sábado, 31 de diciembre de 2011

EDUCAR A LOS JÓVENES EN LA JUSTICIA Y LA PAZ

MENSAJE DE SU SANTIDAD
BENEDICTO XVI
PARA LA CELEBRACIÓN DE LA
XLV JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ

1 DE ENERO DE 2012


EDUCAR A LOS JÓVENES EN LA JUSTICIA Y LA PAZ


1. El comienzo de un Año nuevo, don de Dios a la humanidad, es una invitación a desear a todos, con mucha confianza y afecto, que este tiempo que tenemos por delante esté marcado por la justicia y la paz.

¿Con qué actitud debemos mirar el nuevo año? En el salmo 130 encontramos una imagen muy bella. El salmista dice que el hombre de fe aguarda al Señor «más que el centinela la aurora» (v. 6), lo aguarda con una sólida esperanza, porque sabe que traerá luz, misericordia, salvación. Esta espera nace de la experiencia del pueblo elegido, el cual reconoce que Dios lo ha educado para mirar el mundo en su verdad y a no dejarse abatir por las tribulaciones. Os invito a abrir el año 2012 con dicha actitud de confianza. Es verdad que en el año que termina ha aumentado el sentimiento de frustración por la crisis que agobia a la sociedad, al mundo del trabajo y la economía; una crisis cuyas raíces son sobre todo culturales y antropológicas. Parece como si un manto de oscuridad hubiera descendido sobre nuestro tiempo y no dejara ver con claridad la luz del día.

En esta oscuridad, sin embargo, el corazón del hombre no cesa de esperar la aurora de la que habla el salmista. Se percibe de manera especialmente viva y visible en los jóvenes, y por esa razón me dirijo a ellos teniendo en cuenta la aportación que pueden y deben ofrecer a la sociedad. Así pues, quisiera presentar el Mensaje para la XLV Jornada Mundial de la Paz en una perspectiva educativa: «Educar a los jóvenes en la justicia y la paz», convencido de que ellos, con su entusiasmo y su impulso hacia los ideales, pueden ofrecer al mundo una nueva esperanza.

Mi mensaje se dirige también a los padres, las familias y a todos los estamentos educativos y formativos, así como a los responsables en los distintos ámbitos de la vida religiosa, social, política, económica, cultural y de la comunicación. Prestar atención al mundo juvenil, saber escucharlo y valorarlo, no es sólo una oportunidad, sino un deber primario de toda la sociedad, para la construcción de un futuro de justicia y de paz.

Se ha de transmitir a los jóvenes el aprecio por el valor positivo de la vida, suscitando en ellos el deseo de gastarla al servicio del bien. Éste es un deber en el que todos estamos comprometidos en primera persona.


Las preocupaciones manifestadas en estos últimos tiempos por muchos jóvenes en diversas regiones del mundo expresan el deseo de mirar con fundada esperanza el futuro. En la actualidad, muchos son los aspectos que les preocupan: el deseo de recibir una formación que los prepare con más profundidad a afrontar la realidad, la dificultad de formar una familia y encontrar un puesto estable de trabajo, la capacidad efectiva de contribuir al mundo de la política, de la cultura y de la economía, para edificar una sociedad con un rostro más humano y solidario.

Es importante que estos fermentos, y el impulso idealista que contienen, encuentren la justa atención en todos los sectores de la sociedad. La Iglesia mira a los jóvenes con esperanza, confía en ellos y los anima a buscar la verdad, a defender el bien común, a tener una perspectiva abierta sobre el mundo y ojos capaces de ver «cosas nuevas» (Is 42,9; 48,6).



Los responsables de la educación

2. La educación es la aventura más fascinante y difícil de la vida. Educar –que viene de educere en latín– significa conducir fuera de sí mismos para introducirlos en la realidad, hacia una plenitud que hace crecer a la persona. Ese proceso se nutre del encuentro de dos libertades, la del adulto y la del joven. Requiere la responsabilidad del discípulo, que ha de estar abierto a dejarse guiar al conocimiento de la realidad, y la del educador, que debe de estar dispuesto a darse a sí mismo. Por eso, los testigos auténticos, y no simples dispensadores de reglas o informaciones, son más necesarios que nunca; testigos que sepan ver más lejos que los demás, porque su vida abarca espacios más amplios. El testigo es el primero en vivir el camino que propone.

¿Cuáles son los lugares donde madura una verdadera educación en la paz y en la justicia? Ante todo la familia, puesto que los padres son los primeros educadores. La familia es la célula originaria de la sociedad. «En la familia es donde los hijos aprenden los valores humanos y cristianos que permiten una convivencia constructiva y pacífica. En la familia es donde se aprende la solidaridad entre las generaciones, el respeto de las reglas, el perdón y la acogida del otro»[1].Ella es la primera escuela donde se recibe educación para la justicia y la paz.

Vivimos en un mundo en el que la familia, y también la misma vida, se ven constantemente amenazadas y, a veces, destrozadas. Unas condiciones de trabajo a menudo poco conciliables con las responsabilidades familiares, la preocupación por el futuro, los ritmos de vida frenéticos, la emigración en busca de un sustento adecuado, cuando no de la simple supervivencia, acaban por hacer difícil la posibilidad de asegurar a los hijos uno de los bienes más preciosos: la presencia de los padres; una presencia que les permita cada vez más compartir el camino con ellos, para poder transmitirles esa experiencia y cúmulo de certezas que se adquieren con los años, y que sólo se pueden comunicar pasando juntos el tiempo. Deseo decir a los padres que no se desanimen. Que exhorten con el ejemplo de su vida a los hijos a que pongan la esperanza ante todo en Dios, el único del que mana justicia y paz auténtica.

Quisiera dirigirme también a los responsables de las instituciones dedicadas a la educación: que vigilen con gran sentido de responsabilidad para que se respete y valore en toda circunstancia la dignidad de cada persona. Que se preocupen de que cada joven pueda descubrir la propia vocación, acompañándolo mientras hace fructificar los dones que el Señor le ha concedido. Que aseguren a las familias que sus hijos puedan tener un camino formativo que no contraste con su conciencia y principios religiosos.

Que todo ambiente educativo sea un lugar de apertura al otro y a lo transcendente; lugar de diálogo, de cohesión y de escucha, en el que el joven se sienta valorado en sus propias potencialidades y riqueza interior, y aprenda a apreciar a los hermanos. Que enseñe a gustar la alegría que brota de vivir día a día la caridad y la compasión por el prójimo, y de participar activamente en la construcción de una sociedad más humana y fraterna.

Me dirijo también a los responsables políticos, pidiéndoles que ayuden concretamente a las familias e instituciones educativas a ejercer su derecho deber de educar. Nunca debe faltar una ayuda adecuada a la maternidad y a la paternidad. Que se esfuercen para que a nadie se le niegue el derecho a la instrucción y las familias puedan elegir libremente las estructuras educativas que consideren más idóneas para el bien de sus hijos. Que trabajen para favorecer el reagrupamiento de las familias divididas por la necesidad de encontrar medios de subsistencia. Ofrezcan a los jóvenes una imagen límpida de la política, como verdadero servicio al bien de todos.

No puedo dejar de hacer un llamamiento, además, al mundo de los medios, para que den su aportación educativa. En la sociedad actual, los medios de comunicación de masa tienen un papel particular: no sólo informan, sino que también forman el espíritu de sus destinatarios y, por tanto, pueden dar una aportación notable a la educación de los jóvenes. Es importante tener presente que los lazos entre educación y comunicación son muy estrechos: en efecto, la educación se produce mediante la comunicación, que influye positiva o negativamente en la formación de la persona.

También los jóvenes han de tener el valor de vivir ante todo ellos mismos lo que piden a quienes están en su entorno. Les corresponde una gran responsabilidad: que tengan la fuerza de usar bien y conscientemente la libertad. También ellos son responsables de la propia educación y formación en la justicia y la paz.


Educar en la verdad y en la libertad

3. San Agustín se preguntaba: «Quid enim fortius desiderat anima quam veritatem? - ¿Ama algo el alma con más ardor que la verdad?»[2]. El rostro humano de una sociedad depende mucho de la contribución de la educación a mantener viva esa cuestión insoslayable. En efecto, la educación persigue la formación integral de la persona, incluida la dimensión moral y espiritual del ser, con vistas a su fin último y al bien de la sociedad de la que es miembro. Por eso, para educar en la verdad es necesario saber sobre todo quién es la persona humana, conocer su naturaleza. Contemplando la realidad que lo rodea, el salmista reflexiona: «Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado. ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para que de él te cuides?» (Sal 8,4-5). Ésta es la cuestión fundamental que hay que plantearse: ¿Quién es el hombre? El hombre es un ser que alberga en su corazón una sed de infinito, una sed de verdad –no parcial, sino capaz de explicar el sentido de la vida– porque ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Así pues, reconocer con gratitud la vida como un don inestimable lleva a descubrir la propia dignidad profunda y la inviolabilidad de toda persona. Por eso, la primera educación consiste en aprender a reconocer en el hombre la imagen del Creador y, por consiguiente, a tener un profundo respeto por cada ser humano y ayudar a los otros a llevar una vida conforme a esta altísima dignidad. Nunca podemos olvidar que «el auténtico desarrollo del hombre concierne de manera unitaria a la totalidad de la persona en todas sus dimensiones»[3],incluida la trascendente, y que no se puede sacrificar a la persona para obtener un bien particular, ya sea económico o social, individual o colectivo.

Sólo en la relación con Dios comprende también el hombre el significado de la propia libertad. Y es cometido de la educación el formar en la auténtica libertad. Ésta no es la ausencia de vínculos o el dominio del libre albedrío, no es el absolutismo del yo. El hombre que cree ser absoluto, no depender de nada ni de nadie, que puede hacer todo lo que se le antoja, termina por contradecir la verdad del propio ser, perdiendo su libertad. Por el contrario, el hombre es un ser relacional, que vive en relación con los otros y, sobre todo, con Dios. La auténtica libertad nunca se puede alcanzar alejándose de Él.

La libertad es un valor precioso, pero delicado; se la puede entender y usar mal. «En la actualidad, un obstáculo particularmente insidioso para la obra educativa es la masiva presencia, en nuestra sociedad y cultura, del relativismo que, al no reconocer nada como definitivo, deja como última medida sólo el propio yo con sus caprichos; y, bajo la apariencia de la libertad, se transforma para cada uno en una prisión, porque separa al uno del otro, dejando a cada uno encerrado dentro de su propio “yo”. Por consiguiente, dentro de ese horizonte relativista no es posible una auténtica educación, pues sin la luz de la verdad, antes o después, toda persona queda condenada a dudar de la bondad de su misma vida y de las relaciones que la constituyen, de la validez de su esfuerzo por construir con los demás algo en común»[4].

Para ejercer su libertad, el hombre debe superar por tanto el horizonte del relativismo y conocer la verdad sobre sí mismo y sobre el bien y el mal. En lo más íntimo de la conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz lo llama a amar, a hacer el bien y huir del mal, a asumir la responsabilidad del bien que ha hecho y del mal que ha cometido[5].Por eso, el ejercicio de la libertad está íntimamente relacionado con la ley moral natural, que tiene un carácter universal, expresa la dignidad de toda persona, sienta la base de sus derechos y deberes fundamentales, y, por tanto, en último análisis, de la convivencia justa y pacífica entre las personas.

El uso recto de la libertad es, pues, central en la promoción de la justicia y la paz, que requieren el respeto hacia uno mismo y hacia el otro, aunque se distancie de la propia forma de ser y vivir. De esa actitud brotan los elementos sin los cuales la paz y la justicia se quedan en palabras sin contenido: la confianza recíproca, la capacidad de entablar un diálogo constructivo, la posibilidad del perdón, que tantas veces se quisiera obtener pero que cuesta conceder, la caridad recíproca, la compasión hacia los más débiles, así como la disponibilidad para el sacrificio.


Educar en la justicia

4. En nuestro mundo, en el que el valor de la persona, de su dignidad y de sus derechos, más allá de las declaraciones de intenciones, está seriamente amenazo por la extendida tendencia a recurrir exclusivamente a los criterios de utilidad, del beneficio y del tener, es importante no separar el concepto de justicia de sus raíces transcendentes. La justicia, en efecto, no es una simple convención humana, ya que lo que es justo no está determinado originariamente por la ley positiva, sino por la identidad profunda del ser humano. La visión integral del hombre es lo que permite no caer en una concepción contractualista de la justicia y abrir también para ella el horizonte de la solidaridad y del amor[6].

No podemos ignorar que ciertas corrientes de la cultura moderna, sostenida por principios económicos racionalistas e individualistas, han sustraído al concepto de justicia sus raíces transcendentes, separándolo de la caridad y la solidaridad: «La “ciudad del hombre” no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión. La caridad manifiesta siempre el amor de Dios también en las relaciones humanas, otorgando valor teologal y salvífico a todo compromiso por la justicia en el mundo»[7].

«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados» (Mt 5,6). Serán saciados porque tienen hambre y sed de relaciones rectas con Dios, consigo mismos, con sus hermanos y hermanas, y con toda la creación.


Educar en la paz

5. «La paz no es sólo ausencia de guerra y no se limita a asegurar el equilibrio de fuerzas adversas. La paz no puede alcanzarse en la tierra sin la salvaguardia de los bienes de las personas, la libre comunicación entre los seres humanos, el respeto de la dignidad de las personas y de los pueblos, la práctica asidua de la fraternidad»[8].La paz es fruto de la justicia y efecto de la caridad. Y es ante todo don de Dios. Los cristianos creemos que Cristo es nuestra verdadera paz: en Él, en su cruz, Dios ha reconciliado consigo al mundo y ha destruido las barreras que nos separaban a unos de otros (cf. Ef 2,14-18); en Él, hay una única familia reconciliada en el amor.

Pero la paz no es sólo un don que se recibe, sino también una obra que se ha de construir. Para ser verdaderamente constructores de la paz, debemos ser educados en la compasión, la solidaridad, la colaboración, la fraternidad; hemos de ser activos dentro de las comunidades y atentos a despertar las consciencias sobre las cuestiones nacionales e internacionales, así como sobre la importancia de buscar modos adecuados de redistribución de la riqueza, de promoción del crecimiento, de la cooperación al desarrollo y de la resolución de los conflictos. «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios», dice Jesús en el Sermón de la Montaña (Mt 5,9).

La paz para todos nace de la justicia de cada uno y ninguno puede eludir este compromiso esencial de promover la justicia, según las propias competencias y responsabilidades. Invito de modo particular a los jóvenes, que mantienen siempre viva la tensión hacia los ideales, a tener la paciencia y constancia de buscar la justicia y la paz, de cultivar el gusto por lo que es justo y verdadero, aun cuando esto pueda comportar sacrificio e ir contracorriente.


Levantar los ojos a Dios

6. Ante el difícil desafío que supone recorrer la vía de la justicia y de la paz, podemos sentirnos tentados de preguntarnos como el salmista: «Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio?» (Sal 121,1).

Deseo decir con fuerza a todos, y particularmente a los jóvenes: «No son las ideologías las que salvan el mundo, sino sólo dirigir la mirada al Dios viviente, que es nuestro creador, el garante de nuestra libertad, el garante de lo que es realmente bueno y auténtico [...], mirar a Dios, que es la medida de lo que es justo y, al mismo tiempo, es el amor eterno.

Y ¿qué puede salvarnos sino el amor?»[9]. El amor se complace en la verdad, es la fuerza que nos hace capaces de comprometernos con la verdad, la justicia, la paz, porque todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (cf. 1 Co 13,1-13).

Queridos jóvenes, vosotros sois un don precioso para la sociedad. No os dejéis vencer por el desánimo ante las dificultades y no os entreguéis a las falsas soluciones, que con frecuencia se presentan como el camino más fácil para superar los problemas. No tengáis miedo de comprometeros, de hacer frente al esfuerzo y al sacrificio, de elegir los caminos que requieren fidelidad y constancia, humildad y dedicación. Vivid con confianza vuestra juventud y esos profundos deseos de felicidad, verdad, belleza y amor verdadero que experimentáis. Vivid con intensidad esta etapa de vuestra vida tan rica y llena de entusiasmo.

Sed conscientes de que vosotros sois un ejemplo y estímulo para los adultos, y lo seréis cuanto más os esforcéis por superar las injusticias y la corrupción, cuanto más deseéis un futuro mejor y os comprometáis en construirlo. Sed conscientes de vuestras capacidades y nunca os encerréis en vosotros mismos, sino sabed trabajar por un futuro más luminoso para todos. Nunca estáis solos. La Iglesia confía en vosotros, os sigue, os anima y desea ofreceros lo que tiene de más valor: la posibilidad de levantar los ojos hacia Dios, de encontrar a Jesucristo, Aquel que es la justicia y la paz.

A todos vosotros, hombres y mujeres preocupados por la causa de la paz. La paz no es un bien ya logrado, sino una meta a la que todos debemos aspirar. Miremos con mayor esperanza al futuro, animémonos mutuamente en nuestro camino, trabajemos para dar a nuestro mundo un rostro más humano y fraterno y sintámonos unidos en la responsabilidad respecto a las jóvenes generaciones de hoy y del mañana, particularmente en educarlas a ser pacíficas y artífices de paz. Consciente de todo ello, os envío estas reflexiones y os dirijo un llamamiento: unamos nuestras fuerzas espirituales, morales y materiales para «educar a los jóvenes en la justicia y la paz».

Vaticano, 8 de diciembre de 2011

BENEDICTUS PP XVI


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Notas
[1] Discurso a los Administradores de la Región del Lacio, del Ayuntamiento y de la Provincia de Roma, (14 enero 2011), L’Osservatore Romano, ed. en lengua española (23 enero 2011), 3.
[2] Comentario al Evangelio de S. Juan, 26,5.
[3] Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 11: AAS 101 (2009), 648; cf. Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio (26 marzo 1967), 14: AAS 59 (1967), 264.
[4] Discurso en la ceremonia de apertura de la Asamblea eclesial de la diócesis de Roma (6 junio 2005): AAS 97 (2005), 816.
[5] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 16.
[6]Cf. Discurso en el Bundestag (Berlín, 22 septiembre 2011): L’Osservatore Romano, ed. en lengua española (25 septiembre 2011), 6-7.
[7] Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 6: AAS 101 (2009), 644-645.
[8] Catecismo de la Iglesia Católica, 2304.
[9] Vigilia de oración con los jóvenes (Colonia, 20 agosto 2005): AAS 97 (2005), 885-886.

© Copyright 2011 - Libreria Editrice Vaticana

Homilía de Mons. Jorge Lozano en la Misa con ocasión del 7mo aniversario de Cromañon


Misa Séptimo Aniversario
con Familiares de Víctimas de Cromagnon

Catedral Metropolitana

La familia de Jesús, María y José, la Sagrada Familia, no tuvo una vida apacible y tranquila.
La fe navideña no nos remite a un escenario bucólico, y menos aún “mágico”. No  hubo varitas prodigiosas o cambios repentinos en Belén o Nazareth.
Después de las 12 de la noche aquel establo de Belén no se convirtió en una habitación de palacio, ni los animales en sirvientes vestidos con lujo, ni José y María en personalidades influyentes de su tiempo.
Muy pronto debieron huir a Egipto porque Herodes buscaba al niño para matarlo, movido por su sed de poder absoluto. Nada le era poco o mucho con tal de asegurarse el trono.
Fueron obligados a un largo recorrido geográfico, pero sobre todo interior. Rumiaban en el corazón lo que acontecía. Muchas veces sin entender demasiado.
El Evangelio que hemos proclamado nos relata uno de los momentos en que la Sagrada Familia, pobre y humilde, se dedica a un rito religioso importante para la fe de Israel. En este contexto los anuncios realizados por el anciano Simeón en el Templo llamaban la atención porque iban de un extremo al otro: la grandeza de este niño y la espada que atravesaría el corazón de su madre.
Jesús entra en el Templo en brazos de su mamá para purificar el Lugar sagrado, el culto, los sacerdotes, los fieles. Pero también entra en el mundo para dar sentido a las relaciones de la humanidad con Dios, y nos hace sus hijos, con los demás y nos hace hermanos, con las cosas y nos muestra el camino de la sencillez y de la sobriedad.
También quiere entrar en el corazón y la vida de cada uno de nosotros. Viene en brazos de su mamá y busca sanar las heridas de la vida y la muerte.
Dios sabe muy bien que albergamos muchas preguntas y algunas certezas muy firmes. Pero Dios cumple sus promesas y no abandona a su pueblo.
Hoy recordamos a 194 víctimas que murieron hace siete años. Nuestra oración se abre para abrazar a cientos de sobrevivientes y miles de tocados y atravesados por el dolor de la muerte. Para encontrar en nuestra historia tanta muerte joven de golpe tenemos que ir a tiempos de guerra o dictaduras. Nunca hubo tanta muerte joven en tiempos de paz y democracia.
La muerte era evitable. Lo inevitable fue el dolor y la indignación. Aquella noche trajo desolación, desgarro interior, soledad y angustia. Las mariposas y las flores se tornaron grises, los peluches se enfriaron, los pechos amigos quedaron con un vacío que reclama presencias.
Ante lo absurdo e irracional de la muerte hasta la fe más fuerte tambalea y se conmueve. Busca apoyo en la comunidad sufriente que evoca con memoria y se afianza a la experiencia. Juntos oramos. Juntos buscamos. Juntos hemos ido construyendo la esperanza.
La Carta a los Hebreos nos expresa la fe de una comunidad marcada por el sufrimiento y la persecución. Aquella comunidad se reunía, entonaba salmos y recordaba  la fidelidad de Dios.
La fe no los hizo acomodaticios con aquel mundo ni claudicar de sus convicciones. Afianzaron la esperanza no como vana y vacía ilusión, sino con la confianza en Jesucristo muerto y resucitado. La comunidad fue brazo firme y mano que acaricia.
Aquella primera comunidad cristiana se sostenía de pie, no como quien es fuerte e inconmovible, sino como quien desde su fragilidad es capaz de buscar apoyo y firmeza en el amor.

Nuestra experiencia es semejante. El Amor se hizo consuelo y bálsamo para las heridas no siempre bien tratadas por la sociedad y su dirigencia. ¡Cómo han sumado dolor al dolor las consideraciones superficiales e hipócritas! ¡Cómo han sumado dolor al dolor algunas actitudes que dejan el nefasto mensaje del “aquí no ha pasado nada” y dan vuelta la cara!

En esta tarde volvemos a encontrarnos en este Templo Catedral que tantas veces es y ha sido cobijo de nuestras esperanzas débiles. Aquí somos reconfortados en la fe y el amor para seguir caminando en la búsqueda de lo que merece la memoria de quienes murieron y la dignidad de ustedes, familiares y amigos.

En un rato acercaremos al altar 194 velas. 
194 sueños.
Nosotros sabemos que los sueños no se acaban.

+Jorge Eduardo Lozano
Obispo de Gualeguaychú

sábado, 24 de diciembre de 2011

El Dios que viene a nosotros

Ya se acerca Nochebuena, ya se acerca Navidad, ya se acerca el Dios amor a nuestra humanidad.


Tantas veces lo buscamos lejos y el está a nuestro lado, a tu lado y al mío. ¡Se hizo hombre, porque ama a los hombres!

El Niño-Dios es recostado en un pesebre: se hace bebé, se manifiesta vulnerable y necesitado, para que en este espíritu nos hagamos cercanos nosotros.

Pidamos que del mismo modo que Él se acerca, nosotros nos acerquemos a quienes más necesiten de la presencia de Dios. Esa presencia de Dios se concreta en nuestros gestos de amor… Hacete prójimo de los más próximos…

Bendiciones para todos en este día y que el Jesús nazca en el Pesebre de tu corazón, de mi corazón, del de todos…

P. Javier

sábado, 12 de noviembre de 2011

Sermón de San Carlos Borromeo

Del sermón pronunciado por san Carlos Borromeo en el último sínodo
(Acta Ecclesiae Mediolanensis, Milán 1599, 1177-1178)
NO SEAS DE LOS QUE DICEN UNA COSA Y HACEN OTRA
Todos somos débiles, lo admito, pero el Señor ha puesto en nuestras manos los medios con que poder ayudar fácilmente, si queremos, esta debilidad. Algún sacerdote querría tener aquella integridad de vida que sabe se le demanda, querría ser continente y vivir una vida angélica, como exige su condición, pero no piensa en emplear los medios requeridos para ello: ayunar, orar, evitar el trato con los malos y las familiaridades dañinas y peligrosas.
Algún otro se queja de que, cuando va a salmodiar o a celebrar la misa, al momento le acuden a la mente mil cosas que lo distraen de Dios; pero éste, antes de ir al coro o a celebrar la misa, ¿qué ha hecho en la sacristía, cómo se ha preparado, qué medios ha puesto en práctica para mantener la atención?
¿Quieres que te enseñe cómo irás progresando en la virtud y, si ya estuviste atento en el coro, cómo la próxima vez lo estarás más aún y tu culto será más agradable a Dios? Oye lo que voy a decirte. Si ya arde en ti el fuego del amor divino, por pequeño que éste sea, no lo saques fuera en seguida, no lo expongas al viento, mantén el fogón protegido para que no se enfríe y pierda el calor; esto es, aparta cuanto puedas las distracciones, conserva el recogimiento, evita las conversaciones inútiles.
¿Estás dedicado a la predicación y la enseñanza? Estudia y ocúpate en todo lo necesario para el recto ejercicio de este cargo; procura antes que todo predicar con tu vida y costumbres, no sea que, al ver que una cosa es lo que dices y otra lo que haces, se burlen de tus palabras meneando la cabeza.
¿Ejerces la cura de almas? No por ello olvides la cura de ti mismo, ni te entregues tan pródigamente a los demás que no quede para ti nada de ti mismo; porque es necesario, ciertamente, que te acuerdes de las almas a cuyo frente estás, pero no de manera que te olvides de ti.
Sabedlo, hermanos, nada es tan necesario para los clérigos como la oración mental; ella debe preceder, acompañar y seguir nuestras acciones: Salmodiaré -dice el salmista- y entenderé. Si administras los sacramentos, hermano, medita lo que haces; si celebras la misa, medita lo que ofreces; si salmodias en el coro, medita a quién hablas y qué es lo que hablas; si diriges las almas, medita con qué sangre han sido lavadas, y así hacedlo todo con espíritu de caridad; así venceremos fácilmente las innumerables dificultades que inevitablemente experimentamos cada día (ya que esto forma parte de nuestra condición); así tendremos fuerzas para dar a luz a Cristo en nosotros y en los demás.

domingo, 30 de octubre de 2011

¿Qué espero del Cura?

Tomado de Alessandro Pronzato, “La homilía del domingo (ciclo A)”

Del evangelio de este domingo: “ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen”

El domingo, volviendo a escuchar la frase fatídica… me he planteado algunas preguntas bastante comprometidas respecto al “decir” y el “no hacer” de los guías religiosos.

Sobre todo, una: ¿qué espero de ellos?

Ciertamente no la perfección, o sea, la exacta coincidencia entre las palabras y las acciones, entre la doctrina y las obras, entre los consejos y los ejemplos.

Si las credenciales para la enseñanza dependieran rigurosamente de una conducta ejemplar bajo todos los aspectos, nadie tendría derecho a abrir la boca, y muchas cátedras y púlpitos quedarían vacantes.

Solamente los santos serían una excepción. O quizás, ni ellos siquiera, porque un santo, si lo es de verdad, no sabe lo que es, y sólo se reconoce como pecador.

Así pues, honestamente me contento con que el cura sea uno que dice lo que él personalmente intenta, lo que se esfuerza por hacer, aunque no siempre lo consiga.

Me explico mejor. Para mi el cura aparece creíble no cuando toma la actitud de modelo irreprensible, sino cuando se presenta como uno que busca, prueba, se esfuerza, alguna vez incluso tropieza, pero no se resigna. Y si comete algún error tiene la humildad de reconocerlo.

Y si alguien le lanza una crítica, no le hace callar diciéndole que no entiende nada y que falta al respeto a la autoridad.

En una palabra, permite que le discutan. No adopta sólo el papel de acusador, sino que tiene el buen gusto de sentarse también en el banco de los acusados.

Sé muy bien que sus palabras jamás podrán tener la cobertura total de los hechos. Pero considero suficiente que se note en ellos un toque de autenticidad y también unas vetas de sufrimiento y de tristeza. Sí, tristeza por lo inevitable, abismal desproporción.

Concluyendo, no puedo aceptar que dé lecciones desde una cátedra de presunta impecabilidad. Y me guardo bien de exigirle el diploma de santidad.

Me basta “oír” que es uno como yo. Uno que se esfuerza y nunca ha terminado de “llegar”. Y lucha. Como todos nosotros.

Yo no pretendo de ninguna manera que el cura no cometa errores…

Pero quisiera que si alguna vez tropezara con una desagradable desgracia, lo reconociese y tuviese humildad –además del buen gusto- de pedir perdón.



domingo, 16 de octubre de 2011

Requiem de Madre de María Elena Walsh



Aquí yace una pobre mujer
que se murió de cansada.
En su vida no pudo tener
jamás las manos cruzadas.

De este valle de trapo y jabón
me voy como he venido,
sin más suerte que la obligación,
más pago que el olvido.

Aleluya, me mudo a un hogar
donde nada se vuelve a ensuciar.

Nadie me pedirá de comer
en mi última morada
no tendré que planchar ni coser
como condenada.

Cantan ángeles alrededor
de la eterna fregona
y le cambian el repasador
por una corona.

No lloréis a esta pobre mujer
porque se encamina
a un hogar donde no hay que barrer,
donde no hay cocina.

Aleluya esta pobre mujer
bienaventurada,
ya no tiene más nada que hacer
y ya no hace nada.

lunes, 3 de octubre de 2011

Luján 2011 - Palabras de Bergoglio

Desgrabación de la Homilía del Sr. Arzobispo de Buenos Aires cardenal Jorge Mario Bergoglio s.j. con motivo de la 37ª Peregrinación Juvenil a Pie a Luján

Junto a la cruz de Jesús estaba su madre, escuchamos recién. Y ahí estaba: cuidando la vida. De pie junto a la cruz estaba y sigue estando junto a las cruces de los que están con dolores en sus vidas. Ahí donde hay una cruz, en el corazón de cada hijo suyo, está nuestra Madre. El Evangelio nos presenta ese momento con pocas palabras pero con miradas profundas. Miradas de la Virgen que contempla a su hijo; mirada del hijo que la mira y la deja como Madre de todos nosotros. Jesús entrega su vida y busca en su madre quien siga cuidando tantas vidas, las nuestras, que necesitan protección. En ese momento en que Jesús le habla a su madre, cuando él está en la mas completa soledad, en el mas grande abandono; solamente tiene el afecto y la mirada comprensiva de ella, y a ella le encomienda que derrame ese afecto y esa mirada comprensiva de Madre a cada uno de nosotros en los momentos mas difíciles. Ahí está la Madre y está con el hijo: ella lo conoció desde que lo llevó en su vientre, lo sintió desde ese momento y también creyó en él desde el anuncio del ángel, esperaba esa vida como la esperaba todo el pueblo creyente. Por eso cuidó ese tesoro también en su corazón.

Y a la vida, nos enseña María, se la cuida siempre. Pero se la cuida con la ternura con que la cuidó ella: desde el momento en que se la espera hasta el último aliento del camino. Cuidar la vida entraña sembrar esperanza! Un pueblo que cuida la vida es un sembrador de esperanza! Cuidar la vida de los niños y de los ancianos, las dos puntas de la vida. Un pueblo que no cuida a sus niños y a sus ancianos comenzó a ser un pueblo en decadencia; cuidar a los niños y a los ancianos porque en ellos está el futuro de un pueblo: los niños porque son la fuerza que va a llevar adelante la Patria; los ancianos, porque son el tesoro de sabiduría que se vuelca sobre esa fuerza. Fuerza y sabiduría… Cuidar la vida es sembrar esperanza. María cuidó a Jesús desde chico y nos cuida a nosotros, que somos sus hijos, también desde chicos. Y esto que ocurre en el Evangelio, cuando Jesús le dice “cuidámelos a todos estos”, lo estamos viviendo en este lugar santo ahora. Aquí recibimos los cuidados de nuestra Madre. Ella nos espera. Y hoy por razones de la reparación del Templo, quiso salir a la puerta a esperarnos. Quiso estar con nosotros también. Este es el lugar elegido por nuestro pueblo para venir a consagrar la vida, a traer a los hijos así como José y María fueron al templo a llevar al niño; hasta acá vienen los papás en peregrinación familiar para presentar a los hijos, para consagrarlos y para bautizarlos porque quieren que la Virgen esté presente cuidando la vida de sus hijos. Por eso el lema de esta peregrinación que trae en su oración, en su intención, a los mas chicos y a los mas grandes; aquellos que la Virgen por siglos fue recibiendo y cuidando; ella estuvo de rodillas en el pesebre y estuvo de pie ante la cruz; está cuidando y acompañando toda vida y en especial a los que están mas desprotegidos. Y hoy, cuando le pidamos que nos enseñe a cuidar la vida, que nos enseñe a cuidar la vida de aquellos que tienen menos protección, que están mas desprotegidos.

Madre querida de Luján: tus cuidados los intuyen tus hijos. Los conocemos todos. Estos hijos que han venido caminando hasta tu casa, Madre. Algunos no pudieron pero están con el corazón aquí; es la ocasión y es el sentido que nos hace sentir a todos como pueblo que vos nos protegés. Madre querida: te pedimos por todos los que vinieron, los que han peregrinado desde ayer a la mañana y seguirán peregrinando hasta mañana a la mañana; que no queden solos y abandonados, Madre; que en tu casa encuentren siempre un lugar; por eso Madre te quedaste para cuidar la vida de tu pueblo; vos te quedaste para cuidar la vida de éste tu pueblo! Te pedimos que nosotros sepamos estar para prolongarnos también en estos cuidados tuyos y que como hijos te imitemos cuidando toda vida. Que aprendamos a estar en silencio para contemplar como vos, a tus hijos que son nuestros hermanos. Que al estar aquí en tu casa volvamos a consagrarnos para que no nos falte tu amor, el amor que cuida la vida.

Madre, ayudanos a cuidar la vida. Vinimos hasta tu casa porque necesitamos pedirlo. Aquí estás presente recibiéndonos ante el santuario, con la alegría de este encuentro nos consagramos otra vez y te pedimos que cuides a tus hijos, que cuides a tu pueblo que peregrina para recibir siempre tu protección. Madre, no nos olvides. No nos sueltes de tu mano. Y todos juntos, por tres veces, te vamos a pedir: “Madre, ayúdanos a cuidar la vida”;

“Madre, ayúdanos a cuidar la vida”;

“Madre, ayúdanos a cuidar la vida”.

Ciudad de Luján, 2 de octubre de 2011

Card. Jorge Mario Bergoglio, s.j.

Arzobispo de Buenos Aires

Bergoglio y la trata de personas

Homilía del Cardenal Jorge Mario Bergoglio s.j. en Plaza Constitución con motivo de la 4ta Misa por las Víctimas de la Trata y Tráfico de Personas.

Jesús iba por las calles de los pueblos enseñando a la gente, curando a los enfermos, consolando a los afligidos, y la gente decía: “Este es un gran hombre”. Se preguntaban quién era él. Y Jesús, que sabía eso, les hace esta pregunta a los apóstoles. Ellos le comentan lo que la gente decía de él y entonces los mira a los ojos y les dice: “Y ustedes quién dicen que soy yo?” Pedro, en nombre de todos, le responde:”Sos el Mesías, el Hijo de Dios”. Pero para evitar que creyeran que era alguien que no estaba en órbita, que no tenía nada que ver con lo que les pasaba, Jesús los baja de un hondazo y les dice: “Sepan que voy a tener que sufrir mucho, que voy a ser entregado y que me van a matar”. Jesús, Dios, el hijo de Dios que se involucra tanto en nuestra vida, en nuestra existencia que se deja matar por nosotros. Jesús, Dios, que se involucra tanto en nuestra existencia que quiere estar compartiendo nuestros dolores. Jesús, Dios, que nos viene a dar una verdadera libertad, pero no la predica desde un teatro o desde un palco sino que la predica con la “carne en el asador” en medio de aquellos que no tienen libertad.

Y por eso hoy Jesús viene aquí; y no viene a proponer una teoría de la libertad o a decir como hacer las cosas sino que viene a decir que está con estos hermanos y hermanas nuestros que en esta ciudad de Buenos Aires viven esclavizados. Ustedes me podrán decir: “Pero Padre, usted siempre dice lo mismo” … Y sí, mientras en Buenos Aires haya esclavos voy a decir lo mismo! En el colegio nos enseñaron que la esclavitud estaba abolida pero saben que es eso? Un cuento chino! Porque en esta ciudad de Buenos Aires la esclavitud no está abolida; en esta ciudad la esclavitud está a la orden del día bajo diversas formas; en esta ciudad se explota a trabajadores en talleres clandestinos y si son inmigrantes se les priva de la posibilidad de salir de ahí; en esta ciudad hay chicos en situación de calle desde años! No sé si hay más o menos pero hay muchos, y esta ciudad fracasó y sigue fracasando de liberarlos de esta esclavitud estructural que es la situación de calle. En esta ciudad esta prohibida la tracción a sangre … pero todas las noches veo en Plaza de Mayo carritos cargados con cartones y tirados por chicos…Eso no es tracción a sangre?? Es esclavitud que explota. En esta ciudad se rapta a mujeres y chicas y se las somete al uso y abuso de su cuerpo, se las destruye en su dignidad. En esta ciudad hay hombres que lucran y se ceban con la carne del hermano, la carne de todos esos esclavos y esclavas; la carne que asumió Jesús y por la cual murió vale menos que la carne de una mascota y esto pasa en esta ciudad!!! Se cuida mejor a un perro que a estos esclavos nuestros! Que se los patea! Se los deshace! La gran ciudad de Buenos Aires… y Jesús esta hoy aquí para decirnos: “Mirá a tu hermano… mirá a tu hermana…”

Hace un par de horas estuve reunido con la mama de Marita Verón, que fue robada por los tratantes y sometida a trabajo en prostíbulos. Logró liberar a otras 129 chicas pero a su hija todavía no la encontró. En esta ciudad hay muchas chicas que dejan de jugar con muñecas para entrar en el tugurio de un prostíbulo porque fueron robadas, fueron vendidas, fueron traicionadas…

Hoy venimos a pedir por las victimas de trata de personas, la trata del trabajo esclavo, la trata de la prostitución; en esta plaza del barrio de Maria Cash venimos a pedirle a Jesús que él, que es Dios y tomó nuestra carne, nos haga llorar por la carne de tantos hermanas y hermanos nuestros que son sometidos. Le venimos a pedir a Jesús que aprendamos a cuidar a estos hermanos nuestros sometidos a la esclavitud con la ternura que merecen y que no gastemos nuestra ternura en cuidar y en atender mascotas dejando de lado el hambre de nuestros chicos…

Ciudad pecadora… Ciudad sufriente… Ciudad que no sabe llorar… Buenos Aires necesita llorar: llorar por la esclavitud de sus hijos, de tantos hijos e hijas que pasaron por el volquete y quedaron en el volquete… en Buenos Aires se ha instalado la cultura del volquete porque se dan por desperdicio a hombres y mujeres que cayeron en la trata de personas. Alguno podrá preguntar: “Padre, como puede ser esto?” Lo dije las dos últimas veces: Hay una anestesia cotidiana que esta ciudad sabe usar muy bien y se llama coima y con esta anestesia se adormecen las conciencias. Buenos Aires es una ciudad coimera! Jesús esta acá con nosotros! Jesús: enseñanos a pensar en tantos hermanos y hermanas nuestros que son esclavos, enseñanos a meternos en su carne, enseñanos a llorar por esta esclavitud de Buenos Aires, enseñanos a ser más solidarios, y a luchar para que esta ciudad no tenga más esclavos.

Y a la Virgen, Madre de todos nosotros, le pedimos que nos contagie ternura materna para sentir que esos hombres y mujeres, chicos y chicas, sometidos a la esclavitud en esta ciudad, son hijos de ella e hijos nuestros. Que Dios bendiga a todos los que en este momentos están sufriendo, siendo explotados; que Jesús los acaricie. Hoy Jesús está en Plaza Constitución, no para hacer política ni para dar una conferencia sino para llorar con su Pueblo.

Que así sea.

Buenos Aires, Viernes 23 de septiembre de 2011.

martes, 13 de septiembre de 2011

San Juan Crisóstomo - 13 de septiembre

De las homilías de san Juan Crisóstomo, obispo
(homilía antes de partir en exilio, 1-3: PG 52, 427-430)

PARA MI LA VIDA ES CRISTO, Y LA MUERTE UNA GANANCIA

Muchas son las olas que nos ponen en peligro, y una gran tempestad nos amenaza: sin embargo, no tememos ser sumergidos porque permanecemos de pie sobre la roca. Aun cuando el mar se desate, no romperá esta roca; aunque se levanten las olas, nada podrán contra la barca de Jesús. Decidme, ¿qué podemos temer? ¿La muerte? Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia. ¿El destierro? Del Señor es la tierra y cuanto la llena. ¿La confiscación de los bienes? Nada trajimos al mundo; de modo que nada podemos llevarnos de él. Yo me río de todo lo que es temible en este mundo y de sus bienes. No temo la muerte ni envidio las riquezas. No tengo deseos de vivir, si no es para vuestro bien espiritual. Por eso, os hablo de lo que sucede ahora exhortando vuestra caridad a la confianza.

¿No has oído aquella palabra del Señor: Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos? Y allí donde un pueblo numeroso esté reunido por los lazos de la caridad ¿no estará presente el Señor? Él me ha garantizado su protección, no es en mis fuerzas que me apoyo. Tengo en mis manos su palabra escrita. Éste es mi báculo, ésta es mi seguridad, éste es mi puerto tranquilo. Aunque se turbe el mundo entero, yo leo esta palabra escrita que llevo conmigo, porque ella es mi muro y mi defensa. ¿Qué es lo que ella me dice? Yo estaré siempre con vosotros hasta el fin del mundo.

Cristo está conmigo, ¿qué puedo temer? Que vengan a asaltarme las olas del mar y la ira de los poderosos; todo eso no pesa más que una tela de araña. Si no me hubiese retenido el amor que os tengo, no hubiese esperado a mañana para marcharme. En toda ocasión yo digo: «Señor, hágase tu voluntad: no lo que quiere éste o aquél, sino lo que tú quieres que haga.» Éste es mi alcázar, ésta es mi roca inamovible, éste es mi báculo seguro. Si esto es lo que quiere Dios, que así se haga. Si quiere que me quede aquí, le doy gracias. En cualquier lugar donde me mande, le doy gracias también.

Además, donde yo esté estaréis también vosotros, donde estéis vosotros estaré también yo: formamos todos un solo cuerpo, y el cuerpo no puede separarse de la cabeza, ni la cabeza del cuerpo. Aunque estemos separados en cuanto al lugar, permanecemos unidos por la caridad, y ni la misma muerte será capaz de desunirnos. Porque, aunque muera mi cuerpo, mi espíritu vivirá y no echará en olvido a su pueblo.

Vosotros sois mis conciudadanos, mis padres, mis hermanos, mis hijos, mis miembros, mi cuerpo y mi luz, una luz más agradable que esta luz material. Porque, para mí, ninguna luz es mejor que la de vuestra caridad. La luz material me es útil en la vida presente, pero vuestra caridad es la que va preparando mi corona para el futuro.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Cardenal Bergoglio en la Festividad de San Ramón Nonato

Desgrabación de la Homilía del cardenal Jorge Mario Bergoglio s.j.,





Como leemos, por el bautismo somos constituidos en familia. Las dos lecturas de hoy son un poco sombrías. En el Evangelio Jesús dice: A ustedes que son mi familia yo los mando, pero cuidado, que los mando como ovejas en medio de lobos; sabemos que los lobos no le hacen precisamente caricias a las ovejas sino que se las comen… Por eso Jesús nos dice: “Ojo que yo las mando ahí, sean astutos”…No compren buzones… Sean astutos y sencillos con la simplicidad del Evangelio pero eso no les quita la obligación de ser astutos. Y la primera lectura del Libro de la Sabiduría recuerda la historia de José a quien sus hermanos, por envidia, venden. La figura de José preanuncia, de alguna manera, la figura de Jesús “vendido” y llevado a los tribunales y crucificado. Me pregunto como en el día de hoy, que es el día de la vida, en que Jesús nos dice: “Ustedes que son mi familia, estas dos lecturas nos marcan un sesgo de muerte.



Es muy claro el mensaje: Sabé que si no cuidás la vida, vas camino a la muerte. El mensaje es: Cuidá la vida, sé astuto. Cuidá la vida que es indefensa, que es pequeña y que va creciendo. Y también como una buena familia que somos, cuidá la vida que se está yendo. Cuando un pueblo se olvida de cuidar a sus niños y de cuidar a sus ancianos, empezó a ser un pueblo en decadencia, es un pueblo triste. Cuando en una familia se olvidan de acariciar al anciano, ya anida la tristeza en el corazón. Cuando en una familia el corazón no se alegra con las mil y una travesuras que hacen los chicos y no cuidan a esos chicos, ya nació la tristeza en ese corazón; por eso hoy venimos a pedir la gracia de no ser una familia triste, de no ser un pueblo triste… Cuidar la vida! Cuidar la vida! Y en todo su desarrollo: cuidar la alegría de los chicos y la sabiduría de los ancianos.



Hacer crecer a los chicos por el camino del bien, con el ejemplo, marcándoles metas, dándoles ejemplos y poniéndoles límites. Cuidar a los ancianos para que ellos puedan darnos la sabiduría que han añejado a lo largo de su vida… ¡Que cosa linda, no! Eso es familia de Dios! Eso es ser ovejas que nos va a defender el Señor… pero si no cuidamos la vida los lobos nos comen a pedacitos, si no cuidamos la vida somos un pueblo indefenso, una familia indefensa. Cuidar la vida de los chicos, cuidar la vida de los ancianos… “Este viejo o esta vieja ya no sirve para nada”… Bueno, no sé… pongámoslo en un depósito… Ustedes saben que hay depósitos para viejos…pongámoslos en un depósito y que terminen ahí…A veces se oye esto.



Mi abuela nos contaba un cuento cuando éramos chicos. Decía que en una familia el abuelo se había enfermado y envejecido mucho, entonces cuando comía se babeaba porque además le temblaba la mano; entonces el papá explicó que de ahí en mas el abuelo iba a comer solo y compró una mesa para que pudiera comer el abuelo solo en la cocina y así poder invitar amigos a comer en familia sin tener que pasar la vergüenza de ver a su padre babeándose. Todos dijeron: “está bien”. Un día el papá llega del trabajo y encuentra a su hijo de 4 o 5 años jugando con un cajón de manzanas y un martillo, trabajando, haciendo cosas y le pregunta: “Que estás haciendo?”, y el hijo le contesta: “Una mesa papá!”. Y el padre le pregunta: “Para que?”, a lo que el hijo le contesta: “Para que cuando vos seas grande, puedas comer en ella!”. Lo que sembrás vos con tu ejemplo es lo que vas a cosechar de tus hijos!!! Cuidá a los viejos, cuida la vida de los viejos porque eso es ser familia! Y no entres en la moda de que a los viejos se los guarda y se los desprecia. Cuida a los chicos. Enseñales a crecer bien para que sean retoños llenos de vida, que den flor y fruto en la vida.



Y en esto de mirar a los chicos, hoy no me puedo hacer el desentendido de cuántos chicos son víctimas de la maldad, cuantos chicos son arrancados del seno de sus familias para ser explotados vaya a saber donde. Todos leemos en los diarios y vemos en los medios el caso de Candela, que no es un caso sino que son cientos de casos de chicos que desaparecen y vaya uno a saber adonde van! Posiblemente a engrosar las redes de los tratantes! Las redes de los tratantes… chicos que son vendidos como carne fresca vaya a saber donde… En la oración inicial, pedíamos de hacer nuestras las opresiones de los demás, por eso miremos a esta nena que no sabemos donde está, miremos la cantidad de nenes y nenas que han seguido la misma suerte y no sabemos donde están!. Clamemos al cielo. Esto pasa en nuestra gran familia. Hay lobos que roban a nuestros chicos: algunos los roban imponiendo una manera de ser, una cultura que los desgasta de la sociedad; otros los roban para explotarlos, como suponemos es en este caso o para negociar con ellos mediante rescate. Lo que sea. Ese corazoncito de chica robada, de chico robado ¡Que desamparo siente!



Por eso hoy tomemos estas dos lecturas que tienen algo de luto, algo de tristeza y pidámosle al Señor la gracia de no llegar a ser un pueblo triste, porque cuidamos a nuestros chicos y cuidamos a nuestros ancianos. Tengamos también presente a los ancianos que no son cuidados, que son abandonados y que entran a formar parte de la cultura del volquete porque son descarte para muchos. Ancianos del descarte… Pidamos por ellos, para que el Señor les consuele el corazón y sean para nosotros alegría de sabiduría. Y pidamos también por los chicos que son usados, para cualquier fin, hasta llegar al caso como el que mencioné, en el que son arrancados del seno de sus familias para ser usados. Somos la familia de Dios, seamos solidarios con los padres y las familias de estos chicos usados. Seamos solidarios con los ancianos que llevan en el orillo la marca de descarte. Pidamos la gracia de cuidar a nuestros chicos y ancianos para no ser un pueblo triste.



Que así sea.



Buenos Aires, Miércoles 31 de agosto de 2011.



Cardenal Jorge M. Bergoglio, s.j.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Alocución de Benedicto 16 en Castel Gandolfo


Queridos hermanos y hermanas,


Hoy quisiera volver brevemente con el pensamiento y con el corazón a los extraordinarios días transcurridos en Madrid para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud. Ha sido un evento eclesial emocionante, cerca de dos millones de jóvenes de todos los Continentes han vivido, con alegría, una formidable experiencia de fraternidad, de encuentro con el Señor, de compartir y de crecimiento en la fe: una verdadera cascada de luz. Doy gracias a Dios por este don precioso, que da esperanza para el futuro de la Iglesia: jóvenes con el deseo firme y sincero de enraizar su vida en Cristo, permanecer firmes en la fe, caminar juntos en la Iglesia. Un gracias a cuantos han trabajado generosamente por esta Jornada: al Cardenal Arzobispo de Madrid, a sus Auxiliares, a los demás Obispos de España y de las otras partes del mundo, al Pontificio Consejo para los Laicos, sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos. Renuevo mi reconocimiento a las Autoridades españolas, a las instituciones, a los voluntarios y a cuantos han ofrecido el apoyo de la oración. No puedo olvidar la calurosa acogida que he recibido de Sus Majestades los Reyes de España, así como de todo el País.

En pocas palabras no puedo describir los momentos tan intensos que hemos vivido. Tengo en la mente el entusiasmo incontenible con el que los jóvenes me han recibido, el primer día, en la Plaza de Cibeles, sus palabras ricas de esperanza, su fuerte deseo de orientarse a la verdad más profunda y enraizarse en ella, aquella verdad que Dios nos ha dado a conocer en Cristo. En el imponente Monasterio de El Escorial, rico de historia, de espiritualidad y de cultura, he encontrado a las jóvenes religiosas y a los jóvenes docentes universitarios. A las primeras he recordado la belleza de su vocación vivida con fidelidad, y la importancia de su servicio apostólico y de su testimonio profético. A los profesores he recordado ser verdaderos formadores de las nuevas generaciones, guiándolas en la búsqueda de la verdad no solamente con las palabras, sino también con la vida, conscientes que la Verdad es Cristo mismo. Por la tarde, en la celebración del Vía Crucis, una multitud variada de jóvenes ha revivido con intensa participación las escenas de la pasión y muerte de Cristo: la cruz de Cristo da mucho más de aquello que exige, lo da todo, porque nos conduce a Dios.

Al día siguiente, la Santa Misa en la Catedral de la Almudena, en Madrid, con los seminaristas: jóvenes que quieren enraizarse en Cristo para hacerlo presente un mañana, como ministros suyos. ¡Deseo que crezcan las vocaciones alsacerdocio! Entre los presentes había más de uno que había oído la llamada del Señor precisamente en las precedentes Jornadas Mundiales; estoy seguro que también en Madrid el Señor ha llamado a la puerta del corazón de muchos jóvenes para que le sigan con generosidad en el ministerio sacerdotal o en el de la vida religiosa.

La visita a un Centro para jóvenes discapacitados me hizo ver el gran respeto y amor que se nutre hacia toda persona y me dio la ocasión de agradecer a los miles de voluntarios, que testimonian silenciosamente el Evangelio de la caridad y de la vida. La Vigilia de oración de la tarde y la gran Celebración eucarística conclusiva del día siguiente fueron dos momentos muy intensos: en la tarde una multitud de jóvenes en fiesta, para nada atemorizados por la lluvia y por el viento, permaneció en adoración silenciosa de Cristo presente en la Eucaristía, para alabarlo, en acción de gracias, rogando su ayuda y luz. Luego, el domingo, los jóvenes manifestaron su exuberante alegría, celebrando al Señor en la Palabra y en la Eucaristía, para insertarse cada vez más en Él y reforzar su fe y vida cristiana. En un clima de entusiasmo, mantuve un encuentro con los voluntarios, agradeciéndoles su generosidad y con la ceremonia de despedida dejé el país, llevando en mi corazón estos días.

Queridos amigos, el encuentro de Madrid fue una estupenda manifestación de fe para España y para el mundo. Para la multitud de jóvenes, provenientes de todos los rincones de la tierra, fue una ocasión especial para reflexionar, dialogar, intercambiar experiencias positivas y, sobre todo, rezar juntos y renovar su compromiso de arraigar su propia vida en Cristo, Amigo fiel. Estoy seguro de que han regresado a sus hogares con el firme propósito de ser levadura en la masa, llevando la esperanza que nace de la fe. De mi parte, sigo acompañándolos con la oración, para que permanezcan fieles a los compromisos asumidos. A la maternal intercesión de María, encomiendo los frutos de esta Jornada.

Y ahora deseo anunciar los temas de las próximas Jornadas Mundiales de la Juventud. La del próximo año, que se desarrollará en cada Diócesis, tendrá como lema ‘Alégrense siempre en el Señor’, tomado de la Carta a los Filipenses (4, 4). Mientras que en la Jornada Mundial de la Juventud del 2013 en Río de Janeiro, el lema será el mandato de Jesús ‘¡Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos!’ (cfr Mt 28,19). Desde ahora encomiendo a la oración de todos la preparación de estas importantes citas. Gracias.

martes, 23 de agosto de 2011

Declaración de los Obispos de la Comisión Permanente

No una vida, sino dos


"Elige la vida y vivirás" (Dt. 30, 19)

Durante este Año de la Vida, hemos reflexionado sobre ella y la hemos reconocido como un regalo maravilloso que recibimos de Dios, y que hace posible todos los otros bienes humanos. También hemos observado con dolor situaciones sociales en las que no se está promoviendo el valor supremo de la vida.


Hablar de este tema, en el actual contexto nacional, tiene una significación muy concreta. En efecto, hoy la vida está muy amenazada por la droga y las diversas adicciones, la pobreza y la marginalidad en la que muchas personas viven su existencia en un estado de vulnerabilidad extrema; también la delincuencia aparece hoy en forma frecuente como atentado contra la vida.


Junto con estos peligros nos encontramos frente al planteo del aborto. Queremos afirmar con claridad: cuando una mujer está embarazada, no hablamos de una vida sino de dos, la de la madre y la de su hijo o hija en gestación. Ambas deben ser preservadas y respetadas. La biología manifiesta de modo contundente a través del ADN, con la secuenciación del genoma humano, que desde el momento de la concepción existe una nueva vida humana que ha de ser tutelada jurídicamente. El derecho a la vida es el derecho humano fundamental.


En nuestro país hay un aprecio de la vida como valor inalienable. La vida propia y ajena es para los creyentes un signo de la presencia de Dios, e incluso a quienes no conocen a Dios o no creen en Él, les permite "sospechar" la existencia de una realidad trascendente.


Valoramos las recientes medidas adoptadas respecto del cuidado de la vida en la mujer embarazada. Es absolutamente prioritario proteger a las futuras madres, en particular a las que se encuentran en estado de marginalidad social o con dificultades graves en el momento del embarazo. Los varones, que también lo hicieron posible, no deberían desentenderse.


Deseamos escuchar, acompañar y comprender cada situación, procurando que todos los actores sociales seamos corresponsables en el cuidado de la vida, para que tanto el niño como la madre sean respetados sin caer en falsas opciones. El aborto nunca es una solución.


Una decisión legislativa que favoreciera la despenalización del aborto tendría consecuencias jurídicas, culturales y éticas. Las leyes van configurando la cultura de los pueblos y una legislación que no protege la vida favorece una cultura de la muerte. La ley, en cuanto base de un ordenamiento jurídico, tiene un sentido pedagógico para la vida de la sociedad.


Invitamos a nuestros fieles laicos y a todos los ciudadanos a reflexionar y expresarse con claridad a favor del derecho a la vida humana. Lejos estamos de desear que este debate provoque más divisiones en la sociedad argentina. Solicitamos, por ello, que las expresiones vertidas sobre este tema se realicen con el máximo respeto, eliminando toda forma de violencia y de agresividad, ya que estas actitudes no están a la altura del valor y de la dignidad que promovemos.



Invocamos la protección de Dios, fuente de toda vida, para que ilumine a los legisladores. En el marco del Bicentenario, cada vida humana acogida con grandeza de corazón renueva la existencia de nuestra Patria como hogar abierto a todas y a todos.


Buenos Aires, 18 de agosto de 2011
159º Reunión de la Comisión Permanente
Conferencia Episcopal Argentina

lunes, 22 de agosto de 2011

Artículo de González de Cardedal en el ABC de Madrid sobre la JMJ

ABC de Madrid, 22 de agosto de 2011

Caudal de esperanza

POR OLEGARIO GONZÁLEZ DE CARDEDAL *

La celebración de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) ha sido uno de los acontecimientos más importantes para la Iglesia española en el último medio siglo. Lo mismo que lo fueron en su momento, y bajo unas circunstancias sociales, políticas y eclesiales bien distintas, la celebración del Concilio Vaticano II (1962-1965), la Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes (1971), el Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona (1952), la Peregrinación Nacional de Jóvenes a Santiago de Compostela (1948); o lo fueron en el orden institucional la participación de la Iglesia en la transición política española, y en el orden estrictamente interno el surgimiento de nuevos movimientos, grupos y asociaciones en el posconcilio.

Lo ha sido en primer lugar porque ha reunido a millones de jóvenes. La juventud se encuentra sin trabajo ni porvenir, retenida y retesada por las circunstancias económicas, en el borde de la desesperanza, de la violencia y de la revolución. ¿Quién tiene capacidad para interpretar los hechos, iluminar las conciencias, fortalecer la voluntad y sostener la persona, no consolando fácilmente o halagando con engaños, sino alentando ante la dura realidad? La Iglesia ha asumido ese reto intentando poner luz, coraje y responsabilidad desde la luz de Cristo. Esto ya es mucho, porque ante las grandes tareas el haberlas intentado con lucidez ya es la mitad de la solución.

Nos preguntamos cuáles es el acontecimiento, punto focal y futuro de la JMJ. El encuentro de tantos jóvenes venidos de latitudes, culturas e iglesias distintas, pero movidos por la misma fe y esperanza, ha convertido a España, pero sobre todo a Madrid, en una inmensa fiesta, clamor de alegría, despliegue de banderas, de colores y de cantos. En tiempos de perplejidad y desesperanza esto es ya una aportación decisiva porque el humor, la alegría y la fe están llamados a ser palancas removedoras de los peligros que nos amenazan. ¡Jóvenes de cerca de doscientos países se han encontrado y reconocido en la misma fe, se han percatado de que no están solos en el mundo, de que creer es ser miembro de esa inmensa comunidad católica! Experiencia de unidad, de universalidad y de catolicidad de la Iglesia. La unidad del Evangelio, del Credo y de Roma es generadora no de uniformación, sino de dinamismo, de pluralidad y de responsabilidades diversas en cada lugar y tiempo.

La Iglesia católica se ha presentado ante España, y España se ha presentado ante la Iglesia católica. Miles de familias españolas han acogido a esos jóvenes llegados de países lejanos, como Ceilán o Estonia, Irak o Zambia. La extensa red de generosa hospitalidad ha creado una inmensa confianza en la familia eclesial. En cada ciudad, y sobre todo en Madrid, ha habido un despliegue de expresiones de la fe: desde las catequesis en tantas lenguas a las vigilias de oración, las exposiciones culturales, los encuentros para el perdón, las eucaristías, las celebraciones de cada una de las grandes familias religiosas: franciscanos, agustinos, jesuitas, salesianos… trayendo a España a sus innumerables amigos.

Como clave de todo esto, el encuentro con Cristo, que es el punto focal antes que el encuentro con el Papa, cuya misión es prestar rostro, palabra y voz a Cristo, y callar como signo para que aparezca ante todos la divina realidad de Este. Desde aquí hay que comprender los actos centrales de su visita: las palabras dirigidas a las autoridades políticas; el saludo a los jóvenes en Cibeles; el encuentro con las religiosas, los profesores jóvenes en El Escorial, los seminaristas, los enfermos y minusválidos; la celebración del Vía Crucis, la adoración del Santísimo y la Eucaristía en Cuatro Vientos como punto cumbre de la alabanza a Dios, como afirmación agradecida de la fe, promesa de testimonio ante el mundo, con la decisión de ofrecer el Evangelio a todos como semilla de paz, palanca de esperanza y potencia de santificación. Cada discurso del Papa requiere ser leído con calma y no es posible sintetizarlo. Todos reflejan los acentos que ha puesto en su pontificado: voluntad de verdad frente a apariencia y mentira; ejercicio de la razón como camino hacia la fe y de la fe como forma consumada de la razón, y no como su negación; reclamación de una humildad metafísica en el hombre para superar la desmesura de quien se quiera más allá del bien y del mal; afirmación de la persona y defensa de toda persona naciente o envejecida. La defensa de estos ideales lleva consigo el rechazo de los fundamentalismos, materialismos y relativismos que niegan la capacidad del hombre para la verdad y para el bien, reducen su dignidad como ser espiritual a la materia previa y confinan su destino en la muerte. No podemos vivir sin fundamentos, pero no podemos ser fundamentalistas; nos atenemos a la materia que somos, pero no seremos nunca materialistas; reconocemos la historia que avanza en superación creciente, pero no seremos nunca relativistas. Por eso no nos dejamos encerrar en ese falso dilema de contraponer verdad y libertad, caridad y justicia, culto a Dios y servicio a los hombres. Quien ve aquí mero antagonismo es todavía un adolescente intelectualmente o no ha pensado hasta el fondo los problemas del ser y del destino humano.

Junto con las ideas subrayaría las propuestas de Benedicto XVI. Son gritos de animación unos y de provocación otros, que han de guiarnos como estrellas cuando llegue la noche o se levante la galerna en alta mar. En 1979 Juan Pablo II lanzaba en Varsovia ese grito hacia la libertad: «No os resignéis». Benedicto XVI nos ha dicho: «No os avergoncéis del Señor», reclamando nuestra misión de testigos fieles. «Conservad la llama de Dios y compartidla con vuestros coetáneos». «Manifestad al mundo entero el rostro de Cristo». La Iglesia está en el mundo para trasparecer el amor de Cristo y la gloria del hombre. «Que nadie os quite la paz». En el Vía Crucis invitaba a los cristianos: «Sed nuevos cirineos ayudando a llevar la cruz a todos los crucificados de la Tierra». Todo esto en un clima de aceptación de la secularidad y de la autonomía de cada uno de los diferentes órdenes mundanos. Por eso en su primer discurso se dirigía a los católicos, pero también a quienes han perdido la confianza en la Iglesia y a quienes no creen en Dios.

Tras años en los que la fe en España parecía estar bajo sospecha y en acusación, hoy levanta la cabeza con dignidad y humildad, con gozo y serenidad ante todos. Vive desde su libertad pensante, creyente y cívica; no con permiso de poderes políticos o de ciertas dominaciones culturales, que reclaman ser quienes otorgan cartas de dignidad ciudadana y de valor cultural. La categoría primordial es la de la libertad, no la de la laicidad. La Iglesia estará atenta a todo y a todos, pero marcará su ritmo de acción desde dentro de sí misma y no irá a la zaga de nadie. En la crisis del último año, ante la ineficacia política, ella ha acreditado con sus parroquias, hogares, comunidades y centros de Cáritas que sabe unir amor a Dios y atención al prójimo. Por eso sonríe ante esas lecciones de servicio social que algunos le quieren imponer en lugar de la fe en Dios y de su proclamación pública.

La JMJ abarca tres momentos: un año de preparación, una semana de despliegue y el año próximo para su realización personal e institucional. Junto con las necesarias expresiones en masa urge en nuestra Iglesia el cultivo de las personas una a una y de las minorías de pensamiento, de acción y de testimonio; minorías creyentes y creíbles por su capacidad creadora, su rigor crítico e implicación histórica. Pensado para un contexto distinto vale también para nosotros el diagnóstico de Borges: «Nuestra realidad vital es grandiosa y nuestra realidad pensada es mendiga».

* OLEGARIO GONZÁLEZ DE CARDEDAL ES TEÓLOGO

jueves, 18 de agosto de 2011

Homilía de la Papa Benedicto XVI en la Bienvenida de los jóvenes en la Plaza Cibeles en JMJ Madrid 2011

Queridos amigos:

Agradezco las cariñosas palabras que me han dirigido los jóvenes representantes de los cinco continentes. Y saludo con afecto a todos los que estáis aquí congregados, jóvenes de Oceanía, África, América, Asia y Europa; y también a los que no pudieron venir. Siempre os tengo muy presentes y rezo por vosotros. Dios me ha concedido la gracia de poder veros y oíros más de cerca, y de ponernos juntos a la escucha de su Palabra.

En la lectura que se ha proclamado antes, hemos oído un pasaje del Evangelio en que se habla de acoger las palabras de Jesús y de ponerlas en práctica. Hay palabras que solamente sirven para entretener, y pasan como el viento; otras instruyen la mente en algunos aspectos; las de Jesús, en cambio, han de llegar al corazón, arraigar en él y fraguar toda la vida. Sin esto, se quedan vacías y se vuelven efímeras. No nos acercan a Él. Y, de este modo, Cristo sigue siendo lejano, como una voz entre otras muchas que nos rodean y a las que estamos tan acostumbrados. El Maestro que habla, además, no enseña lo que ha aprendido de otros, sino lo que Él mismo es, el único que conoce de verdad el camino del hombre hacia Dios, porque es Él quien lo ha abierto para nosotros, lo ha creado para que podamos alcanzar la vida auténtica, la que siempre vale la pena vivir en toda circunstancia y que ni siquiera la muerte puede destruir. El Evangelio prosigue explicando estas cosas con la sugestiva imagen de quien construye sobre roca firme, resistente a las embestidas de las adversidades, contrariamente a quien edifica sobre arena, tal vez en un paraje paradisíaco, podríamos decir hoy, pero que se desmorona con el primer azote de los vientos y se convierte en ruinas.

Queridos jóvenes, escuchad de verdad las palabras del Señor para que sean en vosotros «espíritu y vida» (Jn 6,63), raíces que alimentan vuestro ser, pautas de conducta que nos asemejen a la persona de Cristo, siendo pobres de espíritu, hambrientos de justicia, misericordiosos, limpios de corazón, amantes de la paz. Hacedlo cada día con frecuencia, como se hace con el único Amigo que no defrauda y con el que queremos compartir el camino de la vida. Bien sabéis que, cuando no se camina al lado de Cristo, que nos guía, nos dispersamos por otras sendas, como la de nuestros propios impulsos ciegos y egoístas, la de propuestas halagadoras pero interesadas, engañosas y volubles, que dejan el vacío y la frustración tras de sí.

Aprovechad estos días para conocer mejor a Cristo y cercioraros de que, enraizados en Él, vuestro entusiasmo y alegría, vuestros deseos de ir a más, de llegar a lo más alto, hasta Dios, tienen siempre futuro cierto, porque la vida en plenitud ya se ha aposentado dentro de vuestro ser. Hacedla crecer con la gracia divina, generosamente y sin mediocridad, planteándoos seriamente la meta de la santidad. Y, ante nuestras flaquezas, que a veces nos abruman, contamos también con la misericordia del Señor, siempre dispuesto a darnos de nuevo la mano y que nos ofrece el perdón en el sacramento de la Penitencia.

Al edificar sobre la roca firme, no solamente vuestra vida será sólida y estable, sino que contribuirá a proyectar la luz de Cristo sobre vuestros coetáneos y sobre toda la humanidad, mostrando una alternativa válida a tantos como se han venido abajo en la vida, porque los fundamentos de su existencia eran inconsistentes. A tantos que se contentan con seguir las corrientes de moda, se cobijan en el interés inmediato, olvidando la justicia verdadera, o se refugian en pareceres propios en vez de buscar la verdad sin adjetivos.

Sí, hay muchos que, creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos. Desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o lo injusto; decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras preferencias; dar en cada instante un paso al azar, sin rumbo fijo, dejándose llevar por el impulso de cada momento. Estas tentaciones siempre están al acecho. Es importante no sucumbir a ellas, porque, en realidad, conducen a algo tan evanescente como una existencia sin horizontes, una libertad sin Dios. Nosotros, en cambio, sabemos bien que hemos sido creados libres, a imagen de Dios, precisamente para que seamos protagonistas de la búsqueda de la verdad y del bien, responsables de nuestras acciones, y no meros ejecutores ciegos, colaboradores creativos en la tarea de cultivar y embellecer la obra de la creación. Dios quiere un interlocutor responsable, alguien que pueda dialogar con Él y amarle. Por Cristo lo podemos conseguir verdaderamente y, arraigados en Él, damos alas a nuestra libertad. ¿No es este el gran motivo de nuestra alegría? ¿No es este un suelo firme para edificar la civilización del amor y de la vida, capaz de humanizar a todo hombre?

Queridos amigos: sed prudentes y sabios, edificad vuestras vidas sobre el cimiento firme que es Cristo. Esta sabiduría y prudencia guiará vuestros pasos, nada os hará temblar y en vuestro corazón reinará la paz. Entonces seréis bienaventurados, dichosos, y vuestra alegría contagiará a los demás. Se preguntarán por el secreto de vuestra vida y descubrirán que la roca que sostiene todo el edificio y sobre la que se asienta toda vuestra existencia es la persona misma de Cristo, vuestro amigo, hermano y Señor, el Hijo de Dios hecho hombre, que da consistencia a todo el universo. Él murió por nosotros y resucitó para que tuviéramos vida, y ahora, desde el trono del Padre, sigue vivo y cercano a todos los hombres, velando continuamente con amor por cada uno de nosotros.

Encomiendo los frutos de esta Jornada Mundial de la Juventud a la Santísima Virgen María, que supo decir «sí» a la voluntad de Dios, y nos enseña como nadie la fidelidad a su divino Hijo, al que siguió hasta su muerte en la cruz. Meditaremos todo esto más detenidamente en las diversas estaciones del Via crucis. Y pidamos que, como Ella, nuestro «sí» de hoy a Cristo sea también un «sí» incondicional a su amistad, al final de esta Jornada y durante toda nuestra vida.

Muchas gracias

domingo, 14 de agosto de 2011

Homilía del Cardenal Bergoglio en San Cayetano - 7 de agosto de 2011

Textos: Is. 58: 9-11 y Lc. 19: 1-10

“Junto con San Cayetano rezamos por la paz, el pan y el trabajo”


El evangelio nos dice que Zaqueo bajó enseguida del árbol al que se había subido y recibió a Jesús en su casa con mucha alegría.


Una alegría que comenzó al salir a la calle, se incrementó al bajarse del árbol, lo acompañó todo el tiempo mientras preparaba la casa, estalló cuando entró Jesús y se consolidó cuando Zaqueo manifestó públicamente su decisión de cambiar de vida.


Todo empezó cuando Zaqueo escuchó que Jesús había entrado en su ciudad, Jericó, y el pensamiento “sería lindo salir a verlo pasar” le dio alegría. Una alegría pequeñita pero fuerte que le hizo cerrar el negocio y salir a la calle. Igual nos pasó a nosotros cuando sentimos que sería lindo venir a San Cayetano. Le hicimos caso a esa alegría y aquí estamos: en la calle, haciendo fila, rezando con todo el pueblo fiel.


La alegría de Zaqueo creció cuando Jesús se detuvo justito debajo del árbol donde se había subido, lo miró a los ojos y lo llamó por su nombre: “Zaqueo, bajá pronto que tengo que hospedarme en tu casa”. Jesús pasaba por las calles de Jericó y una multitud de gente lo seguía y se encimaba para verlo. Zaqueo, como era petiso, se había trepado a un sicomoro. Quería ver a Jesús. Pero cuando Jesús lo miró a él y le habló, Zaqueo dejó de ser un espectador y pasó a ser actor, protagonista de su propia vida. Aquí creció su alegría porque no estamos hechos para ser consumidores de espectáculos ajenos sino para ser, cada uno, protagonistas de su propia vida.


Esto pasó en medio de la calle. Por eso la escena de Zaqueo se parece a lo que nos pasa cuando venimos a San Cayetano, porque el encuentro con Jesús comienza en la calle, mientras uno hace la cola, en medio de la gente que va pensando en Jesús. En algún momento sentimos que Jesús nos mira. Él siempre nos hace sentir que sabe que estamos y nos promete un encuentro más hondo, en el que somos protagonistas de la amistad con Él. En la amistad uno siempre es protagonista.

La alegría acompañó a Zaqueo mientras preparaba su casa y le inundó el corazón cuando Jesús entró y él lo saludó y lo hizo sentar a la mesa. Podemos imaginar la emoción y la sonrisa de Zaqueo al ver entrar a Jesús. Esta alegría compañera es la que sentimos mientras estamos en la cola y se va incrementando a medida que nos acercamos al templo. Es una alegría que nos llena de emoción al quedar frente al santo Patrono y poner nuestra mano sobre el vidrio que cubre su imagen, al mirarlo a los ojos y expresarle nuestra devoción, al mirar al Niño Jesús y hablarle cada uno de las cosas que le salen del corazón. Cuando Zaqueo sintió que le estallaba el corazón de alegría al tener ahí sentado al Maestro en su casa no aguantó más, se puso de pie y manifestó públicamente su decisión de cambiar de vida. Como vemos, es una decisión motivada por la alegría, no por alguna imposición externa. Jesús no le dijo: “tenés que cambiar de vida”, simplemente fue a hospedarse en su casa y eso bastó para que Zaqueo supiera lo que tenía que hacer. Es lo que Jesús hace en la Eucaristía: simplemente nos dice: quiero ir a hospedarme en tu corazón, te pido que me recibas en la Eucaristía. Y eso tiene que bastar.


La alegría de Zaqueo se consolidó cuando se comprometió públicamente a cambiar. Zaqueo pasó de ser un coimero a ser un tipo solidario. Como dice Isaías: dejó de maltratar y de acusar con el dedo a los demás y pasó a compartir su pan con el hambriento y a ayudar a los que sufren. “Voy a dar a los pobres la mitad de todo lo que tengo y si he robado algo devolveré cuatro veces esa cantidad”. La alegría se consolida cuando ponemos manos a la obra, cuando damos frutos y “hacemos todo lo que Jesús nos dice”.

La fuente de la alegría está en esa frase de Jesús: “Zaqueo, bajá rápido que hoy tengo que ir a hospedarme en tu casa”. Tenemos un Dios que quiere venir a hospedarse en nuestra casa, en nuestra familia, en nuestra ciudad.


San Cayetano es una de esas “casas” en las que sabemos que Jesús “ha querido hospedarse”. Nuestras iglesias nacen de “una visita” de Jesús a cada ciudad, del deseo que Él tiene de hospedarse entre nosotros. Así es en Luján, por ejemplo. La basílica de nuestra Madre nace del deseo de la Virgen de quedarse allí, en Luján, para estar con nosotros, como Madre del Dios con nosotros. Así también sucede en San Cayetano, que se parece en algo a la casa de Zaqueo, porque San Cayetano es la casa del Pan y del Trabajo y bien podríamos decir que, cuando Jesús se hospedó en lo de Zaqueo y le cambió la vida, Zaqueo pasó a ser un hombre de trabajo. Dejó de ser ñoqui y vividor para ser un trabajador honrado, justo y solidario.

Nuestro lema de este año dice: Junto a San Cayetano rezamos por la paz, el pan y el trabajo.

Al entrar en esta casa pedimos la gracia de salir cambiados como Zaqueo, pedimos la alegría que da dejar cada uno sus maltratos y salir convertido en hombres y mujeres de paz, que ponen paz en medio de una ciudad agresiva y violenta.

Junto a San Cayetano rezamos y pedimos la gracia de dejar cada uno sus avivadas y ser hombres y mujeres con sed de justicia, con esa alegría que da pensar cómo ser más justos en nuestras relaciones. En vez de andar pensando en lo que nos deben salimos pensando en lo que debemos nosotros a los demás. Eso hace a la dignidad de una persona: el justo medita cómo ser más justo. Sin que nadie lo obligue, lo hace por el propio honor y el propio gusto que da ser justo, de devolver lo que no es nuestro, de compensar al que hemos despojado.


Junto a san Cayetano rezamos y pedimos la gracia de tomarle el gusto al Pan de Dios, la gracia de sentir la alegría que brota del estar en comunión con Cristo. Ese pan que, como decíamos en la misa del Corpus, es nuestro vínculo de unión: comamos de ese pan, no sea que nos desvinculemos, que nos disgreguemos. Al ser patrono del Pan, San Cayetano es patrono de la unidad de nuestra patria.

Que el Señor los bendiga a todos con mucha alegría. Que vuelvan distintos a su casa después de haber cumplido la promesa y visitado al santo. Que vuelvan con ganas de prepararle un lugar en su vida a este Jesús que quiere hospedarse en sus hogares.


Que vuelvan bendecidos, sintiendo esas ganas de andar en paz con la familia y con todos, esas ganas de compartir la alegría interior que nos regala Dios. Que la Virgen y San Cayetano cuiden y acrecienten esta alegría del encuentro con Jesús, nuestro Salvador.



Buenos Aires, 7 de agosto de 2011


Card. Jorge Mario Bergoglio s.j.

viernes, 29 de julio de 2011

Aclarando dudas sobre las Elecciones Primarias 2011

En estos días estuvieron circulando algunos mails con información errónea del modo de votar. Como en todas las elecciones tenemos que poner una solo boleta -como en cualquier otra elección- por candidato que queremos que participe.

Para que el candidato que cada uno quiere llegue a las elecciones de octubre tiene que tener un mínimo del padrón electoral para poder estar.

Si como dicen los distintos mails ponemos en el sobre una boleta con todos los que queremos que estén en octubre, hacemos que se impugne nuestro voto y así nuestro candidato no tenga ese que necesita para el mínimo que lo habilite para las elecciones generales de octubre.

A continuación alguna información que les puede ayudar.

Bendiciones para todos y a no tragarse los sapos que nos quieren dar


¿Qué son las Elecciones Primarias?

A partir de la vigencia de la nueva ley electoral, que regirá en los comicios de este año, el secretario de la Cámara Nacional Electoral, Nicolás Danee, dio a conocer algunos aspectos que deberá tener en cuenta la ciudadanía.

Las elecciones primarias son un método de selección de candidaturas para cargos públicos electivos nacionales y de habilitación de partidos y alianzas para competir por tales cargos.

En las elecciones primarias, los ciudadanos votarán listas de precandidatos para los siguientes cargos electivos nacionales:

Presidente y Vicepresidente de la Nación, en todo el país.

130 Diputados Nacionales, en todas las provincias y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

24 Senadores Nacionales, en las provincias de Buenos Aires, Formosa, Jujuy, La Rioja, Misiones, San Juan, San Luis y Santa Cruz.

- Cada ciudadano podrá elegir una boleta completa o cortar boleta por categoría de cargos tanto entre líneas internas de una misma agrupación como de agrupaciones políticas diferentes.

Lo que no podrá es elegir más de una opción para una misma categoría.

Cada ciudadano podrá elegir una boleta completa o cortar boleta por categoría de cargos tanto entre líneas internas de una misma agrupación como de agrupaciones políticas diferentes. Lo que no podrá es elegir más de una opción para una misma categoría.

Las Elecciones Primarias son: OBLIGATORIAS, ABIERTAS y SIMULTÁNEA.

Las elecciones primarias son de carácter obligatorio para todos los ciudadanos que tengan 18 años o más al 23 de octubre, se encuentren o no afiliados a algún partido político.

La inasistencia al sufragio debe justificarse, en caso de enfermedad, causas de fuerza mayor o distancia geográfica, dentro de los sesenta días de celebrarse la elección, presentando los correspondientes certificados ante la Justicia Electoral con competencia electoral de su distrito.


Para verificar si figuras correctamente en el padrón consulta en www.padron.gob.ar

Telefónicamente, llamando al 0800-999 PADRON (7237)

Enviando un mensaje de texto (SMS) al 64646, ingresando la palabra "voto" (espacio) y el número de DNI seguido de la letra "M" si el elector es masculino o “F” si es femenino. , según el sexo del elector

Telefónicamente, llamando a:
(011) 4346-1841
(011) 4346-1842

Enviando un correo electrónico a: elecciones@mininterior.gov.ar; elecciones2011@mininterior.gov.ar

Por correo postal a:
25 de Mayo 101, 3º Piso
C1002ABC - Ciudad Autónoma de Buenos Aires


¿Quiénes votan en las elecciones primarias?

Todos los ciudadanos argentinos - nativos, por opción o naturalizados - que tengan 18 años o más a la fecha de la elección nacional, tienen el derecho y el deber cívico de votar en las elecciones primarias.

Esto significa que quienes tengan 17 años, pero cumplan los 18 antes o el mismo 23 de octubre, también serán incluidos en el padrón y deberán votar en las primarias.


¿Cómo se vota en las Primarias? ¿Cómo podré identificar las boletas de mi preferencia?

Se vota como en las elecciones que ya conocemos, presentando el documento e ingresando al cuarto oscuro.

En el cuarto oscuro encontraremos boletas de distintos colores, cada uno de ellos corresponderá a un partido o alianza diferente. Asimismo, las boletas contendrán las fotografías de los precandidatos, para que cada elector pueda identificar mejor la boleta de su preferencia.

Como sucedía tradicionalmente, las boletas tendrán distintos cuerpos de acuerdo a las categorías electivas para las cuales el partido o alianza presente precandidaturas.

En caso que una agrupación política presente varias listas de precandidatos, las boletas serán del mismo color y denominación, pero se podrán distinguir por la letra que sigue al número de lista, y por los nombres y las fotografías de los precandidatos.

El elector sólo podrá votar por una precandidatura o lista de precandidatos de su preferencia para cada una de las categorías.

Al emitir mi voto, ¿tengo que elegir obligatoriamente la misma boleta para toda las categorías de cargos?

No. En las elecciones primarias, cada elector podrá optar entre distintas listas de una misma agrupación política o de diferentes partidos políticos y alianzas, pero deberá emitir un sólo voto por cada categoría de cargos a elegir: Presidente y Vicepresidente de la Nación, Senadores (en las provincias en las que corresponda) y Diputados Nacionales.

Es decir, cada ciudadano puede elegir una boleta completa o cortar boleta por categoría de cargos, tanto entre listas internas de un mismo partido como entre listas de partidos diferentes. Lo que no debe, es elegir más de una opción para una misma categoría, pues su voto será computado nulo.

- Cada ciudadano elegirá al o los candidatos del partido que quiera. El partido que no haya contado con al menos el 1,5% de los votos válidos totales por categoría no podrá presentar candidatos en la elección general.
– En el cuarto oscuro estarán las boletas de cada partido o agrupación con sus respectivas líneas internas para cada categoría (presidente, diputados, senadores, etc.).
- Cada partido podrá optar por un color de boletas distintivo y hasta podrá usar imágenes para diferenciarse del resto.
- Cada ciudadano podrá elegir una boleta completa o cortar boleta por categoría de cargos tanto entre líneas internas de una misma agrupación como de agrupaciones políticas diferentes.

Lo que no podrá es elegir más de una opción para una misma categoría.