y aquellos negativos de la vida de personas unidas en matrimonios civiles a fin de orientarlas y sostenerlas en el camino de crecimiento y de conversión hacia el sacramento del matrimonio? ¿Cómo ayudar a quienes conviven a decidirse por el matrimonio?

34. En particular, ¿qué respuestas dar a las problemáticas planteadas por la permanencia de las formas tradicionales de matrimonio a etapas o arreglado entre familias?

Cuidar de las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a casar, divorciados vueltos a casar, familias monoparentales) (núms. 44-54)

En el debate sinodal se puso de relieve la necesidad de una pastoral inspirada en el arte del acompañamiento, dando «a nuestro caminar el ritmo sanador de projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana» (Evangelii Gaudium, 169).

35. ¿La comunidad cristiana está preparada para hacerse cargo de las familias heridas para hacerles experimentar la misericordia del Padre? ¿Cómo comprometerse para eliminar los factores sociales y económicos que a menudo las determinan? ¿Qué pasos se han dado y qué pasos hay que dar para que crezca esta acción y la conciencia misionera que la sostiene?

36. ¿Cómo promover la definición de líneas pastorales compartidas a nivel de Iglesia particular? ¿Cómo desarrollar al respecto el diálogo entre las diversas Iglesias particulares“cum Petro y sub Petro”?

37. ¿Cómo hacer más accesibles y ágiles, a ser posible gratuitos, los procedimientos para el reconocimiento de los casos de nulidad? (núm. 48).

38. La pastoral sacramental dirigida a los divorciados vueltos a casar necesita una mayor profundización, que valore también la praxis ortodoxa y tenga presente «la distinción entre situación objetiva de pecado y circunstancias atenuantes» (núm. 52). ¿Cuáles son las perspectivas en las que moverse? ¿Qué pasos se pueden dar? ¿Qué sugerencias para eludir formas de impedimentos no debidas o no necesarias?

39. ¿La normativa actual permite dar respuestas válidas a los desafíos que plantean los matrimonios mixtos y los inter-confesionales? ¿Hace falta tener en cuenta otros elementos?

La atención pastoral por las personas con tendencia homosexual (núms. 55-56)

La atención pastoral por las personas con tendencia homosexual plantea hoy nuevos desafíos, debidos también a la manera en que se proponen socialmente sus derechos.

40. ¿Cómo dirige la comunidad cristiana su atención pastoral a las familias en las que hay personas con tendencia homosexual? Evitando toda injusta discriminación, ¿de qué modo ofrecer el cuidado a las personas en estas situaciones a la luz del Evangelio? ¿Cómo proponerles las exigencias de la voluntad de Dios en su situación?

La transmisión de la vida y el desafío de la disminución de la natalidad (núms. 57-59)
La transmisión de la vida es un elemento fundamental de la vocación-misión de la familia: «En el deber de transmitir la vida humana y de educarla, lo cual hay que considerar como su propia misión, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios Creador y como sus intérpretes» (Gaudium et spes, 50).

41. ¿Cuáles son los pasos más significativos que se han dado para anunciar y promover eficazmente la apertura a la vida y la belleza y la dignidad humana de ser madre o padre, a la luz por ejemplo de la Humanae Vitae del beato Paolo VI? ¿Cómo promover el diálogo con las ciencias y las tecnologías biomédicas de manera que se respete la ecología humana del engendrar?

42. Una maternidad/paternidad generosa necesita estructuras e instrumentos. ¿La comunidad cristiana vive una efectiva solidaridad y subsidiaridad? ¿Cómo? ¿Es valiente en la propuesta de soluciones válidas también a nivel sociopolítico? ¿Cómo alentar a la adopción y la acogida como signo altísimo de generosidad fecunda? ¿Cómo promover el cuidado y el respeto de los jóvenes?

43. El cristiano vive la maternidad/paternidad como respuesta a una vocación. ¿En la catequesis se subraya suficientemente esta vocación? ¿Qué itinerarios formativos se proponen a fin de que dicha vocación guíe efectivamente las conciencias de los esposos? ¿Se tiene conciencia de las graves consecuencias de los cambios demográficos?

44. ¿Cómo lucha la Iglesia contra la plaga del aborto, promoviendo una cultura de la vida eficaz?

El desafío de la educación y el rol de la familia en la evangelización (núms. 60-61)

45. Llevar adelante la misión educadora no siempre es sencillo para los padres: ¿encuentran solidaridad y sostén en la comunidad cristiana? ¿Qué itinerarios formativos hay que sugerir? ¿Qué pasos hay que dar para que la tarea educativa de los padres sea reconocida también a nivel sociopolítico?

46. ¿Cómo promover en los padres y en la familia cristiana la conciencia del deber de la transmisión de la fe como dimensión intrínseca a la misma identidad cristiana?